Chapapote
No parece posible que hablemos de otra cosa en estas navidades emporcadas por el fuel del Prestige: el chapapote se ha hecho tan popular como la colza, como cualquier substancia que, de pronto, se cuela en nuestras vidas inund¨¢ndolo todo, invadiendo con su mancha viscosa nuestra sala de estar, nuestra cocina, la revuelta gambara de nuestros pensamientos. Ya hay bares y revistas y negocios que han sido bautizados con su nombre, con ese cacof¨®nico y pegajoso nombre que hace sonreir a los ni?os y temblar al Gobierno. Nunca lo olvidaremos. El cahapapote pasar¨¢ -ya ha pasado- a engrosar nuestro acervo ling¨¹¨ªstico. ?Qui¨¦n les iba a decir -qui¨¦n nos iba a decir- que, finalmente, algo tan impensado como el chapapote har¨ªa tambalearse los sillares de la era aznarista?
Y sin embargo el chapapote ha estado desde siempre con nosotros. Estamos, ya se sabe, amasados de tiempo, pero tambi¨¦n de oscuro chapapote. Los activistas de ETA llevan d¨¦cadas contaminando con el sangriento chapapote rojo de sus asesinatos la historia de este pa¨ªs. Llevan toda la vida avivando su marea mortal de chapapote. Gracias a los patriotas del hacha y la serpiente sabemos que las masas encef¨¢licas, los higadillos y dem¨¢s casquer¨ªa forman un revoltillo oscuro y denso que se pega al asfalto igual que el chapapote a los acantilados de la Costa da Morte. Har¨ªan falta cuadrillas de fumigadores y barrenderos especializados para limpiar los restos de un coche bomba como el que pretend¨ªan colocar en Madrid.
Otro que suelta chapapote pringoso lo mismo que el Prestige es el difunto Cela. Igual que un barco de fortuna hundido, don Camilo no deja de soltar inmundicias. La fuga, en este caso, proviene de un sub-negro del premio Nobel; alguien subcontratado por los negros de primera a quienes el autor de La colmena contrat¨® para mu?ir su Enciclopedia del erotismo. Ahora salen a flote los negros que ayudaron al gran y atareado escritor a escribir obras como La cruz de San Andr¨¦s o Mazurca para dos muertos. Todo indica que a partir de los a?os 70 don Camilo no cargaba su pluma con tinta, sino con chapapote.
La marea es negr¨ªsima y har¨¢n falta fil¨®logos y cr¨ªticos realmente arriscados y voluntariosos para limpiar la fama del autor de Iria Flavia. El mismo autor que hace a?os aseguraba que el Premio Cervantes (el galard¨®n que felizmente acaba de ganar un escritor tan limpio como Jos¨¦ Jim¨¦nez Lozano) estaba literalmente cubierto de mierda. No intuy¨® don Camilo, en su soberbia, que el chapapote acabar¨ªa emergiendo despu¨¦s de todo, despu¨¦s de su hundimiento en el mar de la muerte.
El chapapote arriba, de la misma manera, a los bru?idos corros de la banca. El pr¨®ximo mes de enero Bot¨ªn y Amus¨¢tegui declarar¨¢n como imputados por un supuesto fraude millonario a los se?ores accionistas del SCH. Ambos podr¨ªan haber incurrido en un delito societario al disponer de forma fraudulenta de 43,7 millones de euros que, presumiblemente, agilizaron la jubilaci¨®n del ex copresidente del SCH. Esti¨¦rcol del Diablo le llamaba al dinero Papini. Chapapote contante y sonante para cuya limpieza siempre hay voluntarios.
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