Esto es Hollywood, el teatro de las ilusiones
El barrio de las estrellas de Los ?ngeles recibe cada a?o 7,5 millones de visitantes
Poco despu¨¦s de poner los pies por primera vez en mi vida en el mism¨ªsimo Hollywood, entr¨¦ fascinada en una de las tiendas de camisetas y frusler¨ªas que abarrotan Hollywood Boulevard, y compr¨¦ una postal para un amigo. Era una panor¨¢mica en la que pod¨ªa verse la internacionalmente famosa se?al instalada por encima de las colinas del lugar, que proclama con grandes letras met¨¢licas: "Hollywood". Un mensaje sencillo, altivo y contundente que, la verdad, no siempre puede ser le¨ªdo tan a las claras como en las bonitas fotos que ilustran los folletos tur¨ªsticos o las postales de saldo, pues a menudo la contaminaci¨®n incluso impide que se vea el verde alica¨ªdo de los cerros en los que est¨¢ situada la c¨¦lebre consigna (es m¨¢s la manifestaci¨®n de un estilo de vida que un simple r¨®tulo a modo de gu¨ªa geogr¨¢fica). En un principio, cuando se colocaron esas grandes letras all¨¢ por 1923, s¨®lo anunciaban lo que pretend¨ªa ser la construcci¨®n de una urbanizaci¨®n, y originalmente dec¨ªan: "Hollywoodland". Se perdi¨® el land con el tiempo, pero se ganaron otros territorios. De hecho, el resto del mundo, como hemos podido comprobar hasta ahora. Le envi¨¦ a mi amigo la postal, y escrib¨ª por detr¨¢s: "Estoy en Hollywood. Todo lo que hay aqu¨ª es lo que ves en esta tarjeta. Besos".
A principios del siglo XX no era m¨¢s que un gran terreno que aglutinaba un conjunto de granjas. Hasta que llegaron los que ser¨ªan grandes magnates del cine: Cecil B. DeMille y Samuel Goldwyn, e inventaron el 'star-system'. Hab¨ªa nacido la leyenda
Llegu¨¦ despu¨¦s de conducir varios cientos de millas sin parar, con la idea de entrar en Los ?ngeles a una hora razonable y buscar un motel antes de que anocheciera. Para cuando pude por fin enfilar una calle de la ciudad, con su desquiciante tr¨¢fico, me sent¨ªa marchita, deprimida y m¨¢s extranjera que nunca en aquel pa¨ªs. Estaba agotada. Y si estoy muy cansada o enferma pierdo por instantes el sentido de la realidad. Aunque como la realidad no suele tener ning¨²n sentido, mis lapsus, por lo general, no me deparan mayores consecuencias. Me ocurri¨® en Hollywood. Durante apenas un nanosegundo tuve la impresi¨®n de que paseaba por una r¨¦plica bastarda y mitol¨®gica de Torremolinos construida en la Luna. Afortunadamente me recuper¨¦ pronto. "?Estoy en Am¨¦rica, en Am¨¦rica!", casi grit¨¦ de est¨²pida alegr¨ªa. Y nunca la expresi¨®n fue m¨¢s acertada: estaba en Am¨¦rica, absolutamente. Porque si algo es Hollywood, sin lugar a dudas, es los USA enteros y verdaderos; Hollywood es la esencia destilada de Norteam¨¦rica, que despu¨¦s ha salido de all¨ª para darse a conocer urbi et orbi; que ha brotado de aquel barrio (que tiene aspiraciones segregacionistas con respecto a Los ?ngeles), de aquellas manzanas la mayor¨ªa sin gracia, abarrotadas de neones publicitarios y de paletos que vienen de Kansas o de Ohio a gozar el gran veraneo de sus vidas, peregrinando durante semanas por las magn¨ªficas carreteras de los states, con parada obligatoria en el Gran Ca?¨®n, los moteles de autopista Travel Logde, y todas las gasolineras Texaco que se encuentren por el camino, hasta llegar al santuario por antonomasia de la cultura USA: Hollywood. Imperio de ilusiones y de estrellas. Lo que ocurre es que cada d¨ªa quedan menos astros vivos, y los pocos que pueden llamarse as¨ª, desde luego, hacen cualquier cosa excepto poner los pies en Hollywood, a no ser que se trate de asistir a la gala de los Oscar, dejar sus huellas estampadas en un trozo de cemento frente a la puerta del Teatro Chino de Mann, o descubrir una estrella con su nombre sobre las aceras de Hollywood Boulevard (Hollywood Walk of Fame), repletas de tantas y tantas estrellas, por cierto, que una no sabe muy bien si a los componentes del star-system mundial no les empieza a importar un pimiento tener all¨ª una con su nombre o no tenerla.
Los astros se refugian en sus mansiones de Beverly Hills, al oeste de Hollywood, una peque?a y extraordinariamente pr¨®spera ciudad independiente de LA, con la mayor concentraci¨®n de palmeras, piscinas, guardas de seguridad, pistas de tenis, drogadicciones secretas y criados del pa¨ªs. Desde que Douglas Fairbanks y Mary Pickford se instalaron por encima del hotel Beverly Hills, ¨¦ste es el ¨²nico hogar posible para una estrella, bien a resguardo de la chabacaner¨ªa decadente de Hollywood Blvd. y sus alrededores.
Mir¨¦ con morbosa curiosidad las estrellas correspondientes a Julio Iglesias, a Luis Miguel y a tantos otros. Pisoteadas por las suelas de los encandilados visitantes vaqueros (sin¨®nimo de vaquero: campesino yanqui, o cateto con botas y tejanos) venidos del interior del pa¨ªs en busca de un poco de diversi¨®n y de emociones baratas, que deambulan arriba y abajo por Hollywood Boulevard, el peque?o para¨ªso, americano pero disoluto, de la camiseta hortera y el fetiche cinematogr¨¢fico. Un barrio apreciado por los turistas, los homeless, los hispanos, los mercaderes de nader¨ªas, los usuarios de cibercaf¨¦s y las prostitutas de lance que dejan fotos falsas por doquier. Valorado como si se tratara de una nueva tierra de promisi¨®n. Quiz¨¢ lo sea, o puede que lo haya sido, pero ahora este distrito es tal vez la papelera urbana donde se hacinan los restos de un mont¨®n de antiguos sue?os. Sobre todo, de fama, de gloria. Con todo, al igual que Las Vegas, Hollywood hoy d¨ªa es un sitio aut¨¦ntico, en el sentido de que est¨¢ lleno de perdedores.
Los maquillajes de la melancol¨ªa
Hay una escena callejera grabada en la pel¨ªcula de mi recuerdo: frente al Teatro Chino de Mann se agrupa una variada colecci¨®n de espec¨ªmenes humanos. Entre ellos, un falso Elvis, una falsa Marilyn, un falso El Zorro y un falso Superman, j¨®venes y lustrosos bajo sus pat¨¦ticos maquillajes, que son observados por una vieja se?ora de color, de enfermiza delgadez, encorvada sobre su silla de ruedas (se ven muchas sillas de ruedas por la v¨ªa p¨²blica, casi tantas como huidizas limusinas), y todos ellos, a su vez, son acechados y fotografiados por m¨ª. No logro entender qu¨¦ demonios hacen, venden o publicitan esas personas disfrazadas de celebridades, ni si en realidad forman parte del mobiliario urbano, porque me azoro y me alejo de all¨ª r¨¢pidamente con una enorme sensaci¨®n de melancol¨ªa. Menos mal que poco despu¨¦s, en el Pantages Theatre, donde Judy Garland estrenara su Ha nacido una estrella, pude disfrutar del regio espect¨¢culo The lion king.
A principios del siglo XX no era m¨¢s que un gran terreno que aglutinaba un conjunto de granjas que ni siquiera pertenec¨ªan a la ciudad de Los ?ngeles. Hasta que llegaron los que ser¨ªan grandes magnates del cine: Cecil B. DeMille y Samuel Goldwyn, e inventaron el star-system. Hab¨ªa nacido la leyenda. Muchas de las viejas glorias ya desaparecidas dejaron sus huellas frente al Teatro Chino de Mann, antes llamado de Grauman. Sid Grauman lo construy¨® en 1927, con la idea de estrenar pel¨ªculas que atrajeran a un p¨²blico seductor y vestido a la ¨²ltima moda. Cuentan que, el d¨ªa de la inauguraci¨®n, el cine no estaba completamente acabado y Grauman se meti¨® de bruces en el cemento fresco de la entrada; entonces se le ocurri¨® la idea de invitar a los dioses del celuloide a estampar all¨ª sus huellas y sus firmas. Actualmente, todo Hollywood parece un gran mausoleo de huellas dactilares y de pies, de nombres pateados, como si las deidades cinematogr¨¢ficas se hubieran dignado a morder el polvo, aunque s¨®lo sea simb¨®licamente, de unas calles desangeladas que rara vez transitan como no sea en limusina. En la misma l¨ªnea se puede visitar el Edificio de Recuerdos Capitol, en la North Vine Street, idea de Nat King Cole y Bobby Mercer. Si Grecia tiene sus divinidades y sus templos consagrados a ellas, Hollywood no le va a la zaga, aunque sus arquitectos hayan sustituido la noble piedra por el cart¨®n, m¨¢s econ¨®mico y rentable, m¨¢s vol¨¢til tambi¨¦n.
Hermanas mellizas
Es precisamente en Hollywood donde podemos advertir con intensidad la diferencia entre la California del Norte y la del Sur, tan semejantes y encontradas como dos hermanas mellizas separadas al nacer. Una elegante y bien criada, la del Norte, y otra vulgar, impertinente y chillona, la del Sur. Por lo com¨²n se prefiere la del Norte (San Francisco, la costa de Monterrey...), pero a veces se tiene la tentaci¨®n de disfrutar de alg¨²n l¨ªo ocasional con la del Sur, de regocijarse con ella. Los Universal City Studios son un parque tem¨¢tico que ofrece la versi¨®n f¨ªlmica de una Disneylandia para adultos mit¨®manos que no terminan de crecer. Es evidente, visto desde una de las atracciones que ofrece, hasta qu¨¦ punto toda Norteam¨¦rica es una pura invenci¨®n basada en las f¨¢bulas surgidas de su pujante literatura, y sobre todo de sus fant¨¢sticas quimeras cinematogr¨¢ficas que han terminado por impregnarlo todo, desde la vida cotidiana hasta las relaciones econ¨®micas, pasando por el paisaje urbano. En Hollywood, los malls parecen construidos con los restos de decorados de los viejos peplums de anta?o: gran profusi¨®n de esfinges y seres legendarios; monumentalidad fara¨®nica aderezada de toques kitsch y rel¨¢mpagos fluorescentes. Cleopatra estar¨ªa encantada de hacer all¨ª sus compras. Tambi¨¦n Sunset Boulevard -?ah!, la pel¨ªcula de Gloria Swanson...- est¨¢ lleno de gigantescos anuncios iluminados. Los bulevares se extienden a lo largo de kil¨®metros, como interminables spots publicitarios. Aunque la mejor shopping area es Melrose Avenue porque tiene cierto estilo y no hay tiendas de ropa en cadena, sino negocios de piezas ¨²nicas, anticuarios, joyer¨ªas, librer¨ªas, coches antiguos...
Mi amigo, el escritor Carlos Ruiz Zaf¨®n, que vive temporalmente en Hollywood, me invit¨® a un rato de charla y compa?¨ªa en uno de los Starbucks Coffee. "Esto es lo m¨¢s europeo que se puede encontrar por aqu¨ª, porque la gente se sienta un rato a beber caf¨¦", me dijo. Tambi¨¦n cont¨® c¨®mo hab¨ªa ido a hacer una entrevista a unos estudios de cine y le sorprendi¨® encontrarse tirada, en medio de la lluvia, la cabeza del pobre Godzilla, la misma que usaron para hacer la pel¨ªcula. As¨ª es Hollywood; crea sin cesar dioses y monstruos, los eleva al firmamento y luego los abandona en un callej¨®n, o los convierte en rastros zapateados en medio de un largo bulevar pleno de candilejas amortecidas por la humedad del oc¨¦ano. Tal vez para recordarnos que todos los sue?os se desvanecen, y adem¨¢s tienen un precio.
SEIS VISITAS IMPRESCINDIBLES
1 El Teatro Chino de Mann (6925 Hollywood Boulevard; 001 323 464 81 11) y el Paseo de la Fama. Es lo m¨¢s emblem¨¢tico; tambi¨¦n, la zona m¨¢s concurrida y conflictiva de Hollywood, con sus estrellas y nombres famosos grabados en lat¨®n. 2 Al lado est¨¢ Hollywood Galaxy (7021 Hollywood Boulevard), un complejo dedicado al espect¨¢culo. 3 En la North Vine Street, el edificio de Capitol Records, donde grabaron discos grupos como The Beatles o Pink Floyd. 4 Los Universal City Studios. Un parque tem¨¢tico del cine donde uno puede jugar a sentirse protagonista de pel¨ªculas c¨¦lebres. (100 Universal City Plaza; 001 818 733 39 91. 45 euros adultos y 35 ni?os).5 Conviene pasear por Melrose Avenue: destaca por su estilo y su encanto bohemio y joven, y est¨¢ llena de preciosas tiendas de prendas ¨²nicas, restaurantes agradables, anticuarios...6 Fuera de Hollywood, en Century City, la exposici¨®n The Hollywood Experience ilustra el mundo de la pantalla grande de forma muy amena. Est¨¢ cerca de Beverly Hills y sus soberbias mansiones.
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicosPoblaci¨®n: Los ?ngeles y sus alrededores tienen 9,5 millones de habitantes. Unos 7,5 millones de personas visitan anualmente Hollywood (30.400 habitantes). Prefijo telef¨®nico: 001 213. Moneda: un d¨®lar estadounidense (0,98 euros).C¨®mo ir - American Airlines (902 11 55 70) tiene vuelos diarios desde Madrid, v¨ªa Miami, a Los ?ngeles. A partir del 8 de enero, ida y vuelta, 750 euros. - Continental Airlines (915 59 27 10). Todos los d¨ªas, menos martes y mi¨¦rcoles. Desde el 13 de enero, ida y vuelta, 658,67 euros con tasas. - Iberia (902 400 500). Todos los d¨ªas, de Madrid, v¨ªa Chicago (cambiar con American Airlines), a Los ?ngeles. Reservar antes del 31 de diciembre.A partir del 13 de enero, ida y vuelta, 429,10 euros con tasas.Dormir y comer - En www.lacvb.com se encuentra una lista de alojamientos en toda la ciudad y se anuncian ofertas. - www.hollywoodchamber.org ofrece una selecci¨®n de hoteles de Hollywood. - The Musso & Frank Grill (323 467 77 88). 6667 Hollywood Boulevard. Local emblem¨¢tico (tiene 80 a?os). Carnes asadas, s¨¢ndwiches y ensaladas. 25 euros.Informaci¨®n y visitas - Oficina de turismo de Hollywood (689 88 22). 6541 Hollywood Boulevard. - Turismo de Los ?ngeles (624 73 00; www.lacvb.com). - Paramount Visitor Center (001 323 956 17 77). 5555 Melrose Avenue. Hollywood. Programas de televisi¨®n en vivo. Entrada gratuita. - Warner Bros. Studios (001 818 954 17 44). 4000 Warner Boulevard. Burbank. De lunes a viernes, de 9.00 a 15.00. Tours de dos horas. 31,26 euros. - Universal Studios (818 508 96 00; www.universalstudios.com). 100 Universal City Plaza. Parque tem¨¢tico. Diario, de 10.00 a 18.00. 43,96 euros. - www.seeing-stars.com. - www.hollywoodcoc.org.
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