Desnudo o derrotado
Irak podr¨ªa convertirse en un Estado desnudo. Si no hubiera guerra y funcionaran las inspecciones internacionales, tendr¨ªamos una situaci¨®n sin precedentes: un Estado sometido a un estricto escrutinio internacional, con el derecho de los inspectores de armamentos de entrar en cualquier lugar e interrogar a cualquier persona, dentro o fuera del pa¨ªs. Un Estado bajo rayos X. Es un caso distinto de lo que supone una ocupaci¨®n (como en Jap¨®n o Alemania, tras la segunda guerra mundial) o un protectorado (en Kosovo, que no es un Estado, o en Bosnia-Herzegovina, que s¨ª lo es). O la UE, donde los Estados han decidido, a trav¨¦s de la integraci¨®n, someterse al escrutinio constante de sus socios y de las instituciones, no para perder o coartar su soberan¨ªa, sino para compartirla. Est¨¢ por ver lo que aguantar¨ªa un r¨¦gimen dictatorial a tal exposici¨®n a la transparencia. Pues el sistema, pese a la eficaz organizaci¨®n del r¨¦gimen de Sadam Husein, puede acabar generando una positiva inestabilidad interna.
Es crucial que cualquier salida en Irak sea multilateral, que EE UU no act¨²e solo
Suponiendo que pudiera ser viable, tal "Estado monitorizado" incluso con el concurso de organizaciones no gubernamentales, puede constituir una alternativa a la invasi¨®n. En todo caso, es una soluci¨®n menos costosa en t¨¦rminos de vidas humanas y destrucci¨®n. Washington est¨¢ en una dif¨ªcil situaci¨®n. La cr¨ªtica al informe de 12.000 p¨¢ginas presentado por Irak as¨ª lo indica. Bagdad no se declar¨® culpable. No deja, sin embargo, de ser curiosa la situaci¨®n de un acusado que para salir libre debe aportar pruebas de su crimen. Washington pone a Bagdad de mentiroso, con alegaciones precisas. Pero si la Administraci¨®n de Bush revela todo lo que sabe (o lo que dice saber, o deber¨ªa saber) puede desvelar fuentes y, en caso de guerra, darle ventaja al enemigo. O tener que recordar que en el pasado EE UU, o alg¨²n otro aliado, pudo ayudar a Irak a conseguir armas biol¨®gicas.
Con la soluci¨®n del Estado desnudo, Bush podr¨ªa proclamar una victoria de su pol¨ªtica, por el hecho de haber controlado el problema en teor¨ªa principal: el de las armas de destrucci¨®n masiva. Pero no le bastar¨ªa. No tanto por su opini¨®n p¨²blica, que bien puede aguantar meses de tensi¨®n y una campa?a para las presidenciales en clima de guerra, o por una econom¨ªa algunos de cuyos agentes, especialmente en el mundo del petr¨®leo, piden que se despeje cuanto antes la cuesti¨®n iraqu¨ª, sino por lo que puede venir despu¨¦s, que es la pesadilla de esta Administraci¨®n
Pues si Bagdad cumple la dura Resoluci¨®n 1.441 aprobada por unanimidad en el Consejo de Seguridad del pasado 8 de noviembre, de inmediato pedir¨¢ que se aplique la 1.284 (de 1999), por la cual el Consejo de Seguridad tendr¨ªa que suspender el embargo econ¨®mico a Irak y dejar que reanude su producci¨®n normal de petr¨®leo, con lo que el dinero volver¨ªa a entrar a raudales en las arcas de Sadam Husein, convertido en un r¨¦gimen vigilado, pero, de nuevo, muy rico y con capacidad de financiar todo tipo de actividades dentro y fuera. EE UU cuenta con un seguro, a saber, que la suspensi¨®n de las medidas econ¨®micas ser¨ªa por 120 d¨ªas, y que para tomarla, como para ratificarla cada cuatro meses, se requerir¨ªa el voto positivo del Consejo de Seguridad. Washington dispone del derecho de veto en todos los casos. Pero en EE UU empiezan a hablar halcones que temen que Bush haya ca¨ªdo en "la trampa de la ONU". Otras voces se elevan a favor de un containment del r¨¦gimen iraqu¨ª muy distinto de aquel al que se someti¨® a la Uni¨®n Sovi¨¦tica: vigilado, rodeado y sin la posibilidad de mover un dedo, salvo contra los suyos. Pero si en la pol¨ªtica de EE UU hacia Irak se impone el "imperativo estrat¨¦gico", invasi¨®n habr¨¢. En todo caso, es crucial para lo que venga despu¨¦s en Irak y en todo Oriente Pr¨®ximo, que, como insiste Brian Urquhart, cualquier salida sea multilateral (que EE UU no act¨²e por s¨ª solo) y leg¨ªtima. Si es posible, de nuevo, con la unanimidad del Consejo de Seguridad. No es para menos.
aortega@elpais.es
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