Mirando a los europeos
El lazo inolvidable que estableci¨® Miguel de Unamuno entre Bilbao y Salamanca mantiene vivo el inter¨¦s de todos los amigos y seguidores del escritor por el acontecer cultural de la capital charra. Adem¨¢s, este a?o 2002, al ser nominada Ciudad Europea de la Cultura, ha sumado un atractivo especial para acordarse de ella. Despu¨¦s de las numerosas actividades llevadas a cabo a lo largo de su estrellato, viene la hora de la despedida. Llegado este momento se puede mirar hacia atr¨¢s, con tristeza y melancol¨ªa, o hacia delante, con optimismo y empuje. Esta ultima parece haber sido la elecci¨®n de los que han programado, para cerrar el ciclo transcurrido, la exposici¨®n Los europeos, de Henri Cartier Bresson (Chanteloup, 1908), como una ventana del ex¨®tico combinado de pueblos y culturas que nos aguarda.
Hablar de la figura de este fot¨®grafo es recordar a quien de la instant¨¢nea hizo una forma de relato incontestable, a la vez que una expresi¨®n art¨ªstica de innumerables matices. Sus criterios sobre el instante decisivo y el acierto de concentrar en una sola fotograf¨ªa toda la trama de un acontecimiento siguen ejerciendo gran influencia en la tribu de los reporteros gr¨¢ficos, y tambi¨¦n entre los m¨¢s engolados creadores. El trabajo de Los europeos tuvo una primera edici¨®n en 1955, con portada de Joan Mir¨®. Eran im¨¢genes tomadas en Espa?a e Italia hacia los a?os treinta, y algunas otras de Francia durante las primeras cong¨¦s pay¨¦s (vacaciones pagadas) que tuvieron los trabajadores.
El proyecto continu¨® haci¨¦ndose durante medio siglo. Se a?adieron pa¨ªses como Alemania, Rumania, Polonia, Grecia, Turqu¨ªa, Yugoslavia o incluso la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica. El peregrinaje fue largo y el resultado define con una l¨ªrica deliciosa la idiosincrasia de los pueblos visitados. Son los habitantes de una Europa viva. Ni?os, mujeres, hombres y ancianos se muestran unas veces atareados, agitados, preocupados por sus labores, y otras sosegados, descansando, so?ando con sus proyectos. Vemos tambi¨¦n al pobre y al rico, al vagabundo y al potentado. Toda una amalgama de personajes comunes, piezas imprescindibles del puzzle humano que es nuestro continente. Y si cabe, lo que hace m¨¢s estimable el legado de Cartier Bresson es el tratamiento formal de sus tomas. Luz y escenarios naturales, sin retoques ni artificios, sirven para composiciones equilibradas y elegantes.
Son momentos de la vida cotidiana, en ellos puede encontrarse iron¨ªa, humor, afecto y respeto, sentimientos que engrandecen al autor y al sujeto de la imagen. Todo un poema de ternura hacia sus conciudadanos para ayudarles a seguir viviendo con orgullo y dignidad.
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