Gobernar por instinto
Los presidentes de Estados Unidos necesitan conectar de una forma primaria, visceral, con sus conciudadanos. Si lo consiguen, lo dem¨¢s resulta secundario. Ronald Reagan ca¨ªa con frecuencia en la senilidad, pero entendi¨® que su pa¨ªs ard¨ªa por recuperar el optimismo. Bill Clinton era promiscuo, pero capt¨® que las clases medias clamaban por un mayor nivel de vida. Como Reagan y Clinton, George W. Bush satisface la necesidad b¨¢sica de su gente. Desde el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos tiene miedo y exige seguridad. ?l la ofrece. Dispone, adem¨¢s, de astucia, instinto pol¨ªtico y simpat¨ªa personal. Su popularidad se ha mantenido elevada y s¨®lida durante todo 2002.
Dentro de un gran a?o para Bush, el 5 de noviembre fue el mejor d¨ªa. El presidente rompi¨® su h¨¢bito de acostarse a las diez y permaneci¨® ante el televisor, siguiendo el goteo de los resultados electorales a trav¨¦s de Fox News, la cadena conservadora, su favorita. A eso de las once, cuando la victoria republicana era ya indudable, encendi¨® un puro (algo normalmente reservado a las estancias en el rancho de Texas o en Camp David) y telefone¨® a su hermano Jeb. Hab¨ªa mucho que celebrar. La familia y el partido manten¨ªan el poder en el crucial Estado de Florida. Los republicanos ampliaban su mayor¨ªa en la C¨¢mara de Representantes y recuperaban el Senado. Y Bush ganaba, por primera vez, unas elecciones nacionales. La herida abierta en noviembre de 2000, cuando obtuvo medio mill¨®n de votos menos que Al Gore, pod¨ªa darse por cerrada. El presidente no figuraba entre los candidatos, pero todo el mundo le proclam¨® vencedor. Fue ¨¦l quien protagoniz¨® la campa?a y fue ¨¦l, cigarro en mano, quien m¨¢s disfrut¨® esa noche.
El odio hacia Sadam es una de las caracter¨ªsticas de la Administraci¨®n. Un ejemplo: tras el 11-S, Rumsfeld orden¨® que el Ej¨¦rcito se preparara para atacar Irak
Desde el 11 de septiembre de 2001, EE UU tiene miedo y exige seguridad. Bush la ofrece. Dispone, adem¨¢s, de astucia, instinto pol¨ªtico y simpat¨ªa personal
Uno de los secretos del ¨¦xito de Bush radica en su capacidad para gobernar sin perder nunca de vista los ciclos electorales. El enfrentamiento con Irak, por ejemplo, estaba previsto desde el momento en que accedi¨® a la Casa Blanca. El odio hacia Sadam Husein es una de las caracter¨ªsticas de la Administraci¨®n de Bush. Un ejemplo: pocas horas despu¨¦s de los atentados del 11-S, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, orden¨® que el Ej¨¦rcito se preparara para atacar Irak. Fue casi un acto reflejo. Ya que la guerra estaba casi asegurada, ?por qu¨¦ no incluirla dentro de la campa?a antiterrorista? Y, en ese caso, ?por qu¨¦ no utilizarla para asfixiar cualquier cr¨ªtica de la oposici¨®n dem¨®crata en la campa?a electoral de oto?o?
La estrategia b¨¦lico-electoral
La estrategia b¨¦lico-electoral del 5 de noviembre ya estaba desarrollada en junio en un disquete de ordenador que alguien encontr¨® en un parque junto a la Casa Blanca. En el disquete, extraviado por Karl Rove, el influyente gur¨² pol¨ªtico de Bush, se indicaba a todos los candidatos republicanos que rehuyeran los debates econ¨®micos y centraran sus mensajes en la guerra contra Irak, para convertir la campa?a en una especie de concurso de patriotismo en el que s¨®lo pod¨ªan vencer Bush y los suyos. En aquel momento, la guerra parec¨ªa poco probable, o lejana al menos. A principios de septiembre, sin embargo, la guerra era el mensaje casi ¨²nico del Gobierno. Andrew Card, el jefe de Gabinete de Bush, fue sincero cuando se le pregunt¨® por qu¨¦ el asunto hab¨ªa estallado a la vuelta de vacaciones: "Nadie lanza un nuevo producto en agosto", respondi¨®.
El producto Irak se vendi¨® de maravilla, aunque hubiera que reforzarlo con algunas falsedades. Bush afirm¨®, por ejemplo, que Sadam Husein dispon¨ªa de aviones no tripulados capaces de atacar el territorio estadounidense en cualquier momento. Y cit¨® un informe inexistente de la Agencia Internacional de la Energ¨ªa At¨®mica seg¨²n el cual Irak estaba a punto de disponer de armas nucleares. Pocos se lo reprocharon: en tiempo de guerra, el comandante supremo es intocable.
Son muy raros los presidentes sinceros y honestos como Harry Truman. En general, un presidente de ¨¦xito debe recurrir al maquiavelismo. John Dilulio, un dem¨®crata colocado por Bush al frente de la Oficina de Iniciativas Basadas en la Fe (un peculiar brote de teocracia en un Estado supuestamente laico), dimiti¨® en agosto y denunci¨® que la Casa Blanca funcionaba bajo criterios exclusivamente electoralistas. "No hay ninguna voluntad pol¨ªtica. Todo, y digo todo, est¨¢ regido por la estrategia electoral; es el reino de Maquiavelo", declar¨®. Sobre Karl Rove afirm¨® que era "la persona m¨¢s poderosa que en tiempos modernos ha ocupado un puesto de asesor junto al Despacho Oval". Poco despu¨¦s, Dilulio, sometido a una fort¨ªsima presi¨®n desde la Casa Blanca, explic¨® que sus declaraciones se hab¨ªan hecho off the record y no deb¨ªan haber sido publicadas.
Otro vistazo al funcionamiento interno de la presidencia de George W. Bush fue proporcionado por el periodista Bob Woodward, que accedi¨® a las actas de las reuniones celebradas en la Casa Blanca durante la guerra de Afganist¨¢n. Su libro Bush en guerra muestra a un presidente primario y maniqueo, incapaz de captar matices y muy instintivo. El propio Bush ha reconocido muchas veces que act¨²a "por instinto". Rove, para la pol¨ªtica interior, y Condoleezza Rice, asesora de seguridad nacional, para la pol¨ªtica exterior, son los encargados de vestir con argumentos intelectuales los fogonazos de inspiraci¨®n del presidente. El libro de Woodward ofreci¨® tambi¨¦n nuevas pruebas de la descoordinaci¨®n que impera en el Gobierno de Bush. Las peleas entre el secretario de Estado, Colin Powell, y los duros Dick Cheney, vicepresidente, y Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, eran conocidas ya mucho antes de que el 11-S diera un sentido a la presidencia de George W. Bush.
Pol¨ªticas incoherentes
El colapso del flanco econ¨®mico, con las dimisiones forzadas del secretario del Tesoro, Paul O'Neill, y del asesor Lawrence Lindsay, fue una prueba adicional de las dificultades para elaborar pol¨ªticas coherentes. La ¨²nica estrategia econ¨®mica de Bush es la reducci¨®n de impuestos a las rentas m¨¢s altas. O'Neill, pol¨ªticamente torpe, pero mucho m¨¢s experto en materias fiscales y presupuestarias que cualquier otro miembro del Gobierno, era consciente de que alg¨²n d¨ªa habr¨ªa que pagar por el fen¨®meno de la conversi¨®n de un super¨¢vit de 5,6 billones de d¨®lares en un d¨¦ficit de 400.000 millones en s¨®lo dos a?os, y se opon¨ªa a seguir agravando el d¨¦ficit bajando impuestos. Se quejaba adem¨¢s, de forma casi p¨²blica, de que las instrucciones le llegaban desde el despacho de Karl Rove. Cuando Cheney le telefone¨® una noche (Bush, como su padre, es incapaz de despedir a nadie) y le orden¨® que escribiera una carta de dimisi¨®n, O'Neill redact¨® cuatro l¨ªneas malhumoradas y se fue dando un portazo, sin asistir siquiera al acto de nombramiento de su sucesor, John Snow.
Las dificultades econ¨®micas no han pasado factura, por el momento, al presidente Bush. Tal vez eso ocurra dentro de dos a?os, cuando se presente a la reelecci¨®n. Tal vez incluso Irak, si las cosas salen mal, se convierta en un lastre. Ahora mismo, sin embargo, Bush est¨¢ en la cumbre de la popularidad. Otra muestra de su habilidad pol¨ªtica, o la de su fiel Karl Rove, que le acompa?a desde que decidi¨® aspirar al puesto de gobernador de Tejas, es la f¨®rmula que ha encontrado para satisfacer sus impulsos ultraconservadores (y los de su partido) sin herir a la mayor¨ªa moderada de la sociedad estadounidense. Las medidas m¨¢s derechistas quedan para el extranjero. No se trata s¨®lo de la agresividad de su diplomacia o su estrategia de seguridad. La cuesti¨®n del aborto, la m¨¢s conflictiva en Estados Unidos, ha sido desplazada al exterior: Bush combate la interrupci¨®n del embarazo y los anticonceptivos en todas las conferencias internacionales, y ha retirado subvenciones a organizaciones que en ?frica o Asia recomiendan el uso del cond¨®n. Pero nunca ha tocado el tema en su propio pa¨ªs.
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