?Quo vadis, Gibraltar?
No hubo viajero brit¨¢nico del siglo XIX que no sintiera la necesidad de dejar constancia de su orgullosa reacci¨®n ante la sobrecogedora realidad f¨ªsica, militar y estrat¨¦gica de Gibraltar, conocido familiarmente en la isla de John Bull como The Rock (La Roca) o Gib. La reacci¨®n en 1858 de Henry Spencer Ashbee fue t¨ªpica. "?Qu¨¦ nativo de Gran Breta?a -apunt¨® en su diario- puede contemplar Gibraltar sin experimentar la convicci¨®n de cu¨¢n grande es su naci¨®n, sin sentir gratitud por ser ingl¨¦s?"
Gib era la demostraci¨®n, concreta y contundente, de que Lord Nelson, el de Trafalgar, tuviera raz¨®n al proclamar que "nacer ingl¨¦s es ganar el primer premio en la loter¨ªa de la vida". Si el cristianismo se hab¨ªa levantado sobre la roca de Pedro, el imperio brit¨¢nico ten¨ªa no poco que ver con la que se yergue a unos pocos kil¨®metros de la costa africana, dominando el Estrecho. Tan es as¨ª que en el subconsciente de cada brit¨¢nico est¨¢ instalado Gibraltar como s¨ªmbolo de lo duradero, de lo perenne. Hasta figura como emblema del amor eterno en una famosa canci¨®n de George Gershwin. Perder Gibraltar no ser¨ªa una cat¨¢strofe para Gran Breta?a, obviamente. Pero s¨ª la constataci¨®n de que hab¨ªa desaparecido por fin el ¨²ltimo vestigio de un poder¨ªo nunca visto.
Hace casi medio siglo, en Madrid, o¨ª a un distinguido amigo de Espa?a, Tom Burns, director de la revista cat¨®lica The Tablet casado con una hija del doctor Mara?¨®n, exclamar que le encantar¨ªa que en el sur de Inglaterra, a una hora de Londres, hubiera un enclave espa?ol que sirviera para evitar los aburrid¨ªsimos domingos brit¨¢nicos y poder tomar unas copas en condiciones, sin las pat¨¦ticas restricciones patrias. A todos nos pareci¨® estupenda la idea de un Gibraltar espa?ol en pleno condado de Kent.
La semana pasada otro amigo de Espa?a, Hugh Thomas, pronunci¨® un discurso sobre el asunto del Pe?¨®n en la C¨¢mara de los Lores (discurso dado a conocer en la edici¨®n nacional de este diario). Thomas abog¨® por la cosoberan¨ªa como ¨²nica soluci¨®n razonable a un problema que no se va a ir, y lament¨® que los gibraltare?os no lo vean as¨ª. Uno, que cree en soluciones de compromiso, tambi¨¦n lo lamenta. Con la cosoberan¨ªa se podr¨ªan poner en marcha m¨²ltiples iniciativas culturales y empresariales que beneficiaran tanto a gibraltare?os como a espa?oles, empezando con la creaci¨®n de una gran Universidad conjunta. Universidad en ambos idiomas, por supuesto, que -sirvi¨¦ndose de la realidad ling¨¹¨ªstica de Gibraltar- actuar¨ªa como potente est¨ªmulo para extender el conocimiento del ingl¨¦s en toda Andaluc¨ªa. ?No sue?an Manuel Pezzi y sus expertos con que dentro de veinte a?os los j¨®venes de nuestra comunidad, ya dos veces "modernizada", sean capaces de desenvolverse con naturalidad en un idioma esencial en el siglo XXI? Pues eso.
Veremos si 2003 sirve para que el ya largo contencioso se vaya resolviendo de una vez, con sentido com¨²n, visi¨®n de futuro y r¨¦ditos para todos los habitantes de este Sur. Utrecht es Utrecht y los hechos de la historia no se pueden cambiar. Pero las mentalidades s¨ª se pueden. ?Por qu¨¦ los gibraltare?os tendr¨ªan que ser una excepci¨®n? Feliz a?o. Y mucho aguante.
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