Del mar, el cielo y la tierra
Por una u otra raz¨®n, cuando el a?o termina proliferan las exposiciones art¨ªsticas en salas y galer¨ªas. Debe entenderse como otra forma de poner en el mercado regalos para estas fiestas navide?as, siempre embozadas con mascara de alegr¨ªa. As¨ª, numerosos artistas pueden promocionar sus trabajos y, los m¨¢s afortunados, consiguir algunos euros que seguro necesitan. Dentro de las distintas propuestas me he detenido en la entreplanta de la estaci¨®n de Abando, donde Alvaro Vega (Barakaldo, 1964), bajo el titulo Gatzagaz-Salado, muestra su pasi¨®n por el mar. Es el debut en Bilbao de este fot¨®grafo, cuyo trabajo se centra en la comarca de Urdaibai para captar ambientes relacionados con el surf. Sus fotograf¨ªas, en color, son el manifiesto puro de una afici¨®n que forma parte de su vida m¨¢s intensa. El relato es sencillo, natural, sin complejidades estil¨ªsticas, y la ingenuidad compositiva se engrandece con el esfuerzo puesto en la realizaci¨®n.
Harina de otro costal son las fotograf¨ªas en blanco y negro, formato muy comercial (50x50), en papel baritado, positivadas por el propio Patxi Cobo (Ortuella, 1953). Pruebas de autor para animar durante unos d¨ªas el Espacio Marzana, una sala decorada con sencillez e iluminaci¨®n eficaz. Instalada en el paseo de su mismo nombre, recientemente recuperado por el Ayuntamiento para los peatones, frente al Mercado de la Ribera, asomada al borde de la R¨ªa, y aunque todav¨ªa con menos trastienda (todo se andar¨¢) recuerda las coquetas salas parisinas de la rive gauche del Sena. En esta exposici¨®n el autor esta menos encorsetado que en la del Museo de Bellas Artes. El tema no lo conduce ning¨²n edificio en remodelaci¨®n, es la propia voluntad de Patxi la que vuela a su libre albedr¨ªo. Y nunca mejor dicho volar, cuando la estela de las luces de un avi¨®n en la noche del Valle de Mena se convierten en una autentica delicia minimalista. Con un contrapicado sobre una esquina de su comedor nos abre las puertas de su hogar, iluminado por algo que semeja una intensa luna llena. Aprovecha las caprichosas formas producidas por las nubes como manto algodonoso para envolvernos en sus propios sue?os e ilusiones. Abre territorios de intimidad, nos cuenta de la tierra que pisa y de lo que en ella percibe. Cada pieza, enmarcada por un perfil ancho de madera con tonos ferruginosos, como si quisiera recordar su cuenca minera, son partituras impecables, poemas repletos de libertad y belleza, piezas ¨²nicas que no agotan su atractivo por m¨¢s que se las mire. Sin duda, ejemplares que tienen cabida en la pared de la casa m¨¢s sencilla, tambi¨¦n en la m¨¢s sofisticada, y en la colecci¨®n m¨¢s inteligente.
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