La bronca
Con s¨®lo echarle una ojeada a los res¨²menes de fin de a?o de los programas m¨¢s zopencos de la tele, o sea, a los espacios del coraz¨®n o de la bilis al estilo de las cr¨®nicas marcianas, he podido constatar algo harto inquietante, a saber, que la situaci¨®n emocional m¨¢s habitual de nuestra sociedad en los ¨²ltimos tiempos es la bronca. Y no estoy hablando de peque?os enfados, de tensas caras largas y controladas ri?as, sino de monumentales broncas verduleras (con perd¨®n de las verduleras, que son unas aut¨¦nticas se?oras), de fren¨¦ticos insultos intercambiados a gritos, de rabias babeantes y diluvio de perdigones entre antagonistas.
Programa tras programa, los diversos invitados al plat¨® se despellejan vivos y organizan unos guirig¨¢is ensordecedores. Ya s¨¦ que la bronca vende y que no es m¨¢s que un miserable recurso comercial, pero ese gusto perverso por los chillidos y los vituperios ?no indicar¨¢ adem¨¢s que en nuestra vida privada tambi¨¦n le estamos dando a la bronca todo el tiempo? ?No ser¨¢ este zafio embroncamiento la actitud social m¨¢s generalizada en el mundo moderno? Por ejemplo, recuerden a esos energ¨²menos simpatizantes del PNV que abroncaron a los de ?Basta Ya! en la manifestaci¨®n contra ETA de Bilbao: ?no se parecen portentosamente en su groser¨ªa a los personajillos del coraz¨®n que se tiran de los pelos en la tele? Por no hablar del predominio de la bronca a nivel planetario: donde antes hab¨ªa relaciones diplom¨¢ticas, ahora impera la bronca m¨¢s campanuda. Y as¨ª, cuando ya nos hab¨ªamos hecho a la idea de que nos ¨ªbamos a romper la cara contra Irak, resulta que el Apocalipsis va a llegar por un s¨²bito embroncamiento con Corea del Norte.
Pero no quiero mencionar las broncas serias, porque pretendo comenzar el a?o sin demasiadas angustias y para eso, tal como est¨¢ el percal, es mejor recurrir a la desmemoria. Regresemos, pues, a la fea gente vociferante que llena las pantallas de nuestros televisores, desbordando mala baba y ofreci¨¦ndonos un penoso modelo de comportamiento. Ya ven, estamos tan sumidos en la bronca general que hoy echar de menos la buena educaci¨®n resulta cursi. Feliz 2003 y que no les abronquen demasiado.
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