Efectos en las econom¨ªas del Sur
El autor analiza en este art¨ªculo la situaci¨®n y el impacto de la liberalizaci¨®n internacional de los mercados en los pa¨ªses del Sur frente a los del Norte.
El comercio internacional tiene en teor¨ªa dos efectos principales sobre el bienestar de las naciones. Por medio de las importaciones un pa¨ªs ampl¨ªa la oferta de bienes y servicios de que puede disponer. Por medio de las exportaciones puede producir para un mercado m¨¢s amplio que el nacional, y de esta manera aumentar la productividad del trabajo local, que es la fuente y ra¨ªz de toda riqueza. ?stas son las dos fuerzas que han hecho del comercio internacional, a trav¨¦s de la historia, un instrumento del progreso de las naciones. En principio, el comercio internacional, tanto en el Norte como en el Sur, debiera beneficiar a las naciones que lo practican.
Y as¨ª ha sido frecuentemente. El desarrollo de algunos pa¨ªses que han salido de su postraci¨®n econ¨®mica se debe, en gran medida, a una intensificaci¨®n de su comercio internacional. La reconstrucci¨®n de Alemania y Jap¨®n, despu¨¦s de la destrucci¨®n de una terrible guerra, se debi¨® en gran parte a su comercio con otras naciones. Los "tigres asi¨¢ticos" son otro ejemplo.
S¨®lo la solidaridad puede hacer el milagro de que el comercio internacional sea un ¨²til de progreso
Sin embargo, en muchos pa¨ªses del Sur, la menci¨®n del comercio internacional, de liberalizarlo y organizarlo por tratados, produce las mismas reacciones que si se evocara una maldici¨®n. Es que las gentes del Sur, sobre todo las m¨¢s pobres, han tenido malas experiencias con las formas hist¨®ricas concretas de como se organiz¨® y se llev¨® a cabo el comercio internacional.
Los enviados de rey Leopoldo II de B¨¦lgica compraban el marfil de las tribus del Congo con unas barritas de cobre, que los belgas hab¨ªan introducido como medio de cambio. ?sta es, sin duda, una forma extrema del comercio colonial. Hab¨ªa formas m¨¢s civilizadas y humanas de hacerlo, pero todas ellas, aun las que han producido riqueza en las colonias, estaban afectadas por una total asimetr¨ªa en el poder negociador de las partes. Los t¨¦rminos de intercambio los impon¨ªa la potencia colonial seg¨²n sus conveniencias. Los pueblos nativos pronto tuvieron la conciencia de que daban m¨¢s por menos, de que los productos que ellos exportaban eran pagados con importaciones de menor valor, sin que pudieran hacer nada para cambiar la ecuaci¨®n de intercambio. El comercio internacional les aparec¨ªa como una forma de explotaci¨®n o expolio.
Una vez acabado el r¨¦gimen colonial, muchos pa¨ªses del Sur quedaron como petrificados en la producci¨®n y exportaci¨®n de materias primas (minerales, petr¨®leo, frutas tropicales, insumos vegetales, etc.), con las que obtienen los productos industriales. Esta situaci¨®n sigue hoy siendo una realidad para muchos pa¨ªses. Aunque era ya un comercio entre pa¨ªses soberanos, la asimetr¨ªa del poder negociador ha sobrevivido a la dominaci¨®n colonial. Los vendedores del Sur, con la relativa excepci¨®n de la OPEP, tienen menos poder para fijar los precios de las materias primas que los compradores del Norte. Y no digamos nada de los productores individuales de los pa¨ªses del Sur, que a su vez tienen que vender los productos de exportaci¨®n a intermediarios y procesadores nacionales, que se llevan una parte sustancial de las ganancias. Si preguntamos a los cafetaleros de Centroam¨¦rica sobre el comercio internacional, nos dir¨¢n que ha arruinado sus vidas.
Casi todos los pa¨ªses del Sur han diversificado su estructura productiva, en un intento para superar la desventaja que supon¨ªa el deterioro a largo plazo de los t¨¦rminos de intercambio de los productos primarios y las manufacturas. Ahora bien, cuando estos pa¨ªses tratan de vender sus nuevos productos en los grandes mercados de EE UU, Europa y Jap¨®n se encuentran todo tipo de barreras. Mientras a los pa¨ªses del Sur se les ha pedido (o se les ha impuesto) la liberalizaci¨®n completa, con el argumento de que contribuir¨ªa a su desarrollo, los mercados grandes no se han liberalizado tanto y todav¨ªa resultan en buena parte impenetrables. As¨ª, el modelo de crecimiento impulsado por las exportaciones (export-led) no funciona y los pa¨ªses se encuentran con que venden menos productos primarios, sin poder exportar m¨¢s manufacturas. Todas las alusiones al "comercio libre" les suena a ret¨®rica falsa y pura hipocres¨ªa.
La desconfianza del Sur hacia el comercio internacional se debe en gran parte a la manera c¨®mo las innegables ganancias del comercio (incluso del comercio desigual) se reparten entre los ciudadanos. La concentraci¨®n de la riqueza y de los ingresos, que es normal en los pa¨ªses del Sur, tambi¨¦n afecta al reparto de las ganancias del comercio internacional. La mayor¨ªa de la poblaci¨®n apenas experimenta las ventajas del florecimiento del comercio internacional. S¨®lo tiene reducciones de salarios cuando el comercio cae. Pero eso no es problema del comercio, sino de la estructura social del pa¨ªs. Porque, en una sociedad dual, incluso si el comercio exterior fuera equitativo, se repartir¨ªan mal sus ganancias.
Para que el comercio sea beneficioso a las dos partes tiene que llevarse a cabo en determinadas circunstancias: justicia, equidad, simetr¨ªa, paridad en la negociaci¨®n, solidaridad, etc. Si estas condiciones no se dan, se caer¨¢ en el intercambio desigual, en cualquiera de sus formas, del que es muy dif¨ªcil decir que sea un juego suma positiva, es decir, una operaci¨®n en la que las dos partes ganan. La apertura total de los mercados de los pa¨ªses ricos es una de las condiciones (necesaria, pero no suficiente) para que el comercio internacional sea tan beneficioso para los pa¨ªses del Sur como lo es para los del Norte.
Esta apertura no deja de tener problemas. En la actual organizaci¨®n del comercio hay intereses que se ver¨ªan afectados inmediatamente por una mayor apertura de nuestros mercados, agr¨ªcolas y manufactureros. La liberalizaci¨®n afecta necesariamente a quienes producen bajo un r¨¦gimen de protecci¨®n, sea por medio de precios sostenidos, subsidios, aranceles o cuotas. La apertura de los mercados, con todo y ser un acto de justicia, implica decisiones pol¨ªticas que afectan a millones de ciudadanos de los pa¨ªses ricos. Los pa¨ªses del Sur deben tambi¨¦n comprender que no resulta f¨¢cil a los gobernantes aceptar estos intereses de una manera masiva y r¨¢pida. Los conflictos redistributivos siempre son malos para los gobiernos. Dir¨¢n que eso debieran haber pensado cuando les obligaron a liberalizar los mercados del Sur. No se discute la cuesti¨®n de justicia, sino la secuencia y el ritmo de una liberalizaci¨®n necesaria, y la pedagog¨ªa que se requiere en los pa¨ªses ricos para que las medidas liberalizadoras sean pol¨ªticamente viables. Hay que tenerlo en cuenta. S¨®lo la solidaridad puede hacer el milagro de que el comercio internacional sea realmente un ¨²til de progreso econ¨®mico y humano para todos los pa¨ªses.
Luis de Sebasti¨¢n es profesor de Econom¨ªa de ESADE.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.