Cuestionable est¨ªmulo
Que la econom¨ªa estadounidense precisa de est¨ªmulos es algo asumido. Mucho m¨¢s dudoso es que los anunciados por el presidente Bush sean los adecuados: no responden a las causas de la debilidad actual, porque introducen una fuerte discriminaci¨®n a favor de las rentas m¨¢s elevadas y sus efectos netos reducir¨¢n la capacidad de maniobra para est¨ªmulos adicionales, incluidos los que pudieran provenir de la pol¨ªtica monetaria.
A pesar del muy aceptable crecimiento de aquella econom¨ªa el el pasado a?o, en los tres ¨²ltimos meses la desaceleraci¨®n ha sido manifiesta. En ese peor comportamiento reciente y en las m¨¢s adversas perspectivas que se anticipan para el futuro inmediato concurren dos conjuntos de elementos: los excesos del pasado (sobreinversi¨®n, revalorizaciones burs¨¢tiles, esc¨¢ndalos empresariales) y la generaci¨®n de nuevos factores de riesgo, calificados eufem¨ªsticamente como geopol¨ªticos.
A este ¨²ltimo grupo pertenecen la posible guerra con Irak, la intensificaci¨®n del conflicto en Palestina y las m¨¢s recientes tensiones con Corea del Norte, que, lejos de facilitar la superaci¨®n de aquellos excesos, han reforzado la aversi¨®n al riesgo, inhibiendo decisiones de gasto e inversi¨®n, dentro y fuera de Estados Unidos, adem¨¢s de situar el precio del petr¨®leo en niveles muy inquietantes.
En circunstancias tales, estimular la actividad econ¨®mica exigir¨ªa eliminar o reducir significativamente esos riesgos sobrevenidos, posibilitando el crecimiento del gasto de las familias y empresas, y la inflexi¨®n en la tendencia alcista del desempleo. Y eso es dif¨ªcil que lo consiga un plan que descansa esencialmente en est¨ªmulos fiscales (reducciones en la imposici¨®n sobre la renta, eliminaci¨®n de la tributaci¨®n sobre los dividendos y, en mucha menor medida, planes de estimulo a la inversi¨®n en equipo de las peque?as empresas), cuyos principales beneficiarios ser¨¢n los perceptores de mayores rentas y en un horizonte no tan de corto plazo como ahora precisa la econom¨ªa estadounidense.
De los 674.000 millones de d¨®lares que totaliza el conjunto del plan, distribuidos en los pr¨®ximos diez a?os, 364.000 millones ir¨¢n a los perceptores de dividendos procedentes de la inversi¨®n directa en acciones. Las familias con ingresos superiores a 100.000 d¨®lares anuales son propietarias de las dos terceras partes de las acciones del pa¨ªs, pero ser¨¢n las agrupadas en el 1% con rentas superiores a los 300.000 d¨®lares anuales las que acaparen la mayor parte de esas exenciones. De ¨¦stas no cabe esperar una gran sensibilidad de sus decisiones de gasto al ahorro fiscal, por este u otro concepto.
Confiar en la recuperaci¨®n del mercado de acciones como principal propulsor de la actividad econ¨®mica es arriesgado. Pero lo es m¨¢s hacerlo s¨®lo mediante est¨ªmulos fiscales diferenciados, sin eliminar esos nuevos y m¨¢s intensos factores de riesgo, cuyo origen no es otro que la propia administraci¨®n estadounidense. ?No ser¨ªa m¨¢s eficaz despejar la incertidumbre geopol¨ªtica existente y asignar esos recursos fiscales, con un car¨¢cter temporal, a est¨ªmulos directos a la actividad como la restauraci¨®n del subsidio a los desempleados de larga duraci¨®n que lo acaban de perder, a fortalecer el stock de capital p¨²blico o a compensar a los gobiernos de los Estados por el mayor gasto en seguridad?
No les falta raz¨®n a aqu¨¦llos que han visto en esta decisi¨®n de George W. Bush el intento por alejar las acusaciones de inacci¨®n que determinaron el fracaso de su padre. Pero tambi¨¦n hay razones para compartir el temor de quienes creen que puede ser el primer presidente en generar m¨¢s problemas, dentro y fuera de Estados Unidos, que los que ha tratado de solucionar. Por el momento, el balance no es muy tranquilizador: el super¨¢vit p¨²blico que dejaron los dem¨®cratas se ha esfumado en reducciones impositivas que no han mejorado la confianza de sus ciudadanos.
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