Terrorismo y estrategias electorales
Karl Rove, cuyo nombre ha aparecido recientemente en algunos medios, es el gran estratega electoral de George Bush. Cuando, hacia el mes de junio, las perspectivas electorales de los republicanos parec¨ªan m¨¢s bien sombr¨ªas, por los escasos ¨¦xitos en la b¨²squeda de Bin Laden y, sobre todo, por los problemas de orden interno en materia econ¨®mica, Rove aconsej¨® concentrar todas las bater¨ªas en la lucha contra el terrorismo y, muy en especial, en la guerra contra Irak. Esta estrategia persegu¨ªa tres objetivos: tapar los problemas internos, dejar sin espacio de maniobra a la oposici¨®n dem¨®crata y movilizar a los suyos. La estrategia dio buenos frutos. Los republicanos obtuvieron una victoria casi sin precedentes en las elecciones legislativas parciales del pasado martes 5 de noviembre, Bush consolid¨® su liderazgo y los dem¨®cratas todav¨ªa se est¨¢n lamiendo las heridas de la derrota. De hecho, la falta de liderazgo dem¨®crata y la incapacidad para formular una alternativa que, como le exig¨ªa su electorado, no consistiera en una manipulaci¨®n burda y elemental del patriotismo y la raz¨®n de Estado, fueron algunas de las razones que contribuyeron a su derrota.
No se trata de una par¨¢bola de la pol¨ªtica del PP en relaci¨®n con el tema del terrorismo; cada caso es cada caso. Aunque podr¨ªa parecerlo. Cuando las cosas se ponen un poco mal en otros terrenos, ahora claramente con el problema del Prestige, el PP recurre al terrorismo. De hecho, es "el tema" de Aznar, all¨ª donde quiere llevar, ocurra lo que ocurra, la agenda de la pol¨ªtica espa?ola. El tema que piensa que le da r¨¦ditos, reagrupa a los suyos y deja a la oposici¨®n sin capacidad para fijar la agenda. Y probablemente, vistas as¨ª las cosas, el que determinar¨¢ el perfil del candidato m¨¢s id¨®neo para sucederle.
El PP ha utilizado pol¨ªticamente, siempre que le ha convenido, la cuesti¨®n del terrorismo. Algunos dir¨¢n que es l¨®gico que as¨ª sea y que constituye una ingenuidad esperar lo contrario. Otros pretenden que es incluso leg¨ªtimo. En definitiva, todo el mundo dise?a sus estrategias electorales seg¨²n le conviene. Sin duda es as¨ª. Pero entonces tambi¨¦n es leg¨ªtimo denunciar estas estrategias cuando sirven a fines distintos a los que proclaman, cuando se muestran incapaces de alcanzar los objetivos dise?ados o cuando la pr¨¢ctica pol¨ªtica se basa en el cinismo pol¨ªtico y no en los principios morales que se pretende defender.
El pacto antiterrorista firmado entre el PP y el PSOE tiene el valor que tiene. Es un acuerdo entre los dos grandes partidos espa?oles para no utilizar el terrorismo como arma de desgaste pol¨ªtico. Demuestra, en todo caso, una lealtad hacia el Gobierno por parte del PSOE que no tuvo el PP cuando todo val¨ªa en la oposici¨®n frente a Felipe Gonz¨¢lez. Pero el pacto no ser¨¢ completo mientras no sirva para unir a todos los dem¨®cratas contra el terrorismo. Hasta ahora el PP lo ha utilizado seg¨²n sus intereses. Cuando las cosas se le ponen complicadas en cualquier otro campo anuncia unilateralmente, fuera del marco establecido por el pacto, alguna iniciativa pol¨ªtica (ayer fue la ley de partidos, ahora el cumplimiento ¨ªntegro de las penas) y pone a la oposici¨®n ante un hecho consumado; cuando el PSOE inicia alg¨²n tipo de aproximaci¨®n pol¨ªtica hacia el nacionalismo moderado, le acusa de incumplir el pacto antiterrorista.
La nueva iniciativa del PP para el cumplimiento ¨ªntegro de las penas llega despu¨¦s de la gran manifestaci¨®n de Bilbao en contra del terrorismo a la que asisti¨® todo el mundo, menos el PP. No es una casualidad. Despu¨¦s de las elecciones vascas, cada vez que se han producido gestos, insinuaciones, detalles, que podr¨ªan estar indicando que algunas piezas se estaban moviendo en la l¨ªnea de reconstruir un cierto acuerdo entre el nacionalismo moderado y el Partido Socialista, el PP ha tratado de cortar de ra¨ªz esta posibilidad con alguna iniciativa que contribuyera a tensar de nuevo la cuerda. Ahora ocurre otra vez. Por cierto, dirigentes del socialismo vasco estaban en esta manifestaci¨®n. Es una voz a la que hay que escuchar. Han padecido en primera l¨ªnea una situaci¨®n insostenible de falta de libertad. Tienen una doble legitimidad: la de haber contribuido hist¨®ricamente de forma decisiva a la causa vasca y la de ser perseguidos por defender la libertad. Deben de tener todo nuestro apoyo, y en este sentido se echaba en falta que no les acompa?aran en esta manifestaci¨®n, como hab¨ªan hecho en otras en el pasado, los dirigentes m¨¢s destacados del socialismo espa?ol.
Esta manifestaci¨®n deber¨ªa marcar el inicio del final de una etapa de incomunicaci¨®n y falta de di¨¢logo injustificable entre el nacionalismo moderado y democr¨¢tico vasco y los dem¨®cratas espa?oles y, a¨²n m¨¢s incomprensible, entre el Gobierno de Vitoria y el de Madrid. Es un periodo en el que, por un lado, quedar¨¢n para el libro de la historia (una historia a¨²n no superada) la deslealtad que supuso el Pacto de Estella, es decir, el pacto con los terroristas para alcanzar determinados objetivos pol¨ªticos, y la falta de solidaridad (personal y pol¨ªtica) m¨¢s elemental con las v¨ªctimas del terrorismo. Y por otro lado, el fracaso de la estrategia de Mayor Oreja, que propugnaba que para ganar la lucha contra ETA era preciso derrotar pol¨ªticamente al nacionalismo. Es la estrategia que ha conducido a que la l¨ªnea divisoria de la pol¨ªtica vasca no se estableciera entre dem¨®cratas y terroristas, sino entre nacionalistas y espa?olistas; que ha querido asimilar nacionalismo con terrorismo; que ha pretendido expulsar a los nacionalistas vascos fuera de la Constituci¨®n. En definitiva, la estrategia que ha utilizado la Constituci¨®n no para unir e integrar, sino para dividir y excluir.
Esta manifestaci¨®n es tambi¨¦n la plasmaci¨®n de dos hechos. Primero, de que todav¨ªa estamos lejos de la unidad democr¨¢tica en la lucha antiterrorista. En esta manifestaci¨®n, sin ir m¨¢s lejos, faltaba el PP. Al final se impusieron las tesis de Mayor Oreja, seg¨²n el cual la manifestaci¨®n no iba en realidad en contra de ETA, sino que era una pieza m¨¢s de la estrategia soberanista de Ibarretxe. Planteamientos como ¨¦ste hacen que a veces parezca que para el PP el verdadero enemigo es antes el nacionalismo que el terrorismo. Si Mayor tiene raz¨®n, entonces "sus" manifestaciones (la que tuvo lugar tras el asesinato de M. A. Blanco, la de San Sebasti¨¢n en septiembre de 2000) tambi¨¦n formaban parte de una estrategia pol¨ªtica, la suya, para derrotar pol¨ªticamente al nacionalismo moderado. Pero ¨¦sta no es la cuesti¨®n. Aunque as¨ª fuera, lo importante es la unidad en contra de ETA. "Fuera ETA y viva la independencia" o "fuera ETA y viva Espa?a". Los dos valen, si permiten la unidad de aquellos que, aun con proyectos pol¨ªticos distintos, se ponen de acuerdo para situar esta cuesti¨®n como la primera prioridad de la pol¨ªtica vasca.
La manifestaci¨®n es tambi¨¦n la plasmaci¨®n de otro hecho: la coincidencia en la lucha antiterrorista no significa que se deba compartir el mismo proyecto pol¨ªtico de Espa?a. Nunca m¨¢s hay que permitir que el PP, que ha contribuido a tensionar hasta l¨ªmites impensables el panorama pol¨ªtico del Pa¨ªs Vasco, se pueda permitir acusar de terroristas a los discrepantes, de tibios o simpatizantes con el terrorismo a los que tienen otro proyecto pol¨ªtico de Espa?a. Precisamente porque ha demostrado esta lealtad sin fisuras en el apoyo al Gobierno en la lucha antiterrorista, el socialismo espa?ol tiene toda la legitimidad del mundo para proclamar, bien alto y bien fuerte, que el proyecto del PP no es el suyo. Que all¨ª donde el PP presenta un proyecto excluyente, existe la alternativa de un proyecto integrador. Donde el PP muestra la nostalgia por una Espa?a uniforme, el socialismo quiere una Espa?a plural. Donde el PP se recrea en las viejas glorias del nacionalismo espa?ol, el socialismo est¨¢ construyendo una Espa?a en la que todas las nacionalidades deben tener cabida. Donde el PP impone una visi¨®n centralista y radial, el socialismo ofrece una Espa?a descentralizada y pluric¨¦ntrica. ?ste es el mensaje que muchos espa?oles, no s¨®lo catalanes y vascos, esperan o¨ªr del PSOE. El que mejor conecta con el pacto constitucional y el ¨²nico que, a la larga, permitir¨¢ mantener viva la realidad pol¨ªtica de Espa?a.
Antoni Castells es catedr¨¢tico de Hacienda P¨²blica y miembro de la Comisi¨®n Ejecutiva del PSC.
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