Quitar a los pobres para dar a los ricos
El presidente Bush parece dispuesto a demoler el presupuesto de Estados Unidos para los pr¨®ximos a?os. Cuando Bush asumi¨® el cargo, la perspectiva era tener super¨¢vit presupuestarios hasta donde la vista alcanzara. Hoy, gracias a una combinaci¨®n de irresponsables recortes de impuestos, la ralentizaci¨®n de la econom¨ªa, el estallido de la burbuja burs¨¢til y un aumento masivo de los gastos de defensa, los d¨¦ficit enormes dominan el horizonte fiscal.
Tradicionalmente se ha identificado al Partido Republicano de EE UU con presupuestos equilibrados. Eso cambi¨® con la Administraci¨®n de Reagan, cuando el presidente le dijo al pueblo que podr¨ªa disfrutar de recortes de impuestos, de un rearme militar y de la continuaci¨®n de sus programas de gastos favoritos, todo al mismo tiempo. El resultado fue una serie de inmensos d¨¦ficit presupuestarios para limpiar los cuales hicieron falta a?os.
Si los estadounidenses no reaccionan contra el d¨¦ficit causado por la rebaja fiscal, los ricos podr¨¢n marcharse con otro regalo de muchos miles de millones
Tanto Bush padre como Bill Clinton tuvieron que aumentar los impuestos para arreglar el desorden de Reagan. Cuando Clinton dej¨® el cargo en 2000, la situaci¨®n presupuestaria era la mejor en d¨¦cadas. Y entonces lleg¨® George Bush hijo para repetir el papel de Reagan: recortes de impuestos, un gran aumento del gasto militar y la continuaci¨®n o incluso expansi¨®n del gasto popular. En enero de 2001, el super¨¢vit acumulado para los a?os 2002-2011 se proyectaba en 5,6 billones de d¨®lares (aproximadamente la misma cantidad en euros). Hacia mediados de 2002, esas expectativas se hab¨ªan desvanecido.
En vista de este cambio de la coyuntura econ¨®mica, y la sombra de la guerra en Irak, era de esperar que la Administraci¨®n de Bush y el Congreso dirigido por los republicanos se mostraran cautelosos a la hora de defender nuevos recortes de impuestos. Pero no, su principal prioridad es aprobar m¨¢s recortes de impuestos que beneficiar¨¢n mayormente a los ricos. Al mismo tiempo, la Administraci¨®n est¨¢ pidiendo grandes incrementos del gasto militar. Con las elecciones presidenciales de noviembre de 2004 ya en el horizonte, podemos estar seguros de que no se efectuar¨¢ ning¨²n recorte significativo de los programas de gasto no militares.
Por tanto, los d¨¦ficit presupuestarios masivos prometen durar. Si el gasto nacional permanece constante como una fracci¨®n de la renta nacional, el resultado presupuestario acumulado para los pr¨®ximos 10 a?os ser¨¢ un d¨¦ficit conjunto de 1,5 billones de d¨®lares. Pero esta cifra puede ser optimista, porque probablemente no tiene en cuenta adecuadamente el factor de los costes de una posible guerra en Irak, ni de otra ronda de recortes impositivos, ni el riesgo de una subida de los tipos.
?Por qu¨¦ no preocupa este desorden a los republicanos? A algunos de ellos les interesan m¨¢s los recortes de impuestos para los ricos que casi cualquier otra cosa. Otros creen que los d¨¦ficit impondr¨¢n recortes importantes de los gastos gubernamentales internos, encogiendo as¨ª el Estado, que es lo que desean.
Una cuesti¨®n m¨¢s intrigante es por qu¨¦ los estadounidenses votan a favor de tales pol¨ªticas, cuando deber¨ªan saber que probablemente les traer¨¢n problemas. Una respuesta es que muchos votantes no ven los problemas presupuestarios que se avecinan; otra mejor es que la mayor¨ªa de los estadounidenses no votaron realmente a favor de esas pol¨ªticas.
Predigo grandes d¨¦ficit presupuestarios para los a?os venideros y un creciente malestar dentro de Estados Unidos y en el extranjero acerca de la situaci¨®n macroecon¨®mica de EE UU. Puede que los inversores extranjeros decidan dejar de financiar el presupuesto estadounidense y los actuales d¨¦ficit contables en condiciones favorables. Puede que el d¨®lar se debilite, y los temores de inflaci¨®n pueden hacerse m¨¢s pronunciados. Todo ello restar¨¢ confianza a los responsables pol¨ªticos y les har¨¢ menos flexibles en sus respuestas a los impactos econ¨®micos.
Los pobres, tanto dentro de EE UU como en el extranjero, podr¨ªan llevarse la peor parte cuando el presidente Bush y el Congreso digan que, debido a los grandes d¨¦ficit presupuestarios, no queda dinero disponible para hacer frente a los problemas de la pobreza, la enfermedad y la educaci¨®n. A menos que los estadounidenses corrientes tomen conciencia de estos riesgos fiscales, los ricos podr¨¢n marcharse con otro regalo de muchos miles de millones bajo el brazo, mientras el pa¨ªs y el mundo soportan las duras consecuencias durante a?os.
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