Madrid-Atl¨¦tico
Puedes impedirle a alguien que robe, pero no que sea un ladr¨®n, dice en uno de sus libros el escritor austriaco Arthur Schnitzler, y por desgracia uno puede confirmar la veracidad de esa frase dos o tres veces por d¨ªa, s¨®lo hace falta cambiar ladr¨®n por canalla, mentiroso, idiota o criminal y el aforismo vuelve a ser cierto. Sin embargo, no hay por qu¨¦ quedarse nada m¨¢s que con la segunda parte de la sentencia, con su mitad desesperanzada, y olvidar la primera, porque en ese cincuenta por ciento de lo que dice el autor de El teniente Gustl est¨¢n contenidos los principios de la ley y el orden, que no tienen nada que ver con lo que piensan de ellos los reaccionarios, quienes entienden la justicia ¨²nicamente como una m¨¢quina de represi¨®n, un ajuste de cuentas. ?Qu¨¦ es m¨¢s importante, castigar un delito o evitarlo? Ser¨ªa una pregunta sencilla, si no fuera por la cantidad de presidentes del Gobierno y ministros del Interior que la contestan al rev¨¦s y por los escasos esfuerzos que suelen dedicarle a la prevenci¨®n los defensores de la represi¨®n. Suenan parecidas esas dos palabras, represi¨®n y prevenci¨®n, pero son una lo contrario de la otra, sobre todo para las v¨ªctimas.
Ya que estamos en la semana del derbi Real Madrid-Atl¨¦tico de Madrid, que la ciudad entera tiene la cabeza y la boca abarrotadas de Ra¨²l, Fernando Torres y etc¨¦tera; ya que ¨¦ste ser¨¢ un hermoso domingo de Cibeles o Neptuno, la Castellana o el Manzanares; ya que todo eso, llevemos la frase de Arthur Schnitzler al Santiago Bernab¨¦u y cambiemos ladr¨®n por v¨¢ndalo, salvaje o cualquier cosa que prefieran y signifique lo mismo. Estamos de acuerdo en la parte negativa: nadie puede evitar que los ultras violentos dejen de ser lo que son -pongan ustedes el adjetivo-. En lo que no parece que haya tanta seguridad es en el otro cincuenta por ciento de la cuesti¨®n: es posible evitar que alguien haga el salvaje, que importune, agreda, insulte, coh¨ªba o amenace a los dem¨¢s. ?Es posible? La respuesta es s¨ª. ?Se hace? La respuesta es no.
El ministro de Justicia acaba de anunciar una medida para evitar que los hinchas violentos vuelvan a entrar en los estadios: colocarles una pulsera electr¨®nica que permitir¨¢ a la polic¨ªa saber d¨®nde est¨¢n exactamente en cada momento y comprobar que a la hora del partido no entran al campo. La idea, que est¨¢ en proceso de pruebas pero ya se ha aplicado a algunos violadores y otros presos en libertad condicional, es interesante y sustituye al m¨¦todo cl¨¢sico que siguen en Gran Breta?a y que consiste en recluir a los forofos en las comisar¨ªas, a la hora del encuentro. No s¨¦ si, adem¨¢s, ser¨¢ pr¨¢ctica, pero ?por qu¨¦ no probarla y ver qu¨¦ ocurre? Lo que est¨¢ claro es que lo que no hagan las autoridades no lo van a hacer los clubes de f¨²tbol, que son, a partes iguales, c¨®mplices y rehenes de los ultras. El Real Madrid y el Atl¨¦tico de Madrid, como todos los equipos, no s¨®lo toleran a los radicales, sino que los ayudan y los ensalzan. Los neonazis, o lo que sean, llegan a tener sus propias oficinas dentro de los estadios, reciben entradas gratuitas y acompa?an al equipo en los desplazamientos; la mayor parte de los jugadores les r¨ªe las gracias, se deja entrevistar por ellos para sus fanzines, jam¨¢s los censura y los considera, igual que los directivos, la parte m¨¢s activa de la afici¨®n, ignorando que el otro noventa por ciento de esa misma afici¨®n los odia, se averg¨¹enza de compartir sus colores con ellos y suele combatirlos con claridad en el propio estadio, cuando montan alguno de sus numeritos o exhiben alguna de sus pancartas fascistas. El ¨²ltimo martes se oy¨® cantar en el Bernab¨¦u a los ultras contra su propio jugador Tote, por su supuesto inter¨¦s en ser fichado por el Atl¨¦tico de Madrid, y el resto de los aficionados les contest¨® coreando a pleno pulm¨®n el nombre del muchacho, un jugador estupendo ninguneado por el entrenador Del Bosque, tan ecu¨¢nime en otras cosas y tan injusto en este caso.
Ojal¨¢ la pulsera electr¨®nica de la polic¨ªa entre pronto en vigor y aleje del f¨²tbol a los que s¨®lo saben convertir los estadios en tabernas, la rivalidad deportiva en una pelea de matones y las fiestas, en funerales. Cuando eso ocurra, un derbi como el Real Madrid-Atl¨¦tico del domingo ser¨¢ exclusivamente lo que tiene que ser: pura diversi¨®n, ni m¨¢s ni menos. Todo lo dem¨¢s, sobra.
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