Carta a Lula
Se?or presidente:
Soy uno de tantos ciudadanos espa?oles que se ha alegrado inmensamente por su triunfo electoral. Quisiera con toda mi alma que pueda usted hacer de Brasil y, por contagio, de toda Am¨¦rica Latina una tierra m¨¢s pr¨®spera y m¨¢s justa. Pero tengo miedo.
Llevo m¨¢s de cuarenta a?os observando, estudiando y viviendo los esfuerzos de los pueblos de Am¨¦rica Latina para superar la opresi¨®n y la pobreza, y mi experiencia se interpone como una sombra ante mis ojos cuando trato de mirar al futuro. Viv¨ª muchos a?os en El Salvador, donde casi dejo mi piel por ponerme del lado de aquellos que le han elegido a usted. Luego fui empleado del Banco Interamericano de Desarrollo y en esa capacidad trabaj¨¦ en Brasil y pude formarme una opini¨®n t¨¦cnica sobre la complejidad y los desequilibrios de su econom¨ªa. Ahora le escribo porque, en medio de mi entusiasmo por su victoria, me asalta el miedo de que la oligarqu¨ªa tradicional, ese 5% de la poblaci¨®n de Brasil que posee m¨¢s de la mitad -?Dios sabe cu¨¢nto!- de la riqueza del pa¨ªs y que recibe cada a?o el 60% de su renta nacional, no le deje llevar a cabo sus proyectos de reforma social.
Recuerdo que, cuando el presidente Allende comenzaba a poner en marcha su experimento reformista en Chile, un padre jesuita, que entonces apoyaba a la Unidad Popular, pas¨® por nuestra universidad en El Salvador a explicarnos el proyecto. Despu¨¦s de o¨ªrle entusiasmados, uno de los profesores, sin duda "maleado" por la experiencia pol¨ªtica de Centroam¨¦rica, le pregunt¨® con toda ingenuidad: "Pero ?ustedes no temen un golpe?". El jesuita chileno le mir¨® con una cierta superioridad rayana en el desprecio y respondi¨®: "Hombre, Chile es una democracia madura. No estamos, con perd¨®n, en una rep¨²blica bananera". Meses despu¨¦s supimos que s¨ª lo estaban. ?Entiende mis temores?
En El Salvador, el pa¨ªs m¨¢s peque?o de Am¨¦rica Latina, donde los fen¨®menos sociales se dan a escala reducida y, por lo tanto, son m¨¢s f¨¢ciles de observar y analizar, aprend¨ª de primera mano c¨®mo piensa, analiza, conspira y act¨²a una oligarqu¨ªa. La oligarqu¨ªa de Brasil, a la que usted va a tener que enfrentarse para desarrollar su proyecto, ser¨¢ m¨¢s amplia, compleja, sofisticada, pol¨ªtica y negociadora que la de El Salvador en los a?os setenta, pero en el fondo no es diferente. Como no lo es la de Venezuela. A sus miembros los mueven los mismos est¨ªmulos: la avaricia, un desmedido apetito de poder, la decisi¨®n de mantener ¨ªntegros sus posesiones y privilegios, y una determinaci¨®n extrema para defenderlos hasta sus ¨²ltimas consecuencias. Por eso las oligarqu¨ªas latinoamericanas -y la brasile?a no es excepci¨®n- han resistido con ¨¦xito todos los intentos de cambio social, originados tanto en el centro como en la izquierda. La "sociedad dual", de la que Brasil es un ejemplo eximio, se mantiene intacta a trav¨¦s de los tiempos.
La oligarqu¨ªa brasile?a ahora no tiene prisa, porque, aunque usted haya ganado las elecciones presidenciales, ella conserva bien agarradas las palancas del poder real, que es el poder econ¨®mico. Adem¨¢s, usted no tiene mayor¨ªa en el Congreso y ellos est¨¢n contando y reorganizando sus fuerzas para hacer una oposici¨®n decisiva cuando llegue el momento. Ya habr¨¢n comenzado a estudiar uno a uno a los componentes de su Gabinete y de todo su equipo t¨¦cnico de gobierno, para detectar qui¨¦nes pueden ser m¨¢s "accesibles" y m¨¢s "razonables".
Su primera estrategia ser¨¢, como ya lo estamos viendo, la co-optaci¨®n. Tratar¨¢n de borrar las enormes diferencias que separan las demandas de sus electores de los proyectos que ellos estar¨ªan dispuestos a aceptar. Alabar¨¢n su moderaci¨®n y su sensatez con la esperanza de llevarle poco a poco a aceptar que la defensa de los intereses olig¨¢rquicos es una tarea propia del buen gobierno. Le dejaran hacer gestos progresistas, como el de renunciar a la compra de aviones de guerra, lo cual no les afecta realmente, y le apoyar¨¢n si toma medidas para aumentar la seguridad ciudadana, combatir la mendicidad en las calles y aliviar la miseria m¨¢s visible de las grandes ciudades. Respaldar¨¢n probablemente su posici¨®n negociadora sobre el Tratado de Libre Comercio para Am¨¦rica Latina (ALCA), porque asegura a las empresas brasile?as la protecci¨®n de que ahora gozan, y en el fondo, porque saben que los Estados Unidos no tienen un inter¨¦s vital en que el tratado funcione. Le aplaudir¨¢n los gestos, un tanto desesperados, de su Gobierno para renegociar la deuda externa, siempre que no mencione su rechazo, porque la mayor parte de ella es privada, consiste en bonos y en todo caso ser¨¢ muy dif¨ªcil de renegociar. En resumen, que, al principio, la oligarqu¨ªa le puede dar la impresi¨®n de que est¨¢ con usted.
Pero en cuanto toque, o pretenda tocar, la propiedad de la tierra, o la del suelo urbano, los impuestos, la seguridad social, las leyes laborales, y en general, en cuanto pretenda imponer las medidas redistributivas que son normales en las econom¨ªas de mercado socialmente avanzadas, tendr¨¢ que enfrentarse con ella. No lo dude. Si en casi doscientos a?os de independencia no ha permitido que se hiciera nada para eliminar las condiciones feudales o semifeudales en que vive una gran parte de la poblaci¨®n brasile?a, ?por qu¨¦ lo van a hacer ahora precisamente, cuando se ha acabado la guerra fr¨ªa y ya no existe el peligro de una revoluci¨®n armada como la bolchevique?
Cuando llegue ese momento, la oligarqu¨ªa emprender¨¢ el conocido camino de las campa?as de prensa, la desestabilizaci¨®n econ¨®mica, el bloque parlamentario, las movilizaciones y caceroladas de sus servidores, los ruidos de sables, los cierres empresariales y todo lo que haga falta para dar la sensaci¨®n de desgobierno e ingobernabilidad, que prepare el camino a otras elecciones o a un golpe de Estado cruento o incruento. Lo hemos vistos tantas veces... La inc¨®gnita aqu¨ª estar¨ªa en la actitud de los Estados Unidos, porque ya no pueden temer que Brasil se alinee con la desaparecida Uni¨®n Sovi¨¦tica. Pero pueden temer una uni¨®n suya con Ch¨¢vez y Castro para limitar el poder econ¨®mico norteamericano en el continente. Puede que no les guste y pongan en movimiento sus peones especializados en la subversi¨®n de reg¨ªmenes elegidos popularmente. Amigo Lula, no pierda de vista a los militares, que en toda Am¨¦rica Latina constituyen la quinta columna del imperio.
Le espera una dura lucha. A sus seguidores h¨¢galos ver que la esperanza no es incompatible ni con la paciencia ni con la prudencia que se necesitan para gobernar. No deje que nadie corrompa a su Gobierno ni a los altos cargos de la Administraci¨®n, porque la corrupci¨®n, con el fanatismo y la soberbia de las vanguardias, son el c¨¢ncer que puede corroer por dentro su proyecto de progreso. Organice a las bases que le han encumbrado a la presidencia para que defiendan los proyectos que les benefician. Negocie con decisi¨®n y fuerza con los poderes econ¨®micos y h¨¢galos ver que una desestabilizaci¨®n de la econom¨ªa brasile?a (por medio de una fuga de capitales, por ejemplo) sumir¨ªa al pa¨ªs en una crisis financiera de graves consecuencias para todos.
En fin, se?or presidente, le deseo mejor suerte que la que tuvieron Arbenz, Allende, Torrijos, Bishop -y ahora est¨¢ teniendo Ch¨¢vez- y la de todos los gobernantes reformistas, cuyos proyectos cayeron v¨ªctimas de "la alianza contra el progreso" entre las oligarqu¨ªas nacionales, los ej¨¦rcitos herodianos, las multinacionales y los agentes de la guerra fr¨ªa.
El mundo entero le contempla lleno de esperanza. No nos defraude. Y si una vez m¨¢s tratan de impedir que algo cambie en Brasil, le prometo unirme a la movilizaci¨®n universal que se dar¨¢ en defensa de su proyecto democr¨¢tico de progreso y reforma.
Suyo afect¨ªsimo.
Luis de Sebasti¨¢n es catedr¨¢tico de Econom¨ªa de ESADE.
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