Rumores de guerra
En general se cree que la guerra est¨¢ ligada a los buenos tiempos econ¨®micos. A menudo se dice que la Segunda Guerra Mundial sac¨® al mundo de la Gran Depresi¨®n, y desde entonces la guerra ha aumentado su reputaci¨®n de ser un acicate del crecimiento econ¨®mico. Algunos insin¨²an incluso que el capitalismo necesita de las guerras, que sin ellas la recesi¨®n siempre estar¨ªa acechando en el horizonte.
Hoy d¨ªa sabemos que esas ideas son un disparate. La expansi¨®n de los a?os noventa dej¨® claro que la paz es econ¨®micamente mucho mejor que la guerra. La del Golfo, de 1991, demostr¨® que las guerras pueden ser de hecho malas para una econom¨ªa. Aquel conflicto contribuy¨® poderosamente a la llegada de la recesi¨®n de 1991 (que, deber¨ªa recordarse, fue probablemente el factor clave que impidi¨® la reelecci¨®n del primer presidente Bush en 1992).
Los costes de cualquier guerra son elevados y no deben medirse s¨®lo en t¨¦rminos econ¨®micos
Los efectos econ¨®micos de una guerra con Irak no ser¨¢n buenos
Lo actual situaci¨®n es mucho m¨¢s parecida a la de la guerra del Golfo que a la de las guerras que hayan podido contribuir al crecimiento econ¨®mico. De hecho, los efectos econ¨®micos de una segunda guerra contra Irak probablemente ser¨ªan mucho m¨¢s adversos. La Segunda Guerra Mundial exigi¨® una movilizaci¨®n total, y fue esa movilizaci¨®n total, que requiri¨® la totalidad de los recursos de un pa¨ªs, lo que erradic¨® el paro. Guerra total significa pleno empleo. Por el contrario, los costes directos de un ataque militar al r¨¦gimen de Sadam Husein ser¨¢n min¨²sculos por lo que se refiere al gasto total del Gobierno de EE UU. La mayor¨ªa de los analistas sit¨²an los costes totales de la guerra en menos del 0,1% del PIB, y como m¨¢ximo en el 0,2%. Gran parte de esos costes, adem¨¢s, incluyen el uso de municiones que ya existen, lo que implica que proporcionar¨¢ escasos o nulos est¨ªmulos a la econom¨ªa actual.
El compromiso (titubeante, seg¨²n propia confesi¨®n) de la Administraci¨®n de Bush con la prudencia fiscal significa que gran parte, quiz¨¢ la mayor¨ªa, de los costes de la guerra se compensar¨¢n con recortes del gasto en otras partes. Las inversiones en educaci¨®n, salud, investigaci¨®n y medio ambiente ser¨¢n desplazadas casi inevitablemente. Por consiguiente, la guerra ser¨¢ claramente mala en lo que respecta a lo realmente importante: el nivel de vida de la gente corriente.
As¨ª pues, Estados Unidos ser¨¢ m¨¢s pobre, tanto ahora como en el futuro. Obviamente, si esta aventura militar fuera de hecho necesaria para mantener la seguridad o preservar la libertad, tal como proclaman sus defensores y promotores -y si demostrase tener tanto ¨¦xito como sus impulsores esperan-, entonces el coste podr¨ªa, a pesar de todo, merecer la pena. Pero eso es otra cuesti¨®n. Quiero desenmascarar la idea de que es posible lograr los fines de la guerra y beneficiar al mismo tiempo a la econom¨ªa.
Existe tambi¨¦n el factor de la incertidumbre. Por supuesto, resolver la incertidumbre no es raz¨®n para invadir Irak prematuramente, ya que los costes de cualquier guerra son elevados, y no deben medirse ¨²nicamente, o b¨¢sicamente, en t¨¦rminos econ¨®micos. Se perder¨¢n vidas de inocentes, posiblemente muchas m¨¢s de las que se perdieron el 11 de septiembre de 2001. Pero la espera de la guerra acent¨²a las incertidumbres que ya lastran a la econom¨ªa estadounidense y mundial:
- Las incertidumbres derivadas del d¨¦ficit fiscal que se avecina en EE UU, debido a una mala gesti¨®n macroecon¨®mica y un recorte de impuestos que el pa¨ªs no puede permitirse.
- Las derivadas de la inacabada "guerra contra el terrorismo".
- Las asociadas a los masivos esc¨¢ndalos contables y bancarios de las grandes empresas, y los esfuerzos poco entusiastas de la Administraci¨®n de Bush para llevar a cabo la reforma, a consecuencia de lo cual nadie sabe el valor real de las empresas estadounidenses.
- Las relacionadas con el enorme d¨¦ficit comercial de EE UU, que ha alcanzado niveles sin precedentes. ?Estar¨¢n dispuestos los extranjeros a seguir prestando a EE UU, con todos sus problemas, a un ritmo superior a mil millones de d¨®lares al d¨ªa?
- Las relativas al Pacto de Estabilidad de Europa. ?Sobrevivir¨¢, y si lo hace, ser¨¢ bueno para Europa?
- Por ¨²ltimo, las incertidumbres relacionadas con Jap¨®n: ?arreglar¨¢ por fin su sistema bancario, y si lo hace, hasta qu¨¦ punto ser¨¢n negativas sus repercusiones a corto plazo?
Algunos insin¨²an que EEUU puede estar yendo a la guerra para mantener los suministros de petr¨®leo estables, o promover sus intereses petroleros. Pocos pueden dudar de la influencia que tienen los intereses petroleros en el presidente Bush; prueba de ello es la pol¨ªtica energ¨¦tica de la Administraci¨®n, con su ¨¦nfasis en la expansi¨®n de la producci¨®n petrol¨ªfera antes que en la protecci¨®n del medio ambiente.
Pero incluso desde el punto de vista de los intereses petroleros, la guerra contra Irak es una empresa arriesgada: no s¨®lo su impacto sobre el precio y, por tanto, sobre el precio de las compa?¨ªas petroleras es enormemente incierto, sino que no podr¨¢ ignorarse f¨¢cilmente a otros productores de petr¨®leo, entre ellos Rusia y los intereses europeos.
De hecho, si Estados Unidos va a la guerra, nadie puede predecir el efecto que tendr¨¢ en los suministros de petr¨®leo. Podr¨ªa establecerse un r¨¦gimen iraqu¨ª pac¨ªfico y democr¨¢tico. Ese nuevo r¨¦gimen, desesperado por conseguir fondos para la reconstrucci¨®n, podr¨ªa vender grandes cantidades de petr¨®leo, y hacer que bajen los precios mundiales del crudo. Los productores nacionales estadounidenses, al igual que los de pa¨ªses aliados como M¨¦xico y Rusia, sufrir¨ªan efectos devastadores, si bien los usuarios de hidrocarburos en todo el mundo saldr¨ªan enormemente beneficiados.
O bien el caos que se desatase en el mundo musulm¨¢n podr¨ªa conducir a interrupciones del suministro de petr¨®leo, y a elevar los precios como consecuencia. Ello complacer¨ªa a los productores de petr¨®leo en otras partes del mundo, pero tendr¨ªa consecuencias enormemente adversas para la econom¨ªa global, similares a las resultantes de la subida de los precios del crudo en 1973.
Dondequiera que miremos, los efectos econ¨®micos de la guerra con Irak no ser¨¢n buenos. Los mercados aborrecen la incertidumbre y la volatilidad. La guerra, y la anticipaci¨®n de la guerra, traen ambas. Debemos estar preparados.
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