Sitges, la fea
Hac¨ªa tiempo que no visitaba Sitges. Aunque ya conoc¨ªa su degradaci¨®n urban¨ªstica, esta vez me he quedado at¨®nito ante tantas barbaridades, tantos errores, tanto desprecio a una tradici¨®n de cultura y de vivacidad tur¨ªstica que promet¨ªa unas perspectivas de cierta distinci¨®n social y urbana. Ahora se ha convertido en una de las ciudades m¨¢s agresivamente feas de Catalu?a y lo que queda del min¨²sculo centro hist¨®rico y los residuos de los testimonios de los a?os felices y prometedores no logra siquiera difundir un aliento de dignidad.
La desenfrenada suburbializaci¨®n degradada del paisaje del entorno no creo que tenga ning¨²n paralelo, aunque sea un fen¨®meno evidente tambi¨¦n en todas nuestras ciudades, sobre todo los centros tur¨ªsticos y balnearios. Pero no recuerdo en Palafrugell, en Sant Feliu de Gu¨ªxols, en Pineda, en Salou o en las playas decadentes de Castell¨®n y Valencia un caso como el de Sitges, ni en la cantidad acumulada ni en la p¨¦sima calidad arquitect¨®nica. Con un agravante: en la Blanca Subur, como se la llamaba antes, la arquitectura de los nuevos apartamentos -esos bloques construidos con material escatol¨®gico- ha invadido sus propios ensanches urbanos y ha convertido toda la ciudad en un suburbio centralizado, un cat¨¢logo comprimido de fealdades insanas, invivibles, una escenograf¨ªa de la barbarie.
?Qui¨¦nes pueden ser los culpables de este desastre? Ante todo, hay que acusar a los propietarios y promotores inmobiliarios y a sus arquitectos. Pero los promotores no han hecho m¨¢s que apurar las ventajas econ¨®micas que les proporciona eso que se llama liberalismo y econom¨ªa de mercado. Ya nos vamos acostumbrando a que la especulaci¨®n -incluso la ilegal- sea aceptada sin principios morales como un mal indispensable para el pretendido enriquecimiento colectivo. Pero, en cambio, a los arquitectos ?es que no vamos a exigirles unos principios ¨¦ticos y una solvencia profesional? ?Por qu¨¦ se habr¨¢n acumulado tantos arquitectos inmorales en la bella geograf¨ªa de Sitges, aquella en la que antes de la guerra artistas y burgueses ilustrados se hab¨ªan esmerado tanto? Quedan los restos de la generaci¨®n de Rusi?ol y Utrillo, y tambi¨¦n la escasa pero excelente presencia m¨¢s reciente de Sert-Torres, Mitjans, Sostres, Coderch, Correa-Mil¨¢, perdida y mutilada entre basuras ignominiosas. ?Qui¨¦nes son esos nuevos arquitectos desaprensivos? Habr¨ªa que provocar la indignaci¨®n popular -si es que el pueblo tiene todav¨ªa capacidad de indignarse- escribiendo en la fachada de cada casa y de cada bloque el nombre de su abominable autor.
Pero la responsabilidad de los arquitectos es incluso anecd¨®tica al lado de la de los funcionarios y pol¨ªticos municipales. He de suponer que cada edificio, cada nueva calle, cada urbanizaci¨®n, tiene una licencia oficial, porque no me atrevo a atribuir todos los desastres s¨®lo a la desidia administrativa o a la corrupci¨®n. ?Qu¨¦ pensaban los arquitectos asesores del Ayuntamiento y los alcaldes elegidos democr¨¢ticamente cuando firmaban licencias que inevitablemente comportaban la cancerizaci¨®n de su ciudad y de todos sus entornos? Una peque?a parte del desastre se puede atribuir a los alcaldes franquistas, que eran, p¨²blicamente, unos irresponsables. En cambio, a los dem¨®cratas, en cuyo ejercicio se ha producido la hecatombe, hay que acusarlos, sin duda, de mal gobierno. Si les preguntamos por qu¨¦ lo permitieron, muchos de ellos nos dar¨¢n respuestas encubridoras de diversas incapacidades inconfesables y quiz¨¢ la ¨²nica v¨¢lida sea que la p¨¦sima financiaci¨®n local, tan mal planeada por el Gobierno central y por el de la Generalitat, s¨®lo se pod¨ªa mejorar con el aumento indiscriminado de licencias de construcci¨®n en el ¨¢mbito del municipio, aunque fuesen abusivas e ilegales.
Y durante este tiempo, ?cu¨¢l ha sido la funci¨®n del Departamento de Pol¨ªtica Territorial de la Generalitat, que al fin es la gran responsable del desastre, cometido en su mayor parte durante la democracia y la autonom¨ªa? S¨®lo puede haber tres escenarios posibles: que haya un plan general aprobado que permita esos desastres especulativos y, por lo tanto, sin posibilidad de correcci¨®n ni de reprimenda; que haya un plan aprobado por la Generalitat que no los permita y que el departamento haya sido incapaz de imponerlo y de evitar los abusos; que no haya ning¨²n plan y que est¨¦ todo abandonado a la anarqu¨ªa de los intereses privados. En el primer caso, se demostrar¨ªa que los planes aprobados no s¨®lo est¨¢n equivocados, sino que son perniciosos y que el m¨¦todo de control es inadecuado. En el segundo, quedar¨ªa clara la grave incompetencia del departamento. Y en el tercero, reconocer¨ªamos que la Generalitat, en materia de control urbano, es inservible. Pero creo que el escenario real es m¨¢s complicado porque se alimenta de los tres: hay unos planes ya inicialmente mal hechos que se adaptan a ciertas exigencias de la especulaci¨®n, hay modificaciones e interpretaciones de estos planes bajo las presiones sucesivas de los promotores, hay influencias que pueden interpretarse como corruptas, hay una ausencia total de vigilancia y de instrumentos de control a favor de un libertinaje interesado y, sobre todo, hay una incapacidad t¨¦cnica o, por lo menos, unos graves errores metodol¨®gicos en toda la pol¨ªtica del departamento. Es decir, hay una pol¨ªtica de general consentimiento al asesinato urbano en favor de la voracidad de un capital que, adem¨¢s de inculto y antisocial, es sencillamente miserable. ?sa es la pol¨ªtica que debe corresponder a los partidos profundamente de derechas.
Oriol Bohigas es arquitecto.
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