Tormenta en un vaso de agua
Las exageradas reacciones a las declaraciones de Jim¨¦nez de Parga son una tormenta en un vaso de agua, pero tanto las declaraciones como las r¨¦plicas han tenido la virtud de volver a recordarnos que la cuesti¨®n territorial est¨¢ a flor de piel por la sencilla raz¨®n de que no tenemos resueltas cuestiones b¨¢sicas sobre la identidad de Espa?a. En Espa?a, y s¨®lo en Espa?a, seguimos sin saber exactamente qu¨¦ es lo que somos. Jim¨¦nez de Parga no ha entrado en la cuesti¨®n de las nacionalidades y regiones, ni mucho menos en cuestiones sobre la estructura jur¨ªdica que son las Comunidades Aut¨®nomas (CC AA).
Entiendo, por lo le¨ªdo, que ¨¦l se ha referido al sustrato social e hist¨®rico sobre el que se superponen esas estructuras jur¨ªdicas. S¨®lo ha hablado de la distinci¨®n entre regiones hist¨®ricas y supuestamente no hist¨®ricas, no entre regiones y nacionalidades. Por tanto, no est¨¢ poniendo en cuesti¨®n ning¨²n pronunciamiento constitucional, sino un sobreentendido, pol¨ªticamente correcto, que, como ¨¦l ha dicho, se admiti¨® como un t¨®pico a partir del cual se construy¨® otra distinci¨®n, ¨¦sta s¨ª constitucional, entre nacionalidades y regiones, y sobre ¨¦stas se crearon las CC AA, que tienen todas la misma naturaleza, seg¨²n distintos pronunciamientos del Tribunal Constitucional.
Si lo que Jim¨¦nez de Parga ha querido decir es que todas las CC AA son el mismo tipo de entidad constitucional, se hayan creado sobre una nacionalidad o sobre una regi¨®n, hay que darle la raz¨®n. Si lo que ha querido decir es que el t¨¦rmino "hist¨®rica" se ha tergiversado para pretender una diferente naturaleza de las CC AA, hay que darle la raz¨®n. Yo no le he o¨ªdo decir que las nacionalidades y las regiones no existan como entidades diferentes subyacentes a las CC AA, porque entonces s¨ª habr¨ªa negado un pronunciamiento constitucional.
De cualquier forma, ¨¦se no es el debate que me preocupa. Mi idea de Espa?a pasa por admitir de buen grado que cada uno, individual o regionalmente, se sienta espa?ol como mejor lo considere. Me parece muy bien que cada cual se ponga los apellidos que necesite para saber qui¨¦n es. Yo no tengo ese problema; soy extreme?o, espa?ol y ciudadano del mundo, y con eso me basta para conducirme con m¨¢s o menos acierto en este complejo mundo globalizado, pero admito que haya otros ciudadanos que necesiten adjetivar m¨¢s su definici¨®n para poder encontrar su identidad. Pasa en las mejores familias, ?por qu¨¦ no va a poder pasar en los mejores territorios? Mi comprensi¨®n en ese asunto me lleva hasta la aceptaci¨®n de quienes se definen como no espa?oles. Ser¨ªa muy sensato que todos pudi¨¦ramos aceptar la definici¨®n que de espa?ol quiera hacerse cada uno, individual o colectivamente. Def¨ªnase como quiera, incluido el definirse como no espa?ol, con la siguiente condici¨®n: defienda la libertad de los dem¨¢s para que tambi¨¦n su definici¨®n sea respetada y respetable, y participe en un proyecto colectivo donde la cohesi¨®n y la solidaridad entre todos est¨¦ garantizada.
?Y c¨®mo se lleva eso a la pr¨¢ctica? En primer lugar, poni¨¦ndonos, de una vez y definitivamente, de acuerdo sobre una teor¨ªa pol¨ªtica y sobre una definici¨®n de Espa?a. Espa?a no puede seguir siendo s¨®lo un "Estado social y democr¨¢tico de derecho" (art¨ªculo 1 CE), porque esa definici¨®n puede ser v¨¢lida para Francia, Portugal o Alemania. Espa?a no puede ser "el Estado de las Autonom¨ªas", porque eso no est¨¢ escrito en ning¨²n art¨ªculo de la Constituci¨®n. Espa?a no puede ser aquello que diga el presidente del Gobierno de Espa?a, porque la radicalidad de Aznar en este asunto es preocupante y aparentemente influida por aquellos conversos que pasaron del entorno radical vasco al espa?olismo ca?¨ª de las moquetas madrile?as del PP. Emplazar a los socialistas a defender la libertad, identificando lo que no es libertad con el nacionalismo, es un insulto, tanto a los socialistas como a los nacionalistas. La criminalizaci¨®n del nacionalismo alcanza ya a todo aquel que no lo entienda como Aznar. Por fin, Espa?a no puede ser la que cada presidente de cada Comunidad Aut¨®noma dice que es, porque nos encontramos con 17 definiciones de Espa?a, cosa que no ocurre en ning¨²n pa¨ªs compuesto y descentralizado. En Estados Unidos todo el mundo sabe qu¨¦ es Estados Unidos, y lo mismo ocurre en Alemania, por poner dos ejemplos de Estados descentralizados. Aqu¨ª, basta que alguien tire una piedra al estanque para que el revuelo sea impresionante, ante la incredulidad de los ciudadanos, que no saben ni de qu¨¦ discutimos ni para qu¨¦ la discusi¨®n.
En segundo lugar, articulando un punto de encuentro donde la cohesi¨®n y la solidaridad puedan expresarse y materializarse. Ese punto s¨®lo puede ser un nuevo Senado que responda a la nueva articulaci¨®n territorial de Espa?a. El Senado actual no molesta, y puede seguir as¨ª durante cien a?os m¨¢s, porque lo que no molesta no estorba, pero est¨¢ dejando de cumplir un papel fundamental como instrumento valios¨ªsimo de articulaci¨®n territorial. El Senado actual responde a una Espa?a que apuntaba la Constituci¨®n, pero que no desarrollaba. En 1978 nadie sab¨ªa exactamente en qu¨¦ iba a terminar ese modelo territorial. No se ten¨ªa una idea exacta de cu¨¢ntas CC AA iba a haber; ni se sab¨ªa si todas tendr¨ªan la misma naturaleza y conformaci¨®n, con independencia de su origen hist¨®rico y pol¨ªtico. Hoy s¨ª sabemos ya en qu¨¦ ha terminado todo. Ya tenemos un Gobierno central, 17 CC AA y dos Ciudades Aut¨®nomas, pero honradamente hay que reconocer que cada instancia funciona en paralelo, sin que existan puntos de encuentros reglados que permitan abordar situaciones complejas desde estructuras complejas. He dicho en m¨¢s de una ocasi¨®n que los presidentes de CC AA nos vemos m¨¢s en Bruselas que en Espa?a. Juntos, lo que se dice juntos, en una mesa para hablar de un problema nacional o internacional, hace unas semanas, para hablar del chapapote. Y, as¨ª y todo, faltaron los dos presidentes que m¨¢s ten¨ªan que decir: Fraga y Aznar.
Podemos seguir as¨ª mucho tiempo, porque, mal que bien, la cosa funciona, pero a cada rato volveremos a pelearnos por los nombres, por los apellidos o por la memoria de Viriato. ?Es posible que seamos tan in¨²tiles?
Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra es presidente de la Junta de Extremadura.
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