Literatura y diversi¨®n
Antes y despu¨¦s de la aparici¨®n de su tercera novela, Las correcciones (2001), con traducci¨®n al castellano en Seix Barral y al catal¨¢n en Columna en 2002, aplaudida y celebrada recreaci¨®n sat¨ªrica de una familia media norteamericana de los noventa, los Lambert, Franzen ha venido insistiendo en que no se siente deudor de la literatura de Tom Wolfe, pero lo cierto es que su ¨®pera prima, Ciudad veintisiete (1988) sale a la luz un a?o despu¨¦s de la publicaci¨®n de La hoguera de las vanidades, aparece en el mismo cat¨¢logo, el de la prestigiosa Farrar, Straus & Giroux, aboga por la s¨¢tira social y retrata de un modo hilarante y panor¨¢mico la agitada d¨¦cada de los ochenta.
M¨¢s a¨²n, sus desavenencias
CIUDAD VEINTISIETE
JONATHAN FRANZEN TRADUCCI?N DE LUIS MURILLO FORTALFAGUARA. MADRID, 2003 597 P?GINAS. 20,95 EUROS
con la po¨¦tica experimental de Thomas Pynchon, Don DeLillo y otros posmodernos norteamericanos es palmaria, como lo son las de Wolfe, y toma en cambio partido por modelos m¨¢s tradicionales de novela, alentando a los narradores a no enfrascarse en solipsismos, y reivindicando en un pol¨¦mico art¨ªculo de Harper's titulado Perchance to Dream (1996) -incluido como ?Por qu¨¦ molestarse? en la colecci¨®n de ensayos que con el t¨ªtulo de C¨®mo estar solo publicar¨¢ en breve Seix Barral- las virtudes de la novela tradicional tanto como la necesaria comuni¨®n del escritor con una mayor¨ªa de lectores, advirti¨¦ndonos, en declaraciones a The New York Times Book Review, de que "si el lector no se divierte, escribir no tiene sentido", si bien es verdad que, como ni siquiera las conquistas formales pasan jam¨¢s en balde, se encuentran vestigios de concesiones a la neovanguardia posmoderna, como el collage o las parodias fon¨¦ticas.
En definitiva, s¨ª, su primera novela es divertida, y hasta disparatada, fren¨¦tica, urdida de acuerdo con sus objetivos literarios b¨¢sicos, alcanzar un nivel literario indiscutible sin perder lectores por el camino. Tal vez sus m¨¦todos de composici¨®n -la documentaci¨®n en su estudio- resulten distintos a los de Wolfe -el cahier de notes y el trabajo de campo-, pero le guste o no, el universo ficcional de Ciudad veintisiete, su construcci¨®n coral -los personajes, ?ay!, se quedan con frecuencia en arquetipos, como el capitoste Martin Probst-, su hodiernismo urbano y su jugosa s¨¢tira social remiten al te¨®rico del nuevo periodismo, y nada ocurre porque as¨ª sea.
Ambicioso, Franzen se vale de
muchos cebos para llenar de lectores su red, perge?a tramas de corrupci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica en la ciudad de San Luis, abierta en canal ante los ojos del lector, que no desentonar¨ªan en las enrevesadas conspiraciones de Grisham -la estrafalaria figura de Susan Jammu, jefa de polic¨ªa llegada de Bombay, resulta una suerte de perversa Mata Hari-, reproduce di¨¢logos de distintos ambientes sociales con la escrupulosidad -?y el buen o¨ªdo!- de un naturalista, aprende las lecciones de su idolatrado DeLillo en materia de cr¨ªtica de la cultura (de los ochenta, entre la banalidad y la violencia), construye ambientes que entusiasmar¨ªan a David Lynch, imagina episodios surrealistas, como la invasi¨®n hind¨² de la metr¨®polis de San Luis, y cambia de g¨¦nero de un modo constante -relato detectivesco, envenenada cr¨®nica social, farsa, parodia de un thriller de la guerra fr¨ªa- hasta componer una trama enloquecida, err¨¢tica, dispersa, acumulativa y camale¨®nica, en la que se encuentran las mejores virtudes y los peores desprop¨®sitos de esta cinematogr¨¢fica, ruidosa y centr¨ªfuga primera novela de Jonathan Franzen, hoy aclamado como la gran esperanza blanca, junto a David Foster Wallace y pocos m¨¢s, de la Gran Novela Americana.
Dec¨ªa Ch¨¦jov que si al principio de una novela se dice que hay un clavo en la pared, al final el h¨¦roe debe colgarse de ese clavo. Franzen llega a colgar tantas cosas en ese clavo de marras, que al final opta, y hace bien, por marcharse antes de que se caigan todas. Y reaparece muchos a?os despu¨¦s, menos atolondrado y m¨¢s maduro, en Las correcciones, m¨¢s interesado por la familia que por la ciudad, esto es, m¨¢s cercano a Updike que a Wolfe.
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