Temas nuevos y de siempre
Las grandes manifestaciones del pasado s¨¢bado en Washington y San Francisco apuntan a la progresiva consolidaci¨®n de un heter¨®geneo movimiento antiguerra que esta vez se inicia bastante antes de lo que ocurri¨® en la guerra del Vietnam, implicando a sectores religiosos e incluso conservadores que no estuvieron presentes en anteriores din¨¢micas. En cambio, el impacto en los grandes medios de comunicaci¨®n del pa¨ªs es relativamente escaso. La explicaci¨®n podr¨ªa derivar de la posici¨®n dubitativa y m¨¢s bien favorable del grueso de los dem¨®cratas, que han quedado atrapados en la din¨¢mica generada tras el 11 de septiembre de 2001 y no se atreven a despegarse de la presidencia en esta cuesti¨®n.
De alguna manera, la vida pol¨ªtica oficial y de los dos grandes partidos sigue instalada en la l¨®gica septembrina, a pesar de que en muchos otros campos las cosas van volviendo lentamente a su cauce. Simb¨®licamente, la televisi¨®n recog¨ªa hace unos d¨ªas el regreso a su hogar, 15 meses despu¨¦s, de una pareja que viv¨ªa y vive en un apartamento enfrente de lo que era el World Trade Center en Nueva York. El reportaje recog¨ªa las vistas actuales del apartamento hacia la zona llamada ahora ground zero y las declaraciones de la pareja sobre las grandes dificultades burocr¨¢ticas que han tenido que ir superando primero para recuperar sus cosas, limpiar despu¨¦s el apartamento del polvo provocado por el desastre y finalmente regresar a su hogar.
Ese lento regreso a la fase previa al 11 de septiembre se va dando tambi¨¦n en otros campos. Los datos estad¨ªsticos demuestran que del 16% de descenso en el uso de aviones comerciales inmediatamente despu¨¦s del ataque al World Trade Center se ha ido pasando lentamente a los niveles anteriores y hoy la disminuci¨®n es s¨®lo de tres o cuatro puntos. Por otra parte, las encuestas se?alan que el gran apoyo de que goz¨® el Gobierno de Bush las semanas posteriores al 11 de septiembre ha ido poco a poco deterior¨¢ndose. En abril de 2001, la proporci¨®n de americanos insatisfechos de c¨®mo iban las cosas en el pa¨ªs era del 47%. Entre octubre y diciembre de 2001, ese porcentaje descendi¨® al 28%-29%. En diciembre de 2002, ese descontento lleg¨® al 51% de la poblaci¨®n, y sigue aumentando.
Las encuestas muestran asimismo que los norteamericanos est¨¢n menos dispuestos ahora que a finales de 2001 a renunciar a ciertas libertades si ello comporta una mejor capacidad de luchar contra el terrorismo. En octubre de 2001, el 79% de los estadounidenses se manifestaban positivamente ante una cuesti¨®n como la planteada. En junio del 2002, ese porcentaje hab¨ªa descendido al 46%, lejos a¨²n del 29% de abril de 1997, pero con una constante reducci¨®n de los favorables a aceptar el conflicto entre seguridad y libertad. A pesar de ello, las autoridades han iniciado un sistem¨¢tico escrutinio de los inmigrantes llegados de los pa¨ªses ¨¢rabes, independientemente del tiempo que lleven en el pa¨ªs, lo cual est¨¢ generando algunas cr¨ªticas sobre lo indiscriminado de la medida y los efectos de estigmatizaci¨®n en un colectivo ya suficientemente castigado en los ¨²ltimos dos a?os.
La propuesta que realiz¨® el presidente Bush a favor de una mayor implicaci¨®n social en las labores colectivas del pa¨ªs y de aumentar la presencia de los voluntarios en la escena p¨²blica tuvo un impacto positivo inmediatamente despu¨¦s de los hechos de setiembre 2001. Pero, de nuevo, la normalidad se ha ido imponiendo y se est¨¢n recuperando los niveles previos. Los estudiosos del tema, como Amitai Etzioni (www.gwu.icps), apuntan que se ha perdido una muy buena oportunidad al respecto, ya que al escoger el camino de reforzar el Estado, de poner el acento en una nueva carrera armamentista y en el aumento de la capacidad de intervenci¨®n
incluso preventiva de Estados Unidos en el escenario internacional, se ha desmovilizado a la sociedad, reduciendo los niveles de solidaridad e implicaci¨®n comunitaria existentes en ciertos momentos. Curiosamente, en las semanas posteriores al 11 de septiembre descendieron ligeramente los niveles de divorcio y la tasa de nacimientos, aunque es necesario se?alar que ese descenso coincid¨ªa con una tendencia m¨¢s general que se hab¨ªa ido detectando en el ¨²ltimo decenio.
En las ¨²ltimas semanas, a medida que ha ido recrudeci¨¦ndose la presi¨®n sobre Irak y la frase de Bush "el tiempo se acaba" va tomando pleno sentido, lo cierto es que se ha entrado en una fase en la que van apareciendo viejos temas de siempre de la agenda de pol¨ªticas p¨²blicas norteamericana, que el aparato gubernamental va abriendo de manera inopinada. Como dijo la actriz Jessica Lange el pasado s¨¢bado frente al Capitolio, el ruido de la guerra no permite detectar con claridad las nuevas amenazas que se est¨¢n cerniendo sobre los logros conseguidos en las pol¨ªticas sociales, en los derechos de la mujer y en la protecci¨®n ambiental. Mientras, se propone reducir los impuestos para activar la econom¨ªa, se reabren temas como las pol¨ªticas de protecci¨®n de las minor¨ªas en su acceso a la ense?anza superior, se sigue empe?ado en endurecer las medidas de represi¨®n de los delincuentes con nuevas reafirmaciones sobre la pena de muerte, se avanza en la idea de prohibir de manera generalizada el aborto y se insiste en el protagonismo de las iglesias en la aplicaci¨®n de la pol¨ªtica social. Todo ello tras la gran cortina de humo de la campa?a contra Irak, la insistencia sobre el "eje del mal", las amenazas a Corea del Norte y el gran proceso de rearme iniciado a pesar de las malas perspectivas econ¨®micas.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB. Actualmente ense?a en Georgetown University (Washington)
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