El eterno tri¨¢ngulo
Francia y Alemania celebraron el pasado mi¨¦rcoles su aniversario de boda. Pero lo cierto es que hay tres en este matrimonio, lo cual, como observ¨® en cierta ocasi¨®n la princesa Diana, hace que est¨¦ un tanto abarrotado. El Reino Unido ha sido siempre el tercero en el eterno tri¨¢ngulo de Europa.
Como Julia Roberts en la pel¨ªcula La boda de mi mejor amiga, el Reino Unido pronuncia empalagosos discursos de enhorabuena ante la feliz pareja, aunque hasta ayer mismo estaba intentando robar el novio. Salvo por el hecho de que esto no es la boda, sino el cuadrag¨¦simo aniversario. En cualquier momento dado de la historia de Europa desde la Segunda Guerra Mundial, s¨®lo se puede comprender qu¨¦ hace cada una de las parejas posibles entre Francia, Alemania y el Reino Unido si se sabe qu¨¦ ha estado tramando el tercero, y c¨®mo se enfrentan todos a EE UU, ese inquietante cachas representado por Ben Affleck, en segundo plano.
Cuanto m¨¢s grande y complicada se vuelve la UE, mayor es la necesidad de alianzas intraeuropeas m¨¢s grandes para hacer que las cosas sucedan
La propuesta m¨¢s evidente es que Francia, Alemania y el Reino Unido deber¨ªan trabajar juntos para dar un rumbo estrat¨¦gico a una UE m¨¢s grande
Gran Breta?a pronuncia empalagosos discursos de enhorabuena ante la feliz pareja, aunque hasta ayer mismo estaba intentando robar el novio
Esto era cierto a principios de la d¨¦cada de 1950, cuando el canciller alem¨¢n Konrad Adenauer pidi¨® primero a Winston Churchill que asumiera el liderazgo de Europa antes de volverse hacia Francia. Era cierto en 1963, cuando el Tratado del El¨ªseo entre Adenauer y Charles de Gaulle coincidi¨®, en absoluto de forma accidental, con el no de De Gaulle a la primera solicitud de ingreso del Reino Unido en la Comunidad Europea. Es cierto hoy, cuando la reafirmaci¨®n del liderazgo francoalem¨¢n en la UE est¨¢ estrechamente relacionada con la popularidad de las posturas de Blair en otras partes de Europa y la relaci¨®n especial renovada del Reino Unido con Estados Unidos.
Se puede, con toda sinceridad, levantar una copa por lo que la pareja francoalemana ha hecho por Europa durante el ¨²ltimo medio siglo y desearle muchos m¨¢s a?os de felicidad. Se puede, con igual sinceridad, decir que ya no basta con esto. Cuando Francia y Alemania se unieron por primera vez, eran los dos mayores pa¨ªses dentro de una Comunidad Europea de seis Estados. Se cerr¨® un trato entre los intereses de la industria alemana y la agricultura francesa. Y Alemania -un pa¨ªs dividido y ocupado, donde la verg¨¹enza del nazismo a¨²n segu¨ªa fresca en las mentes de todo el mundo- estaba dispuesta a subordinar su superior fuerza econ¨®mica al liderazgo pol¨ªtico franc¨¦s en Europa. "Uno deber¨ªa inclinarse siempre dos veces delante de la tricolor", sol¨ªa decir Helmut Kohl. Hasta el final de la guerra fr¨ªa y la unificaci¨®n alemana, el matrimonio funcion¨® en estos t¨¦rminos, y, en conjunto, fue bueno para Europa. Las iniciativas francoalemanas impulsaron repetidamente la integraci¨®n europea.
?Pueden hacerlo de nuevo? Aunque Francia y Alemania, despu¨¦s de renovar sus votos en Versalles, trabajaran en la armon¨ªa m¨¢s exquisita, parece poco probable. Pronto s¨®lo ser¨¢n dos entre 25 Estados miembros. Quiz¨¢ siguen siendo los dos m¨¢s importantes, pero su poder relativo para establecer el orden del d¨ªa se ha reducido en gran medida. El Reino Unido, gobernado por Blair, es un actor europeo muy activo. Italia, Espa?a y Polonia son todas fuertes potencias de peso medio que cada vez m¨¢s desean dar su propia opini¨®n. Los pa¨ªses m¨¢s peque?os, una clara mayor¨ªa de Estados miembros de la UE, cada vez est¨¢n m¨¢s molestos porque los grandes les digan lo que tienen que hacer.
En cualquier caso, Francia y Alemania no trabajan en armon¨ªa exquisita. Los t¨¦rminos del matrimonio fueron revisados con ocasi¨®n de la unificaci¨®n alemana, y, como a menudo ocurre cuando uno de los socios de una relaci¨®n consigue de repente un trabajo m¨¢s importante o se hace mucho m¨¢s rico que el otro, las cosas no han ido tan bien desde entonces. Alemania ha dejado de conceder a Francia la prerrogativa del liderazgo pol¨ªtico. As¨ª, por ejemplo, Alemania quiere un presidente de la Comisi¨®n Europea m¨¢s fuerte y Francia un presidente del intergubernamental Consejo Europeo m¨¢s fuerte. Por tanto, ?qu¨¦ proponen ahora conjuntamente? Tener ambos.
Entrar en el baile
Sorbiendo su champa?a en un h¨²medo rinc¨®n del entoldado, su vieja amiga Gran Breta?a cavila sobre el estado del matrimonio, y c¨®mo puede hacer su entrada en el baile. La propuesta m¨¢s evidente es que Francia, Alemania y Gran Breta?a deber¨ªan trabajar juntas para dar un rumbo estrat¨¦gico a una Uni¨®n Europea m¨¢s grande. Esta idea ha estado rondando siempre. De Gaulle registra en sus memorias c¨®mo el entonces primer ministro brit¨¢nico Harold Macmillan le dijo: "?Unamos a Europa, mi querido amigo! Hay tres hombres que pueden hacerlo: usted, Adenauer y yo". M¨¢s recientemente, el siempre ingenioso lord Weidenfeld constituy¨® un Club de los Tres para discutir de qu¨¦ manera podr¨ªan los tres grandes de Europa cooperar mejor. En su primera legislatura, Tony Blair sigui¨® exactamente ese programa, entrando en el baile francoalem¨¢n con cierto ¨¦xito: la iniciativa de defensa europea con Jacques, la Tercera V¨ªa con Gerd. Pero ahora parece como si hubi¨¦ramos vuelto a la forma de siempre: Francia y Alemania valseando en la pista de baile, mientras el Reino Unido busca consuelo en los musculosos brazos de EE UU. (La atribuci¨®n de sexos a veces es confusa, pero Francia y Gran Breta?a generalmente parecen ser las mujeres y Alemania y EE UU los hombres).
Llega un punto en algunos art¨ªculos en que se empieza a sentir que "esta met¨¢fora nos ha acompa?ado demasiado tiempo; est¨¢ tan agotada que muri¨® de hecho hace dos p¨¢rrafos". Puede que sientan eso mismo acerca de esta met¨¢fora del matrimonio, especialmente porque se us¨® en cien discursos ayer. Pero el hecho de que persista de forma tan obstinada tambi¨¦n nos dice algo. Por supuesto, las relaciones entre los Estados no son iguales que las relaciones entre las personas. Palmerston subray¨® la diferencia cuando dijo que Inglaterra no ten¨ªa aliados eternos, s¨®lo intereses eternos. Schr?der y Chirac, seg¨²n nos cuentan, personalmente se llevan mejor con Blair que entre s¨ª. Sin embargo, las relaciones entre estas tres viejas potencias europeas sin duda tienen muchas de las cualidades de un m¨¦nage ¨¤ trois que viene de largo. Los celos, el quedar por encima de los dem¨¢s, la mezcla de competencia y compa?erismo, los chistes compartidos que se van transformando en pullas veladas, y esos largos recuerdos de antiguos desaires y favores.
En la diplomacia, como en la vida, las alianzas tripartitas son m¨¢s dif¨ªciles de mantener que las bilaterales, a menos que se tenga un enemigo claro y com¨²n, como Francia lo era para la Alianza de los Tres Emperadores de Bismarck, o la Alemania nazi para la Grand Alliance en tiempo de guerra entre el Reino Unido, Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Y ni siquiera esas alianzas duraron mucho.
El problema que tiene la diplomacia interna de la Uni¨®n Europea es ¨¦ste. Cualquier profesional les dir¨¢ que s¨®lo se progresa en las principales cuestiones cuando un n¨²mero de Estados miembros clave empujan juntos en la misma direcci¨®n. Si eso no ocurre, todo el trabajo de la Comisi¨®n y del Parlamento generalmente es en vano. Esto es probable que suceda m¨¢s a menudo si hay alianzas m¨¢s duraderas entre Estados con ese fin, y es precisamente el argumento para el matrimonio francoalem¨¢n. Pero, a lo largo de la historia europea, las alianzas, si han durado, han tendido a producir contraalianzas. Cuanto m¨¢s grande y complicada se vuelve la UE, mayor es la necesidad de alianzas intraeuropeas m¨¢s grandes para hacer que las cosas sucedan. Sin embargo, las alianzas m¨¢s grandes no s¨®lo son m¨¢s dif¨ªciles de mantener; tambi¨¦n tienen m¨¢s probabilidad de provocar contraalianzas. Una Europa de alianzas siempre cambiantes, de cuesti¨®n en cuesti¨®n, se expone a carecer de rumbo estrat¨¦gico. Una Europa de alianzas permanentes estar¨¢ dividida contra s¨ª misma.
La soluci¨®n de la OTAN pol¨ªgama al estilo morm¨®n, con un marido estadounidense y 18 esposas europeas, no es v¨¢lida para Europa, y ya no funciona demasiado bien tampoco para la Alianza Atl¨¢ntica. El liderazgo de un matrimonio francoalem¨¢n ya no basta. Un m¨¦nage ¨¤ trois con el Reino Unido no ha funcionado bien en el pasado; los tri¨¢ngulos eternos raramente lo hacen. Pero el amor libre tampoco es la soluci¨®n. ?Alguien tiene respuestas?
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