La guerra de Aznar
EL PARTIDO DEL GOBIERNO rechaz¨® el pasado martes en la Diputaci¨®n Permanente -encargada de dar continuidad a las actividades del Congreso hasta que se reanude en febrero el periodo ordinario de sesiones-las peticiones de la oposici¨®n para elevar al Parlamento unas inquietudes ciudadanas cuya relevancia est¨¢ fuera de duda: de un lado, el naufragio del Prestige; de otro, la implicaci¨®n de Espa?a en una eventual guerra contra Irak desencadenada por Estados Unidos con o sin el respaldo de las Naciones Unidas. Pero la guillotina del PP cercen¨® de manera inmisericorde e irresponsable todas las iniciativas minoritarias para que la C¨¢mara debatiese esos problemas que preocupan y angustian hoy a la opini¨®n p¨²blica.
El PP veta la convocatoria de un pleno extraordinario del Congreso dedicado a que el presidente del Gobierno informe a los diputados sobre los compromisos adquiridos ante la crisis b¨¦lica en Irak
La patrimonializaci¨®n partidista de las instituciones del Estado y la mentalidad privatizadora del PP amenazan incluso al Parlamento: tal vez convencidos de que su mayor¨ªa absoluta en el hemiciclo implica la propiedad del Congreso, los populares organizaron el martes una especie de cierre patronal de la instituci¨®n como si los diputados de los grupos minoritarios no fuesen los representantes de la soberan¨ªa popular, sino unos d¨ªscolos empleados. El PP vet¨® tanto la creaci¨®n de una comisi¨®n de investigaci¨®n sobre el hundimiento del petrolero como la convocatoria de un pleno extraordinario programado especialmente para que el presidente del Gobierno informase sobre la cat¨¢strofe.
La empecinada resistencia del PP a investigar sobre el Prestige en el Congreso contrasta con el apoyo de los populares gallegos a una comisi¨®n de encuesta en la asamblea auton¨®mica. La consigna de incomparecencia impartida por el Gobierno a los altos cargos de la Administraci¨®n central citados a declarar ultraj¨® al Parlamento gallego, pero logr¨® amortiguar la disonancia entre ambas c¨¢maras; el elevado coste de la maniobra ha sido que Jos¨¦ Cui?a, destituido como consejero de Ordenaci¨®n Territorial, prepara su venganza contra Fraga. En cualquier caso, Aznar ha incumplido como un fullero la palabra de honor dada en 1996 para asegurar que la creaci¨®n de comisiones de investigaci¨®n no depender¨ªa "de la voluntad exclusiva de la mayor¨ªa gubernamental". Si las urnas actuasen como si fueran un tribunal encargado de juzgar los fraudes de los partidos con los votantes, el PP recibir¨ªa una condena digna de la f¨¦rtil imaginaci¨®n represora del ministro Michavila.
El temor de Aznar a la luz y a los taqu¨ªgrafos de la C¨¢mara baja resulta comparable pol¨ªticamente con la fotofobia diurna del Conde Dr¨¢cula; su negativa a comparecer ante un pleno extraordinario del Congreso para informar de los compromisos de Espa?a en una eventual guerra contra Irak incumple igualmente otra importante promesa electoral del PP: devolver al Parlamento la "posici¨®n central" supuestamente perdida durante la etapa socialista. La reciente incorporaci¨®n de Espa?a al Consejo de Seguridad, con su papel codecisorio en las resoluciones de las Naciones Unidas, hace todav¨ªa m¨¢s inexcusable la presencia del jefe del Ejecutivo ante la C¨¢mara. El aplazamiento sine die de la comparecencia de Aznar es una vergonzante argucia dilatoria para conseguir que el curso de los acontecimientos responda con hechos consumados a las preguntas de los diputados. Como demostr¨® su insatisfactoria intervenci¨®n del pasado jueves ante la comisi¨®n del Congreso, la titular de Asuntos Exteriores no puede sustituir en las tareas informativas al presidente del Gobierno: es altamente improbable que Aznar, morboso guardi¨¢n de jardines secretos construidos para realzar su poder, haya comunicado a sus ministros los contenidos reservados de sus conversaciones con el presidente americano. Pero si los diputados espa?oles que hayan visto en televisi¨®n los vivos debates de Blair sobre la guerra en la C¨¢mara de los Comunes se habr¨¢n sentido seguramente humillados por la calculada cobard¨ªa parlamentaria de su presidente de Gobierno, la combinaci¨®n del rid¨ªculo belicismo verbal de este milhombres de andar por casa con la obsecuente docilidad mostrada por Aznar ante Bush arroja como resultado una figura indigna de ocupar la presidencia de un pa¨ªs europeo.
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