Las aguas de la pol¨¦mica
Los historiadores rechazan el uso de Al ?ndalus para cuestionar las comunidades hist¨®ricas
El presidente del Tribunal Constitucional, Manuel Jim¨¦nez de Parga, afirm¨® el martes que en el a?o 1000 "los andaluces ten¨ªamos, y Granada ten¨ªa, varias docenas de surtidores de agua de colores distintos y olores diversos, y en algunas de esas llamadas comunidades hist¨®ricas
ni siquiera sab¨ªan asearse los fines de semana". Lo cierto es que casi ning¨²n historiador desmentir¨¢ la idea principal de esa afirmaci¨®n. Distinto ser¨¢ que justifiquen el uso de esa situaci¨®n, que ha generado las cr¨ªticas de las comunidades aludidas.
Virgilio Mart¨ªnez Enamorado, profesor especialista en historia medieval y arabista, cree que "intentar establecer continuidad alguna entre una sociedad oriental como Al ?ndalus y los otros reinos cristianos es insostenible". El uso del agua en Al ?ndalus es tan bien conocido como el rechazo que causaba en la cristiandad. Carmen Trillo San Jos¨¦, profesora de Historia Medieval de la Universidad de Granada, recuerda que muchos santos presum¨ªan de no haberse ba?ado nunca y que en los monasterios estaba mal visto tanto aseo. S¨®lo a partir del siglo X, dice Trillo, "se lavaban las manos en algunos monasterios de ¨¦lite". Siglos despu¨¦s, Isabel la Cat¨®lica fue conocida por su escaso, m¨¢s bien nulo, apego a la higiene. Por el contrario, en tiempos de uno de los califas omeyas, Abderram¨¢n II, ya se utilizaban productos que hac¨ªan de desodorante y de dent¨ªfricos.
A partir del a?o 756, la capitalidad de Al ?ndalus recay¨® en C¨®rdoba. Con alrededor de 200.000 habitantes, la ciudad no ten¨ªa parang¨®n en el mundo. Seg¨²n Mart¨ªnez Enamorado, s¨®lo Constantinopla y Bagdad estaban m¨¢s pobladas que C¨®rdoba, mientras que Le¨®n, por ejemplo, no pasaba de 6.000 ciudadanos y Barcelona ten¨ªa menos de 10.000. A pocos kil¨®metros, se construy¨® la gran ciudad palaciega y administrativa, Medina Azahara. En la propia C¨®rdoba, la Mezquita, una gran biblioteca con miles de manuscritos, grandes m¨¦dicos, alquimistas, astr¨®logos, much¨ªsimos artesanos, poetas o m¨²sicos enriquec¨ªan la vida cultural y social de la ciudad. Un gran zoco en el que se pagaba con dirhams, la moneda de curso legal, completaba el trasiego urbano.
Seg¨²n Yabir Abu Omar, doctor en filolog¨ªa sem¨ªtica y gran estudioso de la cultura ¨¢rabe, la C¨®rdoba en los tiempos de los Omeyas era una ciudad de "tolerancia". Musulmanes, cristianos y jud¨ªos conviv¨ªan sin grandes problemas. El m¨¦dico de Abderram¨¢n III era un jud¨ªo jiennense, por ejemplo. Adem¨¢s, al guerrero Abderram¨¢n III le sigui¨® un amante de los libros: Al Hakam II gast¨® buena parte de su dinero en construir una enorme biblioteca con miles de manuscritos, a la que acud¨ªan, cuenta Yabir, las mujeres nobles para copiar y practicar su caligraf¨ªa. Seg¨²n este estudioso, una de las catedrales m¨¢s ricas de la ¨¦poca era la de Oviedo y contaba con apenas una docena de manuscritos. Yabir compara adem¨¢s, el hecho de que las cortesanas supieran leer y tuvieran buena caligraf¨ªa con el hecho de que el gran emperador Carlomagno, un siglo antes, no hab¨ªa sido capaz de aprender a leer ni siquiera con un preceptor especial para esta materia.
De nuevo situando cada cosa en su contexto hist¨®rico, Carmen Trillo, recuerda que tras la ca¨ªda del imperio romano, en el siglo III, la vida urbana en la actual Europa se perdi¨® casi totalmente. La llegada de los musulmanes a lo que ellos llamar¨ªan Al ?ndalus sirvi¨® para hacerla resurgir, algo que en los reinos cristianos s¨®lo ocurrir¨ªa varios siglos despu¨¦s. Las grandes ciudades musulmanas, adem¨¢s, estaban bien preparadas. En el a?o 1000, C¨®rdoba y otras ciudades relevantes como Sevilla (Granada a¨²n era una ciudad de poca importancia a unos kil¨®metros del actual asentamiento) contaban con alumbrado p¨²blico formado por candiles de aceite y red hidr¨¢ulica y de alcantarillado.
En las ciudades, algunas de las profesiones m¨¢s avanzadas eran la medicina y la astrolog¨ªa. Seg¨²n parece ya se realizaban operaciones de cirug¨ªa oft¨¢lmica, por ejemplo.
M¨¢s all¨¢ de la ciudad, sin embargo, estaba el campo y las cosas ah¨ª no pintaban del mismo modo. Lejos del circuito del poder, la vida era m¨¢s dif¨ªcil. A¨²n as¨ª, la agricultura ¨¢rabe era algo extraordinario en comparaci¨®n con la cristiana de la ¨¦poca. Seg¨²n Trillo, frente al sistema cristiano de cultivo de a?o y vez (un a?o se cultiva y otro a?o se deja descansar para que se recupere), el uso del agua y los modos de cultivo de la cultura musulmana permit¨ªa llegar a veces a dos cosechas anuales. Carmen Trillo explica que gracias a esto, un familia de los reinos cristianos necesitaba para subsistir siete hect¨¢reas de terreno mientras que una de Al ?ndalus s¨®lo necesitaba un tercio de hect¨¢rea.
Almanzor y Santiago
Para dominar a otro pueblo hay que tener un general dispuesto a todo. Los califas que gobernaban Al ?ndalus alrededor del a?o 1000, por supuesto, ten¨ªan quien les hiciera este trabajo. El brazo ejecutor, el encargado de extender el dominio musulm¨¢n cada d¨ªa un poco m¨¢s all¨¢ en esos momentos fue el temido e invencible Almanzor. Nacido en una familia ¨¢rabe con dominios en Algeciras, consigui¨® introducirse poco a poco en la corte hasta convertirse en el terror de los cristianos.
Tan temido fue que a su muerte, se inventaron leyendas para demostrar que por fin hab¨ªa sido vencido. De ah¨ª la conocida frase "Almanzor perdi¨® su tambor en Calata?azor". Lo cierto, sin embargo, es que Almanzor no perdi¨® la vida en una batalla sino en la cama, concretamente de artritis gotosa seg¨²n algunos estudios.
Una de sus m¨¢s peculiares haza?as se refiere al a?o 997, cuando arras¨® Santiago y las campanas de la primera bas¨ªlica de la ciudad viajaron a hombros de cautivos cristianos hasta C¨®rdoba, aproximadamente, por la actual V¨ªa de la Plata, donde se utilizaron como l¨¢mparas.
Fernando III el Santo, 240 a?os despu¨¦s, deshizo el entuerto. Por la misma v¨ªa pero en sentido contrario y a hombros esta vez de prisioneros musulmanes, las campanas hicieron el camino de vuelta tras la conquista de C¨®rdoba para la cristiandad por este rey.
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