Represi¨®n contra los maestros en la Guerra Civil
Los homenajes de los docentes a sus colegas muertos en la contienda de 1936 recuperan su memoria
Querida Julia, como supongo que cuando vengas no tendr¨¦ ¨¢nimo para poder hablarte con la suficiente serenidad te escribo esta carta, que no s¨¦ si llegar¨¢ a tus manos, para decirte s¨®lamente una cosa: yo soy inocente. En estos momentos solemnes en que no se miente porque la mentira es in¨²til yo deseo y quiero llevar a tu ¨¢nimo, al de la familia, la idea que dejo expresada y en la convicci¨®n de conseguirlo muero tranquilo".
La madrugada del 16 de agosto de 1936 sacaron a Severiano N¨²?ez Garc¨ªa de la c¨¢rcel de Plasencia (C¨¢ceres) camino de la tapia del cementerio. Un tiro, o quiz¨¢ m¨¢s, acabaron con la vida del maestro de Jara¨ªz de la Vera (C¨¢ceres). No hab¨ªa delito. Su viuda no volvi¨® jam¨¢s a pronunciar una palabra. Severiano hab¨ªa nacido 41 a?os antes en otro pueblo de la provincia, Barrado. Su historia, como sus huesos, se pudr¨ªa en silencio hasta que un sobrino suyo, maestro jubilado, hijo, nieto y hermano de maestros, ha podido rescatarla. Antonio S¨¢nchez-Mar¨ªn Enciso se ha encargado de que la casa donde vivi¨® en su pueblo natal luzca una placa que recuerde su nombre, su vida y su profesi¨®n de maestro republicano.
Comenzado el siglo XXI, cuando Espa?a desentierra la historia para hacer justicia al bando que no la tuvo, algunos maestros como S¨¢nchez-Mar¨ªn y otros colegas ya jubilados se esfuerzan por rescatar la memoria del colectivo docente: "Esperamos que los maestros tengan en aquellos republicanos un ejemplo de lo que era la ense?anza p¨²blica, laica y en libertad". Y buscan apoyos para formar una asociaci¨®n (antonio.sm@wanadoo.es).
El 18 de julio de 1936 sorprendi¨® a los maestros espa?oles de vacaciones. Entonces no sab¨ªan que aquella fecha daba inicio a la m¨¢s penosa etapa que iban a vivir los docentes en Espa?a. Tanto, que algunos historiadores no dudan cuando dicen que fue el colectivo m¨¢s castigado por la represi¨®n franquista. ?Por qu¨¦? "Se les consideraba responsables de haber inoculado en la sociedad y en las mentes juveniles el virus republicano. Los maestros estaban muy posicionados pol¨ªticamente, eran progresistas y de talante reivindicativo", explica el profesor de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Salamanca Francisco de Luis Mart¨ªn, autor de La FETE en la Guerra Civil espa?ola.
Hay otras razones. La segunda, de car¨¢cter preventivo. Si no se acababa de ra¨ªz con aquellos maestros de esp¨ªritu republicano, al nuevo r¨¦gimen se le ir¨ªa de las manos la pol¨ªtica nacionalcatolicista que pretend¨ªa imponer. Y el profesor de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona Francisco Morente Valero apunta una tercera: sencillamente hab¨ªa que aplicar un castigo ejemplarizante a los intelectuales en general, que quitara las ganas a cualquier otro de repetir aquel modelo de vida.
Y lo consiguieron. El miedo m¨¢s terrible se instal¨® en las escuelas y en las familias de los maestros. Los que no murieron fusilados tras el levantamiento militar pasaron en su exilio interior la m¨¢s terrible purga profesional. Morente Valero ha contado hasta 60.000 maestros depurados en su tesis titulada La Depuraci¨®n del Magisterio Nacional, un libro de cabecera en esas casas donde a¨²n guardan la lista p¨²blica de maestros depurados, cuando muchos ya hab¨ªan sido fusilados. Morente explica ah¨ª en qu¨¦ consisti¨® la depuraci¨®n.
En una primera fase, reci¨¦n declarada la guerra, son los militares quienes se encargan de peinar pueblos y ciudades en busca de maestros republicanos. "Ped¨ªan informes a los alcaldes y por esa v¨ªa se destituy¨® o separ¨® temporalmente de las aulas a muchos de ellos", explica Morente. A partir de noviembre del 36 la depuraci¨®n se burocratiza. Se crean comisiones provinciales y se les exige a todos los maestros, a todos, que soliciten su propia depuraci¨®n como condici¨®n para seguir ejerciendo. Despu¨¦s, la comisi¨®n les devolver¨ªa el expediente, favorable para seguir dando clase, o rechazado y a la calle. Muchos optaron por ir al frente. Pero los dem¨¢s tuvieron que someterse al criterio de la comisi¨®n, formada por el director del instituto, un representante de la asociaci¨®n de padres, "persona de probada moralidad cat¨®lica", un inspector y dos vocales de "solvencia moral y t¨¦cnica". Se les pidi¨® que detallaran qu¨¦ hac¨ªan antes y despu¨¦s del 18 de julio, c¨®mo recibieron el alzamiento, sus filiaciones pol¨ªticas y sindicales, su actividad diaria y privada y que delataran a sus compa?eros. Deb¨ªan acompa?ar su defensa de los informes del alcalde, el cura, la guardia civil y otros. Toda una defensa sin una acusaci¨®n previa.
Hubo de todo. Morente ha rastreado minuciosamente los archivos, las listas de maestros depurados, y ha encontrado expedientes que, despu¨¦s de 70 a?os, mueven a la risa: "Hubo denuncias privadas, de vecinos, en las que se acusaba al maestro de haber tocado el piano en un baile p¨²blico, por ejemplo". En un pueblo de Lugo, el alcalde se deshizo del maestro, que no era precisamente de izquierdas, porque en su lugar estar¨ªa mejor una se?orita cat¨®lica, de familia decente, como Dios manda. El alcalde adjuntaba en su informe esta posdata, que Jaume Claret, historiador de la Universidad Pompeu Fabra, recuerda m¨¢s o menos as¨ª: "El hecho de que esta se?orita sea mi hija no es el motivo de la destituci¨®n del maestro". Efectivamente, la purga buscaba tambi¨¦n hacer huecos en las escuelas donde colocar a familiares y allegados. Aunque fueron tantos los que faltaron que muchos curas y algunos militares, hasta 2.500 alf¨¦reces, se hicieron cargo de la educaci¨®n despu¨¦s de la guerra.
A pesar de las variopintas acusaciones que la red caciquil se encarg¨® de difundir, los maestros, muchos de ellos cat¨®licos, fueron v¨ªctimas de acusaciones y bulos de car¨¢cter religioso. Era sencillo. La Rep¨²blica puso las bases de lo que iba a ser la escuela laica, de pensamiento libre, y mand¨® sacar de las aulas los crucifijos que las presid¨ªan. Los maestros, en su intachable comportamiento de funcionarios, descolgaron las cruces. Ese fue el pecado que se convirti¨® en delito.
Despu¨¦s lleg¨® el silencio y el miedo. El hijo de uno de aquellos maestros fusilados, Alberto Barrado, de Malpartida de Plasencia (C¨¢ceres), se acerca ahora t¨ªmidamente a aquella historia que le silenciaron. Muerto su padre, la madre afili¨® inmediatamente a los hijos a la Falange. Por miedo. Por miedo, los profesores del instituto de Boal (Asturias) nunca le dijeron a Hilda Farfante por qu¨¦ hab¨ªan matado a su padre y a su madre, los dos maestros. Y por miedo, su t¨ªa, tambi¨¦n maestra, que la recogi¨® en casa, tapaba con una mano la boca a su sobrina de 5 a?os mientras levantaba la otra en el balc¨®n ante el desfile de los nacionales. Miedo.
Hilda Farfante, despu¨¦s maestra y directora como fue su madre, no volvi¨® jam¨¢s a Cangas del Narcea (Asturias). Hasta el 18 de diciembre de 2001, cuando se coloc¨® una placa en el cementerio del pueblo que se encarga ya para siempre de recordar a los fusilados. Acompa?ada de su familia y de Vicente ?lvarez Areces, presidente de la regi¨®n donde los maestros sufrieron la represalia m¨¢s feroz, Hilda grit¨®, literalmente, "por ellos, por su injusta y terrible muerte, por su miedo, por su dolor, por su juventud truncada. Y por nosotros, los que nos quedamos sin ellos a merced de sus asesinos [...] Y por las viudas que vivieron y murieron con la boca bien apretada para que no se les escapara este mismo grito nuestro". Hilda tiene ahora 71 a?os.
En 1977 el Gobierno de la UCD decret¨® amnist¨ªa para los represaliados. Era tarde para los maestros, ancianos muchos, muertos ya la mayor¨ªa. Sus familiares, como ha hecho Antonio S¨¢nchez-Mar¨ªn, se conforman ahora con seguir la pista de huesos perdidos en las cunetas o en las fosas comunes de los cementerios.
La escuela fusilada
Con la llegada de la Rep¨²blica cristalizan en la escuela "proyectos pedag¨®gicos muy progresistas e interesantes que tomaban como modelo formas de ense?anza que se ensayaban con ¨¦xito en Am¨¦rica y en Europa", explica el profesor de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Salamanca Francisco de Luis Mart¨ªn. Hubo rigurosos programas de formaci¨®n para los maestros que les convirtieron "en una de las mejores generaciones de docentes que ha tenido Espa?a".Viajaban al extranjero y conoc¨ªan la educaci¨®n de otros pa¨ªses. El Plan Profesional de la Rep¨²blica les reservaba una plaza al acabar su formaci¨®n. La dictadura fusil¨® aquella escuela, resentida ya con la guerra. Los nacionales se encargaron de "aniquilar la semilla de Ca¨ªn", como propugnaba el entonces obispo de Salamanca, Pla i Deniel. Y los republicanos defendieron su ideolog¨ªa en las aulas. "Ten¨ªan que ganar la guerra", explica el historiador Francisco Morente Valero. "A pesar de ello, la del bando republicano fue una escuela m¨¢s plural, precisamente por el pluralismo del Gobierno. Hab¨ªa comunistas, anarquistas, socialistas. Aquellas ense?anzas s¨®lo ten¨ªan en com¨²n el esp¨ªritu antifascista", explica Morente.Y los maestros republicanos lo pagaron caro. La depuraci¨®n durante y despu¨¦s de la guerra dej¨® unos 15.000 expulsados y unos 6.000 sancionados. Lo menos grave es que estuvieron 18 meses sin cobrar. Tampoco la universidad se libr¨® del "atroz desmoche" que despoj¨® a muchos de su trabajo para colocar en sus puestos a los afectos y ascender en el escalaf¨®n acad¨¦mico. Jaume Claret, historiador de la Universidad Pompeu Fabra, cita el fusilamiento del rector de Oviedo, hijo de Leopoldo Alas, o del rector de Granada, disc¨ªpulo predilecto de Unamuno, entre otros.
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