La ¨²ltima Torna
Reconozco que no ser¨ªa muy original dedicar una cr¨®nica a los 40 a?os de Els Joglars, teniendo en cuenta que, sea por la personalidad de su director, la trayectoria del grupo o su insistente burla de los gerifaltes, todo el mundo les conoce. Pero cuando me enter¨¦ de que celebraban este aniversario con una exposici¨®n en el Institut del Teatre de lo que han sido sus obras, me vino a la cabeza una noche de hace poco m¨¢s de 25 a?os. Franco ya llevaba dos bajo su pesada losa, los pol¨ªticos empezaban sus juegos, los ¨¢nimos se caldeaban por poca cosa y los entonces poco m¨¢s que adolescentes respir¨¢bamos ese nuevo aire de libertad con euforia y ganas de marcha. Todo estaba por hacer, por ver, por sentir... por vivir, vaya. Con este ¨¢nimo me encontraba yo en el vest¨ªbulo del Centre de Lectura de Reus aquella noche de diciembre de 1977, dispuesta a presenciar lo que ya se pronosticaba como algo fuerte, algo que remover¨ªa los est¨®magos de la clase de gente a la que combat¨ªamos -aunque fuera de pensamiento- y a la que nadie se atrev¨ªa ni siquiera a mencionar, como no har¨¦ ahora por el resquicio de miedo a que me caiga un palo.
Tarradellas les recomend¨® entregarse y les asegur¨® que saldr¨ªan enseguida. Luego hubo un vac¨ªo total
Estaba, pues, a punto de ver La torna, esa obra que hizo temblar a la sociedad, y no s¨®lo a la catalana, ya que el se¨ªsmo cruz¨® la frontera y provoc¨® un movimiento de solidaridad ante los graves problemas con que se enfrent¨® el grupo Els Joglars. Lo que no supimos entonces es que, mientras esper¨¢bamos alegremente en el bar, los actores, que tambi¨¦n estaban en el bar, recib¨ªan una llamada oficial que les conminaba a suspender la funci¨®n. "?Y c¨®mo sabemos que no es una broma?", argumentaron ellos, conscientes de que aquello iba en serio. "At¨¦nganse a las consecuencias", remat¨® el comunicante. Las consecuencias, como bien hab¨ªan intuido, fueron nefastas, pero aquella noche los reusenses pudimos disfrutar tranquilamente de la que ser¨ªa la ¨²ltima representaci¨®n de La torna. Todo un lujo.
La torna era -o es- una peque?a maravilla teatral, una pieza de aparente sencillez que te llega -a m¨ª me lleg¨®- a las entra?as, un baile de m¨¢scaras que desenmascara el abuso del poder, algo tan vigente hace 25 a?os como ahora. Por eso me he preguntado muchas veces, teniendo en cuenta que fuimos pocos los que la pudimos disfrutar, por qu¨¦ no se recupera la obra. Me cuenta Arnau Vilardeb¨°, uno de los entonces componentes del grupo, que en los d¨ªas precedentes a la encarcelaci¨®n del conjunto, se film¨® la obra en un estudio. La pel¨ªcula fue dirigida por Francesc Bellmunt con el dinero de muchos ciudadanos, entre ellos Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n. Pero remont¨¦monos unos meses antes, cuando el grupo preparaba una nueva obra -que nada ten¨ªa que ver con La torna- en la reci¨¦n estrenada c¨²pula de Pru?t, lugar de ensayos de Els Joglars. "La obra prevista se complicaba, los intereses del grupo eran divergentes y Boadella propuso el tema de la ejecuci¨®n de Heinz Chez. Era algo f¨¢cil y en poco tiempo estuvo lista", afirma Arnau Vilardeb¨°. Heinz Chez era un vagabundo polaco que hab¨ªa matado a tiros a un guardia civil en un camping de Tarragona y que sirvi¨® de torna (lo que se a?ade para el peso justo) en la ejecuci¨®n de Salvador Puig Antich. La torna se estren¨® en Barbastro el 7 de septiembre con el benepl¨¢cito del Ministerio de Cultura, que aprob¨® el texto; se represent¨® unas 30 veces hasta llegar a Granollers dos meses m¨¢s tarde. Y fue all¨ª donde la Guardia Civil vio la funci¨®n y le cogi¨® el telele.
Albert Boadella fue detenido y encarcelado al d¨ªa siguiente de llegar de Reus. La v¨ªspera de celebrarse el consejo de guerra aparent¨® estar enfermo y una vez en el hospital Cl¨ªnico de Barcelona pidi¨® al guardia que lo vigilaba que le dejara ducharse. En el lavabo se puso una bata de m¨¦dico, una peluca y unas gafas, salt¨® por la ventana a la habitaci¨®n contigua y se escap¨®. En el pasillo le esperaba Arnau Vilardeb¨°, que conoc¨ªa bien el Cl¨ªnico de su ¨¦poca de estudiante de medicina. "Cuando le vi no lo reconoc¨ªa, pero con aquella pinta s¨®lo pod¨ªa ser ¨¦l", afirma Arnau. Un coche le esperaba en el aparcamiento y se lo llev¨® a Francia. Le seguir¨ªan Ferran Ra?¨¦ y su esposa, Elisa Ord¨²lia -ambos miembros de Els Joglars-, que ten¨ªan un hijo muy peque?o. El resto del grupo se present¨® al consejo de guerra y pas¨® casi un a?o en la c¨¢rcel. "En ning¨²n momento nos sentimos abandonados por Boadella", afirma Arnau; "solamente hubo distintas maneras de enfocar el asunto. Los tres primeros meses en la Modelo fueron alucinantes. Nos sent¨ªamos h¨¦roes, despu¨¦s s¨®lo tienes ganas de salir de all¨ª". ?l, Gabi Renom y Andreu Solsona hicieron dos huelgas de hambre, la segunda de 15 d¨ªas, hasta que consiguieron la libertad condicional. La Modelo puede estar agradecida a su paso por all¨ª, ya que sacaron adelante la biblioteca y organizaron clases con los mismos presos como maestros. "Vivimos historias de pel¨ªcula, como la fuga de 43 presos y el posterior endurecimiento de las reglas, o una pelea entre presos, o la noche en que se cortaron todos las venas".
Antes del juicio hab¨ªan hablado con el presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas, quien les recomend¨® que se entregaran y les asegur¨® que saldr¨ªan enseguida. Pero luego hubo un vac¨ªo total. No fue as¨ª con la gente de a pie. Asambleas de estudiantes, de intelectuales, manifestaciones, declaraciones, encadenamientos, colocaci¨®n de carteles, huelgas, marcha de actores a Madrid. Enterramos la libertad de expresi¨®n, cantamos y nos pusimos pegatinas con aquella m¨ªtica m¨¢scara blanca con la boca tachada. Nosotros no pod¨ªamos hacer mucho m¨¢s, los pol¨ªticos, posiblemente s¨ª.
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