Gru?e Aznar
Si le faltaba el canto de un duro, con una buena rebotada, listo. Aznar ha exhumado as¨ª los vestigios arqueol¨®gicos de la ret¨®rica franquista. Luego, les ha dado un ba?o de dudosa modernidad y todas las conspiraciones judeo-mas¨®nicas y contubernios extranjeros, han sido catalogados bajo el ep¨ªgrafe: Ladridos de los profesionales del resentimiento, ya sin chollo y s¨®lo por las esquinas. O sea, una forma de ventilar las verg¨¹enzas de los desafectos al r¨¦gimen. De tal bota, tal voto. De tal dictadura, tal desamueblada democracia. El presidente del Gobierno central, o sea, de todos los espa?oles se ha despachado a sus anchas, con diatribas y pretendidos insultos, a cuantos ciudadanos no comulgan con galletas de chapapote. Pero, simult¨¢neamente, ha exhibido su frustraci¨®n, su mosqueo y la ceguera de su iracundia. Lo ha dejado bien claro: tiene sustancia de cabo de varas, pero no de mandatario de un Estado de derecho. Aznar se ha roto, como se rompi¨® el Prestige, y se hundir¨¢ igualmente con los dep¨®sitos amenazantes de complejos e improperios. ?Qui¨¦nes son los agitadores del resentimiento? ? Los partidos de la oposici¨®n?, ?ciertos periodistas?, ?la plataforma Nunca M¨¢is?, ?los cient¨ªficos que cuestionan sus procedimientos y los de sus ministros, en el caso del petrolero naufragado? Sin duda, son aqu¨¦llos que no aprueban tantos desatinos. Si Aznar pretende unanimidad y adhesiones, est¨¢ servido.
Por dentro y por fuera, Aznar se ha revelado en su m¨¢s sombr¨ªa personalidad. Por dentro, busca gresca, anuncia ofensivas, habla de cataratas, para desviar la atenci¨®n de una cat¨¢strofe que no cesa ni se esclarecen responsabilidades. Por fuera, muda la pat¨¦tica soberbia en grotesco servilismo, por ver, quiz¨¢, si sienta plaza de escudero de Bush. Y no da ni una. Trata de arrastrar a la guerra a un pueblo que abrumadoramente se opone al aventurerismo, al llamamiento de un desvar¨ªo armado, de una agresi¨®n a los derechos y a la dignidad de las personas. No es extra?o, en tan perversa obcecaci¨®n, que las razones se le figuren ladridos, y las libertades, esquinas.
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