Mr. Proxy
ESTAMOS EN UNA SOCIEDAD de gran complejidad, levantada sobre una infraestructura tecnol¨®gica crecientemente complicada. El problema es que hay decisiones tremendamente t¨¦cnicas con consecuencias culturales, sociales o econ¨®micas muy grandes. Espa?a ha tenido tradicionalmente un desarrollo en nuevas tecnolog¨ªas muy atrasado en relaci¨®n con otros pa¨ªses de nuestro entorno. Un factor de progreso en los ¨²ltimos tiempos han sido las l¨ªneas ADSL, que proporcionan velocidad y una real "tarifa plana" de acceso a la red, y que han sido la opci¨®n empresarial y privada que m¨¢s ha crecido en los ¨²ltimos tiempos, hasta el extremo de que hay casi un mill¨®n de estas l¨ªneas instaladas.
Pues bien, s¨²bitamente Telef¨®nica, proveedor mayoritario de este acceso (y tambi¨¦n los otros proveedores, que dependen de ella), ha interpuesto un proxy en la salida a la Red de sus usuarios. Proxy en ingl¨¦s significa procurador, y consiste en un servidor que guarda las p¨¢ginas web que se consultan para que cuando se produce una nueva petici¨®n de esa p¨¢gina serv¨ªrsela directamente al usuario. Durante plazos que est¨¢n llegando a las 17 horas, cualquier petici¨®n de una p¨¢gina que est¨¢ en el proxy devuelve la copia que guarda Telef¨®nica, no la original. La raz¨®n que esgrime la compa?¨ªa es que de esa manera el usuario gana en rapidez, y ellos en gasto de ancho de banda.
El uso de 'proxies' hace que un sistema mundial de comunicaci¨®n instant¨¢nea, como Internet, vuelva casi a los plazos del correo postal.
La empresa deber¨ªa permitir la opci¨®n de un servicio sin 'proxy', y no deber¨ªa hacer modificaciones tan cr¨ªticas sin debate.
Hoy en d¨ªa Internet no es ¨²nicamente un lugar de ocio y de contenidos est¨¢ticos, como parecen creer muchos. Gran parte de la actividad informativa, cient¨ªfica y cultural pasa por ella; para las empresas -y para el numeros¨ªsimo grupo de trabajadores aut¨®nomos que trabajan desde casa- es una herramienta de comunicaci¨®n de primera mano, y adem¨¢s hay negocios enteros montados sobre sus posibilidades, de la prensa a la ense?anza, de la venta de objetos a la de servicios. La utilizaci¨®n de estos proxies hace que un sistema mundial de comunicaci¨®n instant¨¢nea vuelva en algunos casos casi a los plazos del correo postal. Hay p¨¢ginas de noticias que por su propia naturaleza se deben actualizar casi constantemente; hay foros y debates (para colectivos tan variados como profesores de espa?ol o desarrolladores de software) que pasan por la lectura constante de r¨¦plicas y contrarr¨¦plicas. Para que siga siendo as¨ª con el nuevo sistema se han de adecuar las webs y los servidores que las albergan. Las grandes corporaciones no tendr¨¢n problemas, pero ?el ciudadano tiene que convertirse en programador?
Y no es eso todo: los creadores de contenidos que usen la ADSL y que pongan su web al d¨ªa no podr¨¢n comprobar instant¨¢neamente si las modificaciones que han introducido han llegado bien al servidor, porque lo que el proxy les devolver¨¢ tozudamente durante varias horas es la versi¨®n vieja... El control de calidad para estas empresas (editoriales, de ense?anza, etc.) se habr¨¢ convertido en algo ilusorio. Por otro lado, las estad¨ªsticas de servicio al sitio, los ¨²nicos datos que gu¨ªan a los gestores de webs acerca de la popularidad de sus contenidos, est¨¢n viciados, porque las peticiones al proxy no se registran como peticiones al sitio. Y las webs que intenten vivir de publicidad perder¨¢n impacto y, por tanto, valor. Otras cuestiones, como detecci¨®n de votos duplicados en encuestas y similares, tambi¨¦n tendr¨¢n problemas.
Todo ello son dificultades operativas, pero hay un flanco que no se puede olvidar. ?Qu¨¦ derecho tiene la empresa proveedora de acceso a albergar en sus servidores una copia de un cierto sitio web (que puede tener copyright)? Y un elemento a¨²n m¨¢s grave: un solo proveedor concentra los datos de navegaci¨®n (qu¨¦ webs se visitan, cu¨¢ndo...) de pr¨¢cticamente todo un pa¨ªs, con lo que adquirir¨¢ un conocimiento inigualable -y exclusivo- sobre los h¨¢bitos de navegaci¨®n de los espa?oles...: ?no se va a hacer ning¨²n uso comercial de ese conocimiento? Esto en cuanto a colectivos, pero ?y los datos individuales de navegaci¨®n?: ?Cu¨¢l es la garant¨ªa de que se va a proteger la intimidad de unas pr¨¢cticas personales que van a quedar almacenadas? ?Y la posibilidad de vetar el acceso a webs por motivos ideol¨®gicos, o del tipo que sean?... Todas estas cosas las puede hacer un proveedor de acceso, incluso sin proxy, pero con ¨¦l se convierten en algo mucho m¨¢s f¨¢cil... y barato.
Un proxy del estilo que se nos ha impuesto tiene adem¨¢s la peculiaridad de ser transparente: el usuario de a pie, y muchas empresas, normalmente no sabr¨¢n ni que existe porque no lo percibir¨¢n en nada, con lo que pueden perfectamente atribuir a un proveedor de contenidos un comportamiento (por ejemplo, no informar a tiempo sobre una cuesti¨®n), que se debe a la intromisi¨®n de su proveedor de acceso. Pero ?habr¨¢ usuarios que vean su sevicio mejorado? S¨ª: los consumidores de contenidos est¨¢ticos mayoritarios: las p¨¢ginas pornogr¨¢ficas y de Pokemon bajar¨¢n algo m¨¢s r¨¢pidas, y a quienes las piden no les importar¨¢ que sean viejas: los contenidos multimedia, muy pesados, experimentar¨¢n una gran mejora en sus tiempos de bajada... Pero el sector del pa¨ªs m¨¢s avanzado y din¨¢mico, las empresas que usan la red para hacer negocio, para comunicarse mejor, o las que crean contenidos; las personas que crean, discuten y elaboran una nueva sociedad desde la red, todas ellas son las grandes perdedoras. Con el proxy del ADSL la globalizaci¨®n ha llegado a la Red espa?ola, igual que lleg¨® a las pantallas de cine y por supuesto a la televisi¨®n: de lo que muchos quieren, tendr¨¢s m¨¢s de lo que necesites; de lo que algunos buscan, quiz¨¢ no tengas nada...
?Qui¨¦nes ser¨¢n los grandes beneficiados? La primera, Telef¨®nica, cuyos costes diminuir¨¢n. Luego, las grandes compa?¨ªas productoras de contenidos: ellas s¨ª ahorrar¨¢n ancho de banda (el proxy servir¨¢ millones de archivos que no sobrecargar¨¢n sus m¨¢quinas), y adem¨¢s tienen equipos de programadores que les permitir¨¢n eludir la copia de algunas de sus p¨¢ginas, o que sus contadores registren sus visitas incluso v¨ªa proxy. S¨ª: hay soluciones t¨¦cnicas, trucos elaborados, que permiten burlar algunas de las graves contraindicaciones de los proxies, pero no se puede pretender que cada usuario sea un aprendiz de h¨¢cker o de ingeniero. Sin contar con que probablemente esta acci¨®n haya violado el contrato con los usuarios, que pagan una conexi¨®n de un cierto ancho de banda, y lo que reciben es otra cosa. Es como si la compa?¨ªa telef¨®nica analizara las conversaciones, y cuando notara que alguien repite una frase hiciera llegar al destinatario la grabaci¨®n que ha guardado de ella; ?por favor!: ?Hab¨ªamos contratado un servicio de telefon¨ªa, y no de casetes!
El problema de fondo (y grave) es que las asunciones b¨¢sicas de lo que es Internet se han burlado: Internet sirve para tantas cosas porque es una red b¨¢sica, que se limita a transmitir paquetes de datos, y por eso encima de ella se puede montar desde el correo electr¨®nico hasta retransmisiones radiof¨®nicas, juegos o paneles cient¨ªficos. Intervenciones como esta mediaci¨®n de un proxy cambian las reglas, y adem¨¢s en una direcci¨®n que frena la innovaci¨®n y favorece a los grandes productores de contenido y al simple consumo.
Hay f¨®rmulas simples, y t¨¦cnicamente viables, como que quienes lo soliciten tengan un servicio sin proxy (o inversamente: que s¨®lo tengan proxy quienes lo pidan). La empresa responsable deber¨ªa permitir esta opci¨®n, y en general no establecer modificaciones tan cr¨ªticas sin un debate p¨²blico con sus usuarios. A prop¨®sito: estando el sector de las telecomunicaciones tan regulado como est¨¢, y dado que un servicio vital como el del acceso a Internet est¨¢ en manos de un monopolio de facto, quienes velan por el bien com¨²n no deber¨ªan permitir que ocurrieran cosas como ¨¦stas, que minan la misma base sobre la que los espa?oles pueden ganar en innovaci¨®n y experiencia en un terreno b¨¢sico para nuestro futuro. Y por supuesto, hay que abrir un debate p¨²blico sobre las implicaciones legales y de amenaza a la libre competencia que pueden tener estos invisibles almacenes de archivos de Internet.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.