La santa ira de un virtuoso
Nada m¨¢s oportuno que titular este volumen de relatos Cuentos de guerra porque lo cierto es que est¨¢n escritos a sangre y fuego. Le¨®n Bloy (1846-1917) es conocido sobre todo por su Diarios, pero, hombre de temperamento fogoso y firmes convicciones, hizo de todo: cr¨ªtica, panfletos, narraci¨®n, periodismo... A su c¨ªrculo de amigos pertenec¨ªan Huysmans -autor de la c¨¦lebre novela antinaturalista ? rebours-, Jacques Maritain -fil¨®sofo cat¨®lico bien conocido en Espa?a- y el pintor Ruoault. Cat¨®lico a machamartillo y denunciador implacable de vicios sociales, su temperamento e independencia no le rode¨® precisamente de amigos ni de ¨¦xito, lo que debi¨® importarle bastante poco. De hecho, la selecci¨®n de cuentos que se re¨²nen en este volumen y que pertenecen al libro titulado Sueur de sang nos muestran a una especie de visionario compasivo enarbolando una prosa en¨¦rgica y furiosa a la vez.
CUENTOS DE GUERRA
Le¨®n Bloy. Traducci¨®n de Luis Cayo P¨¦rez Bueno El Cobre. Barcelona, 2002 174 p¨¢ginas. 11,40 euros
No parece bueno estar con el ¨¢nimo alterado y una predisposici¨®n decididamente partidista a la hora de hacer literatura, pero no es menos cierto que hay esp¨ªritus que logran sacar partido de ello gracias a su capacidad de extraer expresividad en esta circunstancia. A Le¨®n Bloy se lo llevaban los demonios cuando miraba a su alrededor, pero sab¨ªa lo que miraba. Los cuentos de guerra de Le¨®n Bloy cabalgan sobre una doble actitud que persiste a lo largo de todos ellos: el lamento por Francia, la patria humillada, y el odio al invasor alem¨¢n. Su dolor por Francia no oculta un fondo de reproche -principalmente a los jefes y su incompetencia, nunca a los soldados- y el anhelo de una figura que la haga ponerse de nuevo en pie; del mismo modo que denunciaba sin pelos en la lengua los abusos y la mezquindad de la burgues¨ªa frente a los desfavorecidos; lo cual le empujaba a contemplar con alg¨²n exceso de benevolencia la situaci¨®n a estos ¨²ltimos, lo mismo que medio idealiza al pueblo llano en armas en sus cuentos de guerra.
Pero tampoco son flojos los zurriagazos que recibe Alemania de su santa ira. Baste una muestra: "?Superados, como castigo de nuestros pasados cr¨ªmenes, por el m¨¢s inmundo pueblo de la tierra, por una naci¨®n pegada a la escudilla y al orinal, por un ej¨¦rcito de seiscientos mil bribones mancillando nuestros hermosos campos con el torrente de sus excrementos, era inevitable que la noble lengua del Jard¨ªn de los grandes Lirios de oro se hundiera en este hediondo esti¨¦rcol!". La referencia a la exquisitez de la lengua francesa como doncella arrastrada por el fango tampoco es manca y pone el coraz¨®n y el patriotismo del autor en su sitio. En fin, la pregunta que uno debe hacerse es si estamos ante un conjunto de narraciones o un pu?ado de panfletos.
Los esp¨ªritus indomables ex- hiben una amplia panoplia de defectos, pero, como dec¨ªa, poseen virtudes indudables. Una de ellas puede ser la capacidad de hacer del inmediato incendio de su ira santa una f¨®rmula expresiva poderosa. Y no me refiero a expresi¨®n como suced¨¢neo de impacto en la mand¨ªbula moral del lector, sino, muy al contrario, a una intensidad expresiva cuyo exceso permite, precisamente, la reflexi¨®n a la luz de una situaci¨®n extraordinariamente v¨ªvida.
Eso es lo que sucede en los
cuentos de Le¨®n Bloy. A ¨¦l no parece preocuparle demasiado la estructuraci¨®n de sus materiales, sino la intenci¨®n ejemplar que lo dirige con todo ¨ªmpetu. Lo que sucede es que su capacidad de elecci¨®n, su distribuci¨®n del texto entre escenas v¨ªvidas y consideraciones sobre los hechos, acaba por extraer de entre los posibles los mejores materiales. El lector actual no dudar¨¢ en calificar de excesivo el estilo del autor, pero, al mismo tiempo, no dejar¨¢ de reconocer en estos cuentos un alegato antibelicista absolutamente acorde con los tiempos modernos; un alegato que no lo empa?a ni el descarado y algo masoquista amor por su patria invadida. Por encima de todo -lo melodram¨¢tico, lo exagerado, lo partidista- est¨¢ un relato de la guerra franco-prusiana que sobrepasa su marco hist¨®rico para integrarse en el marco de las calamidades constantes de la humanidad.
Al final, uno acaba metido de hoz y coz en el horror de la guerra y esto es lo que sobrepasa cualquier otra consideraci¨®n y habla con potencia a favor del fuego que alimenta el estilo de Le¨®n Bloy. Y a?adir¨¦ algo m¨¢s: esta voz resuena como un rumor de fondo en la prosa de uno de los m¨¢s grandes narradores del siglo XX: Louis-Ferdinand C¨¦line.
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