Aqu¨ª Walter
Hay un dibujante de vi?etas brit¨¢nico, Dr. Parsons Ph. D. se hace llamar, que estos d¨ªas debe de estar trabajando mucho. Y las horas de sudor que le esperan si las cosas contin¨²an por su recto camino all¨¢ por el golfo P¨¦rsico. Son las suyas unas caricaturas espeluznantes, como dibujadas por un ni?o con trastornos de personalidad y, adem¨¢s, con abundantes faltas de ortograf¨ªa, en lo que parece un homenaje a Dan Quayle, c¨¦lebre candidato republicano a vicepresidente de Estados Unidos que llegaba a las escuelas a enmendar la plana a los chicos y marchaba con el logro de ocupar unos cuantos cent¨ªmetros cuadrados en los peri¨®dicos de medio mundo gracias a sus meteduras de pata. Los personajes favoritos de Dr. Parsons son Georg Bush y Tony Blar, retratados en siniestra alianza, aunque tambi¨¦n se despacha a gusto con personajes de la far¨¢ndula como Victorya Becem y familia.
"Bush se ha radicalizado y ahora estamos en el 'campi qui pugui", afirm¨® Oppenheimer
La s¨¢tira y la aguda iron¨ªa pol¨ªtica tienen una s¨®lida y saludable raigambre en un pa¨ªs de larga tradici¨®n democr¨¢tica como el Reino Unido. Es un h¨¢bitat en el que un periodista como Walter Oppenheimer debe de sentirse c¨®modo. No en vano dicen las malas lenguas, y las buenas, que se trata de uno de los ¨²ltimos representantes de un tipo de reportero en v¨ªas de extinci¨®n, ese que convert¨ªa las redacciones de los peri¨®dicos en lugares donde la diversi¨®n no estaba re?ida con el trabajo, sobre todo en esos tiempos en que el Bar?a todav¨ªa ganaba algo. Oppenheimer lleva un a?o y medio como corresponsal de EL PA?S en Londres tras una larga etapa como corresponsal en Bruselas. El jueves por la noche pas¨® por la Redacci¨®n del peri¨®dico en Barcelona para contar c¨®mo se viven las cosas en esa isla de la que los europeos continentales nos quedamos aislados cuando hay temporal en el canal de la Mancha.
Lo hizo un d¨ªa en que el primer ministro brit¨¢nico, Tony Blair, pasaba por La Moncloa para entrevistarse con el presidente espa?ol, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, y en que toda Europa andaba revuelta por el manifiesto de apoyo a Estados Unidos con que los dos mandatarios han afianzado todav¨ªa m¨¢s ese eje que une Londres, Roma y Madrid pasando por El Escorial. Periodista todoterreno, Oppenheimer habl¨® de todo esto, pero se le not¨® una especial debilidad por los l¨ªos de la familia real: "?Y la Monarqu¨ªa no interesa?", pregunt¨®, arqueando mucho las cejas, al ver que el p¨²blico estaba m¨¢s interesado en cuestiones como el euro, la inmigraci¨®n, la cuesti¨®n de Irlanda del Norte, la criminalidad y el papel de Blair en el calentamiento para la guerra contra Irak.
Para acotar el terreno, Oppenheimer empez¨® dando un toque de proximidad al protagonista de su charla -la ¨²ltima del ciclo de conferencias que han dado algunos corresponsales del peri¨®dico en las ¨²ltimas semanas-. Tony Blair, con el que parece que Espa?a anda, si no "enamorada", s¨ª "obsesionada", tiene muchos puntos en com¨²n con el ex presidente del Gobierno Felipe Gonz¨¢lez. Porque los dos tuvieron como tarea, antes y despu¨¦s de llegar al poder, la reforma de sus respectivos partidos, haciendo ver a las bases "que la econom¨ªa de mercado era fundamental". Por su inter¨¦s en vincular sus pa¨ªses con Europa. Porque Gonz¨¢lez se enfrent¨® con la "creaci¨®n" del Estado de bienestar mientras que Blair lo ha tenido que "reformar". Porque sus respectivos partidos se las han tenido que ver con casos de financiaci¨®n irregular. Y finalmente, por sus "problemas" con sus n¨²meros dos: Alfonso Guerra y Gordon Brown.
Oppenheimer traz¨® un breve esbozo del balance de gobierno de las dos legislaturas que lleva Tony Blair en el poder, marcadas por una pol¨ªtica econ¨®mica de car¨¢cter liberal y con d¨¦ficit en los servicios p¨²blicos -sanidad, educaci¨®n y transportes, sobre todo-, y por unos cuantos puntos importantes en su haber: el Parlamento de Escocia y la Asamblea de Gales, la reforma "parcial" de la centenaria C¨¢mara de los Lores, la adhesi¨®n a la Convenci¨®n Europea de Derechos Humanos, la firma del cap¨ªtulo social del Tratado de Maastricht y la aprobaci¨®n de un salario m¨ªnimo.
El art¨ªfice del nuevo laborismo se encuentra, seg¨²n se deduce de las palabras de Oppenheimer, en uno de los momentos m¨¢s dif¨ªciles de su trayectoria como primer ministro. Dejando aparte los deslices de su esposa, Cherie, Blair atraviesa una de las crisis m¨¢s agudas con Brown. Tanto que los peri¨®dicos brit¨¢nicos auguran que en un plazo de cinco meses uno de los dos ocupar¨¢ un nuevo sill¨®n, explic¨®. El primer ministro tendr¨ªa las miras puestas en un puesto de alta responsabilidad en la Uni¨®n Europea, una vez resuelto a su favor el refer¨¦ndum sobre la asunci¨®n del euro. Pero su papel en el asunto de la guerra contra Irak -el "Blair transatl¨¢ntico" que tanto material de trabajo ha dado a Dr. Parsons- puede salirle caro.
Oppenheimer opt¨®, "para provocar" al auditorio, por defender algunas actitudes de Blair. "Blair tom¨® la decisi¨®n de ejercer de puente entre Estados Unidos y Europa tras el 11-S como moderador. Forz¨® la alianza internacional que termin¨® con los bombardeos a Afganist¨¢n, que, por el momento, acabaron con el r¨¦gimen talib¨¢n. Pero Bush se ha radicalizado y ahora estamos en el campi qui pugui". Y prosigui¨®: "Blair intenta que todo el proceso pase por el Consejo de Seguridad de la ONU, pero no puede decirlo p¨²blicamente". Es el suyo un papel "comprometido" que "le est¨¢ alejando de las posiciones europeas" y, todav¨ªa m¨¢s, de su propio partido, que "se puede partir" si el Reino Unido se suma a la campa?a de Estados Unidos sin la compa?¨ªa de la comunidad internacional. Ante todo esto, y pido disculpas por la frivolidad, quiz¨¢ no ser¨ªa tan mala idea ponerse a hablar de la familia real, aunque s¨®lo sea para desintoxicarse un rato.
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