Saturados todos los albergues y refugios para indigentes de la capital
El 70% de los cobijados en un pasillo subterr¨¢neo, sin agua ni ventilaci¨®n, es inmigrante
Es como un refugio antia¨¦reo. El viejo pasillo del suburbano, abierto de diez de la noche a ocho de la ma?ana en los meses m¨¢s fr¨ªos, est¨¢ enmoquetado de cartones, y sobre ellos, en mantas, sacos o a pelo se guarecen decenas de personas. El aire es espeso y en el suelo se acumulan zapatos, bolsas y desperdicios. Unos leen, otros hablan, hay un grupo que fuma hero¨ªna, y algunos dormitan. El 70% de los albergados es inmigrantes. Entre ellos hay 19 subsaharianos trasladados desde Canarias la semana pasada, as¨ª como marroqu¨ªes y rumanos. Hay s¨®lo cinco mujeres.
La mayor¨ªa tiene entre 20 y 40 a?os. Algunos, sucios y con la mirada perdida, muestran un gran deterioro. Pero tambi¨¦n se ve gente, sobre todo inmigrantes, que, dentro de lo infame del lugar, ofrecen un aspecto limpio y de estar en plenitud de facultades f¨ªsicas y mentales. Desde su apertura, el pasado 9 de enero, el recinto ha acogido a m¨¢s de 100 personas en siete ocasiones. El d¨ªa de m¨¢s lleno fue el 29 de enero, con 129 albergados.
Stefan (nombre ficticio), un rumano de mediana edad con aspecto pulcro, permanece en el vest¨ªbulo de la estaci¨®n con otros dos compatriotas. "En el pasillo no hay quien duerma, hay demasiada gente, el suelo est¨¢ fr¨ªo, el aire viciado y se puede coger cualquier infecci¨®n. Pero, si te quedas en la calle, te congelas", explica en una mezcla de espa?ol e italiano.
?l y sus dos compa?eros cre¨ªan que la vida en Espa?a era m¨¢s f¨¢cil, pero desde que llegaron, hace cuatro meses, no han logrado trabajo. "Vamos por obras y talleres, y en todas partes nos piden papeles, pero no los tenemos", aseguran, tan desesperados que est¨¢n pensando volver a su pa¨ªs.
"Dicen que venimos al metro porque no aceptamos los albergues, pero eso no es verdad. El problema es que los dos albergues para inmigrantes est¨¢n llenos y en los otros a los extranjeros s¨®lo nos dejan estar unas dos semanas", asegura Stefan, que ha dormido ya en los refugios de San Juan de Dios y de la Casa de Campo.
Salah, un marroqu¨ª de Nador, de 39 a?os, est¨¢ tumbado en un saco de dormir. "Esto es malo, pero en los albergues hay que recogerse muy pronto, como las gallinas, y adem¨¢s s¨®lo te dejan estar unos d¨ªas. Alguna vez he ido a la Casa del Pobre, en Centro, pero eso es peor que el metro, porque est¨¢ m¨¢s lleno y encima hay piojos", dice.
A la entrada del pasillo, junto a la ¨²nica letrina, est¨¢ sentada Yoli, una joven de Villaverde Bajo. Menuda, sin una triste bolsa ni documentaci¨®n, observa todo con aire asustado y ausente. Cuando lleva menos de una hora en el refugio se levanta y llama por tel¨¦fono en medio de grandes sollozos. Momentos despu¨¦s explica a los vigilantes que ha llegado al metro tras "tener una bronca" con su madre.
De lunes a jueves, adem¨¢s del trabajador social municipal, acuden a este lugar los voluntarios de Solidarios para el Desarrollo para ofrecer caf¨¦, galletas y bocadillos a los albergados. Los fines de semana hacen lo mismo los miembros del Colectivo Amauta. Ambas ONG coinciden en que las condiciones del lugar son "indignas". "Ese pasillo del metro no es adecuado ni para cobijar a una sola persona, pero mucho menos a cien", asegura Jos¨¦ Aniorte, responsable del programa para personas sin hogar de Solidarios.
"Como un d¨ªa se produzca un incendio, aquello se va a convertir en una ratonera, porque s¨®lo hay una puerta de acceso. Y no es dif¨ªcil que eso ocurra teniendo en cuenta que la gente fuma y duerme sobre cart¨®n", a?ade. Aniorte denuncia tambi¨¦n que no hay ni una fuente para beber agua.
"Se dice que al metro va gente que no quiere acudir a los albergues. Eso es mentira, lo que pasa es que no hay plazas suficientes y que las que hay a veces no son adecuadas por sus horarios y exigencias. Cada vez que quieres derivar a alguien, la respuesta es que no hay sitio, porque, adem¨¢s, s¨®lo los refugios municipales admiten un ingreso en plena noche", matiza Aniorte.
"A?o tras a?o, el Ayuntamiento promete que va a buscar una alternativa", afirma Enrique Cuesta, uno de los miembros. del Colectivo Amauta. "Dicen que al metro van quienes rechazan los albergues. Pero si los cien decidieran acudir a un centro de acogida, no podr¨ªan hacerlo, porque no hay plazas suficientes", matiza. Esta organizaci¨®n lleva un lustro acudiendo al metro y en ese tiempo ha visto c¨®mo cada vez se cobijan en ¨¦l m¨¢s mujeres e inmigrantes y menos toxic¨®manos. "Los drogodependientes van menos desde que hace un a?o abrieron el albergue del poblado marginal vallecano de Las Barranquillas", a?ade Cuesta.
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