Violencia escolar
Con ocasi¨®n del 25? aniversario de CC OO en la ense?anza andaluza, Fernando Savater ha venido a Sevilla a pronunciar una conferencia en la que, dando por hecho la dificultad de acabar con la violencia escolar y contando adem¨¢s con que la autoridad de los maestros est¨¢ en crisis, propuso la soluci¨®n de formar a alumnos para ejercer como mediadores entre compa?eros y profesores, tal como se hace en Catalu?a. No dudo que all¨ª funcione, entre otras cosas porque me creo casi todo lo que dice Savater, pero, a primera vista y desde estas latitudes, no parece que sea empresa f¨¢cil. Adem¨¢s, habr¨ªa que prepararlos tambi¨¦n para que mediaran en la violencia que se produce entre los propios alumnos e incluso en la que se produce entre los padres de los alumnos y el profesorado. Contando con personas especializadas en esa labor, quiz¨¢ no fuera mucho m¨¢s dif¨ªcil preparar a los alumnos que ejercen la violencia para el di¨¢logo y la paz. Tambi¨¦n habr¨ªa que pensar en ceder a los maestros o profesores algo, por poco que sea, de esa "relativa coacci¨®n" -palabras del profesor Savater- que les permita ejercer un poco de autoridad.
Que haya ni?os conflictivos no es nada nuevo; de hecho tienen ayudas especiales en los propios colegios, pero hay centros con m¨¢s conflictos que otros, y casi siempre suelen coincidir con los barrios marginados, esos barrios que nos parecen de otro planeta; en donde es f¨¢cil imaginar que muchos alumnos no est¨¦n motivados para la ense?anza reglamentaria. Y como esos barrios pertenecen a la ciudad y la ciudad a todos sus ciudadanos, pues no comprendo por qu¨¦ tienen que ser unos maestros, a quienes las reglas administrativas destinan a esos centros, los que carguen con la responsabilidad del conflicto infantil que all¨ª se genera y que a todos nos ata?e. Si no somos capaces de solucionar los problemas de los barrios marginados, s¨ª podr¨ªamos destinar all¨ª a maestros especialmente preparados para ello, con menos alumnos que en otros centros y un sueldo adecuado a su preparaci¨®n.
No es s¨®lo cuesti¨®n de justicia para los maestros y de justicia social para los alumnos, sino que adem¨¢s redundar¨ªa en nuestro propio inter¨¦s, en el de todos los ciudadanos. Una esperanza son las 4.500 plazas que convoca la Consejer¨ªa de Educaci¨®n; demuestra una voluntad y puede ser un comienzo.
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