Palos, piedras y seres humanos
Desde los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, muchos tenemos la impresi¨®n casi ininterrumpida de vivir en un clima de guerra mundial. Para recuperar la imagen cl¨¢sica: sobre un volc¨¢n. Las entra?as del planeta gru?en constantemente, el suelo se calienta bajo nuestros pies, la humareda es cada vez m¨¢s espesa y apesta crecientemente a azufre; de vez en cuando, la tierra se rasga en el flanco de la monta?a tenebrosa y se desbordan borbotes de lava, que arrasan pueblos, destruyen sembrados y reba?os, calcinan a multitudes. Pero a¨²n no se trata de la erupci¨®n definitiva, de la que sin embargo no dejan de hablar siniestros te¨®logos y alucinados profetas. No faltan quienes la esperan ya con anhelo, porque acabar¨¢ con la incertidumbre que vivimos... y sin duda con muchos de los que vivimos en la incertidumbre. Mientras, seguimos jugando, intrigando, amando, comprando imprescindibles chucher¨ªas y asistiendo con curiosidad al espect¨¢culo de la desolaci¨®n. Tambi¨¦n puede hallarse cierto calor hogare?o sobre el fervor subterr¨¢neo del volc¨¢n...
Nada es irremediable, salvo cuando dimiten la inteligencia y la voluntad de los ciudadanos
El planeta cruje, la lava hierve, pero el tiempo transcurre y a los m¨¢s afortunados los sobresaltos s¨®lo nos llegan todav¨ªa por televisi¨®n. ?Qu¨¦ hacer? De momento, leamos. La guerra que viene no se retrasar¨¢ ni se adelantar¨¢ por ello, pero nos encontrar¨¢ mejor informados. En aquel mismo a?o 2001 de cr¨ªtica memoria se publicaron en lengua espa?ola tres libros que ahora quiz¨¢ convenga repasar. Uno de ellos es una denuncia espec¨ªfica y sin concesiones del (por as¨ª mal llamarlo) orden mundial en que vivimos: Estados canallas, de Noam Chomsky (Paid¨®s). Los otros dos pretenden una consideraci¨®n m¨¢s te¨®rica y amplia de la violencia organizada, buscando alg¨²n par¨¢metro regulador desde la moral pol¨ªtica: Guerras justas e injustas, de Michael Walzer (Paid¨®s), y Humanidad e inhumanidad, de Jonathan Glover (C¨¢tedra). Los tres merecen atenci¨®n porque dan que pensar, sobre todo si se los contrasta entre s¨ª en lectura complementaria.
El libro de Chomsky no prescinde de las vehementes simplificaciones del estilo panfletario, pero su argumentaci¨®n es vigorosa y est¨¢ suficientemente apoyada en una acumulaci¨®n de datos como para ser atendible y no meramente descartada por "tendenciosa". Habla en sus p¨¢ginas de una guerra, que subyace a muchos de los conflictos b¨¦licos y enfrentamientos civiles del ¨²ltimo cuarto de siglo: la que se libra entre el pa¨ªs m¨¢s rico del mundo y movimientos populares de naciones explotadas que tratan de emanciparse de su interesada tutela. Es una requisitoria contra el lenguaje pol¨ªticamente elevado que enmascara intereses desvergonzadamente ego¨ªstas... que confunde el alza de la cuenta de resultados propia con el progreso de la humanidad. Aunque el principal blanco de sus cr¨ªticas son los USA, tambi¨¦n deja claro que las naciones europeas s¨®lo le van a la zaga en poder, no en af¨¢n de rapi?a. Chomsky no rechaza los derechos humanos ni los valores democr¨¢ticos, pero denuncia que se utilicen de modo selectivo, eligiendo solamente sus aspectos provechosos para el fuerte mientras se pasan por alto cuando se vuelven acusatorios o son reclamados por quienes no quieren vivir en el vasallaje a las grandes corporaciones financieras. El desd¨¦n de los USA respecto al cumplimiento de la legalidad internacional cuando no les conviene contrasta con su celo en exigir su acatamiento a otros si ello garantiza la ampliaci¨®n y seguridad de sus mercados. Sin duda Chomsky no cuenta toda la verdad, pero todo lo que cuenta es verdad y adem¨¢s una verdad que necesita ser dicha.
El libro de Michael Walzer es la
pieza cl¨¢sica, casi dir¨ªamos que "oficial", sobre la teor¨ªa moral aplicada al inmoral fen¨®meno de la guerra. Intenta plantear los l¨ªmites y requisitos que hacen ¨¦ticamente admisible el conflicto b¨¦lico. Su punto de vista aspira a introducir objetividad normativa en un campo en que las argumentaciones siempre son abrumadoramente maniqueas. El problema es que casi nunca el guerrero triunfante renuncia a beatificar ideol¨®gicamente su causa: pienso ahora en el comentario de Gibbon cuando se?alaba que, leyendo a Tito Livio, uno llega a la conclusi¨®n de que Roma conquist¨® el mundo en defensa propia... Por otra parte el pacifismo a ultranza tampoco resulta racional, ni siquiera moralmente razonable: por mucho respeto que nos merezca Gandhi, muchos rechazamos por motivos ¨¦ticos su consejo a los jud¨ªos de que deber¨ªan preferir suicidarse antes de resistirse violentamente a la tiran¨ªa nazi. Quiz¨¢ el aspecto m¨¢s actual de la obra de Walzer (que firm¨® junto a otros prestigiosos intelectuales norteamericanos el manifiesto de apoyo a la guerra contra el terrorismo de Bush) es su planteamiento sobre la agresi¨®n preventiva. ?Cu¨¢ndo puede establecerse que los preparativos b¨¦licos de un adversario cuya voluntad de hacer da?o est¨¢ anteriormente probada justifican un ataque para neutralizar la amenaza? Seg¨²n Walzer, los Estados pueden recurrir a ese medio extremo "cuando no hacerlo ponga seriamente en riesgo su integridad territorial o su independencia pol¨ªtica". Un caso claro de anticipaci¨®n leg¨ªtima, opina ¨¦l, es el primer ataque israel¨ª en la guerra de los Seis D¨ªas. En cambio el simple desarrollo armament¨ªstico, por jactancioso que resulte, no le parece justificaci¨®n suficiente, "a menos que viole alg¨²n l¨ªmite formal o acordado t¨¢citamente". Resulta ahora algo inquietante recordar que, a finales de los a?os cuarenta del pasado siglo, alguien tan poco belicista como Bertrand Russell recomend¨® que los USA lanzasen un ataque nuclear preventivo y disuasorio a la URSS, para evitar que esta potencia lograse desarrollar su propia bomba at¨®mica...
Como lector, el libro de Jonathan Glover es el que me ha resultado m¨¢s interesante de los tres. Se subtitula "una historia moral del siglo XX" y en cierto modo lo es, aunque s¨®lo en relaci¨®n con la violencia pol¨ªtica organizada. Combina la reflexi¨®n te¨®rica sobre ¨¦tica con la exposici¨®n hist¨®rica de atribuladas incidencias criminales cuyos pormenores quiz¨¢ recordamos peor de lo que creemos: la Primera Guerra Mundial, el estalinismo, el nazismo, Hiroshima, la guerra de Vietnam, Ruanda... En el fondo, su tema es la puesta en cuesti¨®n de la noci¨®n de "humanidad" (e inhumanidad, por tanto) a partir del desaf¨ªo que encierra la obra de Nietzsche, tal como fue literalmente entendida por sus lectores m¨¢s brutales. En los horrores que Glover repasa competentemente se al¨ªan los instrumentos tecnol¨®gicos de control y destrucci¨®n propios de la sociedad de masas con las motivaciones ideol¨®gicas del pragmatismo sin escr¨²pulos que pide eficacia, del nacionalismo desatado, del tribalismo y hasta de los sue?os delirantes de la sociedad perfecta y de una humanidad dise?ada de nueva planta. Sobre todo, estas ¨²ltimas. Lo expres¨® muy bien Solzhenitsin en su Archipi¨¦lago Gulag: "Las autojustificaciones de Macbeth eran d¨¦biles, y su conciencia lo devoraba. S¨ª, hasta el propio Yago ten¨ªa algo de cordero. En Shakespeare, la imaginaci¨®n y la fuerza espiritual de los malvados no pasan de una docena de cad¨¢veres. Porque no ten¨ªan ideolog¨ªa". La voluntad desmesurada de creer en lo que promete salvarnos o nos exalta, la degradaci¨®n del otro a error de la naturaleza o aborto del infierno, atraviesa y pervierte el siglo tanto en los reg¨ªmenes totalitarios como en las democracias. A fin de cuentas, quiz¨¢ la salud mental resulte siempre esc¨¦ptica, porque -dice Glover- "evitar el tipo de Creencia que estrecha el sentido de identidad significa mantener vivo el escepticismo". Especialmente sugestiva resulta su comparaci¨®n entre la serie de apresurados y orgullosos malentendidos que provocaron la Primera Guerra Mundial y los cuerdos tanteos renunciativos que evitaron lo peor durante la crisis de los misiles rusos en Cuba el a?o 1962.
En algo coinciden las tres obras comentadas: en que nada es irremediable, salvo cuando dimiten la inteligencia y la voluntad de los ciudadanos. El libro de Chomsky acaba diciendo: "Las decisiones se pueden modificar. Las instituciones se pueden cambiar. Si es necesario, se pueden desmantelar y reemplazar, cosa que han hecho personas honestas y valientes a lo largo de toda la historia". Tambi¨¦n el proyecto normativo de Michael Walzer apuesta por el mantenimiento de principios y el debate sobre ellos frente a los automatismos del "realismo" criminal. Y Glover recuerda las palabras de S¨®crates en La rep¨²blica: "Las sociedades no est¨¢n hechas de palos y piedras, sino de hombres cuyo car¨¢cter, al decidir en un sentido o en otro, determina la direcci¨®n del conjunto". Conviene no olvidarlo y meditar consecuentemente sobre ello, mientras bajo nuestros pies sigue rugiendo el volc¨¢n.
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