Evitar la guerra
Los que ya estaban convencidos de que Estados Unidos siempre tiene raz¨®n dieron por buenas las explicaciones de Powell. Los que pensaban que no hay una amenaza real que pueda justificar la intervenci¨®n armada no encontraron motivos para cambiar de opini¨®n en la conferencia con diapositivas que Powell ofreci¨® en la ONU. Es m¨¢s, a algunos nos pareci¨® que si algo hab¨ªa demostrado Powell es que la guerra no es necesaria. Si es verdad que Estados Unidos tiene controlados todos los movimientos de los arsenales iraqu¨ªes, si ¨¦stos son del tipo de los que se vieron en el show Powell, sencillamente las cosas van bien, lo ¨²nico que hay que hacer es seguir dando trabajo a los inspectores y seguir vigilando al ej¨¦rcito iraqu¨ª, es decir, control e informaci¨®n bajo tutela de la ONU.
Exactamente esto es lo que est¨¢n diciendo Alemania y Francia al elaborar un plan conjunto alternativo para presentarlo en el Consejo de Seguridad. Una combinaci¨®n de inspecciones, control de los cascos azules, vigilancia a¨¦rea e informaci¨®n garantiza, sin necesidad de recurrir al extremo recurso de la guerra, que Saddam Hussein no pueda ser una amenaza ni para sus vecinos ni para los que vivimos m¨¢s lejos. De momento, Saddam s¨®lo es un peligro para su propia poblaci¨®n. El plan franco-alem¨¢n debe ser completado con un trabajo pol¨ªtico eficaz que ayude a Irak a quitarse de encima el cruel r¨¦gimen que le oprime. Es decir, hay mucho por hacer, pero se puede avanzar sin necesidad de una carnicer¨ªa b¨¦lica.
El plan franco-alem¨¢n deja fuera de juego a mucha gente: a los dirigentes de Estados Unidos que, desde su arrogancia, afirman que Europa s¨®lo tiene principios pero carece de propuestas realistas. Francia y Alemania van a presentar una que parte del reconocimiento de que Saddam es el problema y que puede congeniar muchas m¨¢s voluntades -y de modo mucho m¨¢s libre que la iniciativa b¨¦lica-. A los fieles servidores del gran capit¨¢n -como el inefable presidente Aznar- que aseguran que lejos de Bush no hay salvaci¨®n y que tendr¨¢n que ver c¨®mo Europa es capaz de proponer soluciones a pesar de la traici¨®n de los que piensan que el atlantismo exige una Uni¨®n Europea d¨¦bil y entregada.
En la semana de las grandes movilizaciones contra la guerra la iniciativa franco-alemana tiene el muy positivo valor de demostrar que todav¨ªa es posible evitar la intervenci¨®n militar. "No a la guerra" no puede ser simplemente un ejercicio de elegancia moral para mayor gloria de la buena conciencia europea. Demasiadas veces en la fronda del antiamericanismo europeo uno tiene la impresi¨®n de que para algunos lo importante no es que no haya guerra sino que quede claro que el Gobierno americano es el malo. El "No a la guerra" s¨®lo adquiere su verdadera dignidad si va acompa?ado de los esfuerzos necesarios para evitarla. Si no es as¨ª, no va m¨¢s all¨¢ de los pasos de baile morales. Francia y Alemania -como ya ven¨ªa haciendo Turqu¨ªa, entre otros pa¨ªses- han demostrado que se puede estar contra la guerra no s¨®lo para cultivar la propia aura sino trabajando activamente para que esta de verdad no sea. Y este trabajo empieza en un punto que demasiado a menudo se olvida: antes que el belicismo de la Administraci¨®n de Bush, el culpable de la situaci¨®n es Saddam Hussein. Y estar¨ªa bien que alguna pancarta lo recordara.
Es indudable que el problema viene de lejos. Andr¨¦ Glucksmann lo ha presentado como una guerra continuada de m¨¢s de 20 a?os, que empezar¨ªa en tiempos de la revoluci¨®n isl¨¢mica en Ir¨¢n. Esta guerra tendr¨ªa un objetivo: la hegemon¨ªa en la zona sobre la base de hacerse con el poder en Arabia Saud¨ª. Ir¨¢n e Irak, dos reg¨ªmenes antag¨®nicos, se despedazaron entre ellos en esta pugna durante la cruel guerra de 1980-1988. Despu¨¦s, Irak afirm¨® sus pretensiones con la ocupaci¨®n de Kuwait. M¨¢s tarde entr¨® un tercer competidor en escena, Bin Laden, con el mismo objetivo: Riad. Pero el resultado de este largo episodio es que hoy, unos y otros, est¨¢n m¨¢s lejos que nunca de sus pretensiones. Ir¨¢n ha entrado en la senda de la modernizaci¨®n de la revoluci¨®n y no parece muy interesado en alargar su brazo fuera de sus fronteras. Irak tiene el ej¨¦rcito destruido y la econom¨ªa en bancarrota por el embargo. Y Al Qadea sigue siendo una inc¨®gnita, pero por muchas que puedan ser las pretensiones de su l¨ªder, su potencialidad no parece ir m¨¢s all¨¢ de la intimidaci¨®n con alg¨²n atentado terrorista espectacular. En este marco, la guerra puede a?adir m¨¢s confusi¨®n que soluciones.
La propuesta franco-alemana obliga a los partidarios de la intervenci¨®n militar a explicar sus verdaderas razones. Si explican que el objetivo es la creaci¨®n de un nuevo orden mundial sobre la base de establecer algunos protectorados americanos estrat¨¦gicos, las razones de la vieja Europa saldr¨¢n reforzadas. Porque es evidente que cualquier forma de gobierno global se tiene que hacer desde el pacto y desde las iniciativas multilaterales y no desde un liderazgo americano que s¨®lo admite las adhesiones incondicionales. Las relaciones de fuerzas son las que son. Y nadie niega a Estados Unidos el poder que tiene. Pero no todo se acaba con la fuerza, ni puede ser la fuerza el ¨²nico factor de orden. Europa tiene poder econ¨®mico y deber¨ªa tener capacidad de persuasi¨®n suficiente para no aceptar este unilateralismo del m¨¢s fuerte.
Y aqu¨ª est¨¢ el problema -y lo lacerante de la traici¨®n de los gobiernos espa?ol, ingl¨¦s e italiano-: lo que Estados Unidos busca es la debilidad de Europa, a la que, a pesar de los desprecios que le dedica, ve como la principal competidora posible. Por la gracia del tr¨ªo antes citado y los comparsas del Este, Europa se lo est¨¢ poniendo demasiado f¨¢cil. Joshka Fischer, en su apasionada diatriba de respuesta a Donald Rusmfeld, defendi¨® con coraje el honor de Europa. Si Europa es fuerte necesariamente tendr¨¢ roces con Estados Unidos. Estados Unidos y Europa han de ser capaces de entender que puede haber intereses diferentes y desacuerdos en el modo de ver las cosas y que estos desencuentros pueden perfectamente ser constructivos. Pero entonces sobran los traidores. Europa se equivocar¨ªa si pensara que el enemigo es Estados Unidos y no Saddam, pero tambi¨¦n se equivoca Estados Unidos si piensa que el enemigo es Europa y juega a buscar complicidades en su seno para debilitarlo. La gobernabilidad global no puede venir de un solo poder cuya hegemon¨ªa es fundamentalmente militar. Y es deber hist¨®rico de Europa tratar de impedirlo.
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