Viejos y nuevos conflictos coloniales
Tres hechos en estos d¨ªas van a condicionar las perspectivas de la paz y del derecho internacional. Las elecciones en Israel del pasado 28 de enero han ratificado la legitimidad formal de unas pol¨ªticas claramente antidemocr¨¢ticas. El d¨ªa 30, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha resuelto por unanimidad prorrogar el mandato de la MINURSO sobre el tantas veces aplazado Refer¨¦ndum del S¨¢hara hasta 31 de marzo. Finalmente, se contin¨²a ultimando detalles de una acci¨®n b¨¦lica internacional contra Irak. Esta guerra en realidad se recrudece, porque los bombardeos aleatorios y el injusto bloqueo han marcado la vida del pueblo iraqu¨ª en los ¨²ltimos a?os.
Es verdad que hay viejas o nuevas actitudes ante la guerra, ante la seguridad, ante el derecho internacional. En estas fechas, podemos comprobar que los viejos y nuevos colonialismos se solapan y aunque estos tres conflictos tienen su propia din¨¢mica independiente, tienen tambi¨¦n muchos elementos comunes, entre s¨ª y en la conciencia de los pueblos afectados. Para muchos, desafortunadamente no para todos, paz, seguridad y derecho internacional o son globales e indivisibles o no existen realmente. Estos son principios a preservar y que deber¨ªan contar para todo el mundo.
El Estado de Israel sigue ejerciendo, apoyado por ese mediador parcial que es EEUU, una "ocupaci¨®n beligerante", sujeta a las Regulaciones de la Haya (1907) y IV Convenci¨®n de Ginebra (1949). Desde la Conferencia de Madrid, en la inmediatez de la guerra del golfo, han pasado otros once a?os de negociaciones pol¨ªticas parciales, porque nunca contemplaron todas las dimensiones del problema: los refugiados, la partici¨®n de Palestina, la situaci¨®n de los palestinos en Israel y la ilegal anexi¨®n de Jerusal¨¦n Este.
Con una visi¨®n de normalizaci¨®n gradual y sin garant¨ªas internacionales (siguen sin cumplirse las Resoluciones de Naciones Unidas 194 y 242) se defiende que el actual conflicto se podr¨¢ solucionar con una negociaci¨®n razonable entre ocupantes y ocupados. Sin embargo, este conflicto empeora: el Foro de Londres s¨®lo ha interesado en realidad a quienes se les neg¨® la posibilidad de asistir a ¨¦l; la imposibilidad de celebrar elecciones en Palestina es otro mal dato, s¨®lo positivo para quienes favorecen la "estrategia de la tensi¨®n"; el fuerte consenso obtenido por el Likud y la incapacidad de las fuerzas pol¨ªticas en Israel de presentar una alternativa a las presiones de los colonos o a las pol¨ªticas de apartheid respecto de los palestinos dentro del estado de Israel no hacen presagiar nada bueno. Las pol¨ªticas de hechos consumados prevalecen sobre hipot¨¦ticos derechos, reconocidos s¨ª, pero no eficazmente hechos valer. En este caso paga sobre todo, no exclusivamente, el pueblo palestino.
El conflicto en el S¨¢hara es tambi¨¦n un conflicto post-colonial en que vagos reconocimientos de derechos e institucionales, dilatados procesos de mediaci¨®n, y propuestas inviables acaban cediendo, con la connivencia de quienes se sienten "moral e hist¨®ricamente" responsables (pero s¨®lo eso), ante la iniciativa del poderoso vecino, que tiene intereses mucho m¨¢s tangibles y, sobre todo, la capacidad de imponerlos. Con el paso del tiempo, adem¨¢s, las propuestas de soluci¨®n evolucionan en el sentido de las fuerzas m¨¢s poderosas. No se puede entender de otra manera que la Resoluci¨®n 1463/2003 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, prorrogue el plazo de la MINURSO "para dar a las partes tiempo de examinar la propuesta que se les ha presentado por el enviado personal del Secretario General" (James Baker). En cualquier caso, en ella se afirma que toda soluci¨®n debe asegurar el derecho de autodeterminaci¨®n del pueblo saharaui. Otra distinta ir¨ªa contra derechos ya reconocidos y no facilitar¨ªa la t¨ªmida transici¨®n pol¨ªtica marroqu¨ª, ni la normalizaci¨®n de relaciones en el ¨¢rea, que es necesaria para otras transiciones y para la integraci¨®n econ¨®mica regional. Pero, de nuevo, este retraso se hace sobre las v¨ªctimas saharauis de la potencia ocupante.
Espa?a tiene obligaciones en ambos conflictos. Su nueva condici¨®n de miembro no permanente del Consejo de Seguridad, que se une a la de haber propiciado la Conferencia de Madrid de 1991 sobre Oriente Medio y ser cosignataria de los Acuerdos Tripartitos sobre el S¨¢hara en 1975, deber¨ªa significar una pol¨ªtica activa, y aut¨®noma, para la soluci¨®n de ambos, fundada en la transparencia y en la consecuci¨®n de un amplio consenso social. Pero las cosas no parecen encaminarse por ah¨ª.
Y esto nos lleva al tercer conflicto: la "guerra preventiva" contra Irak o guerra del petr¨®leo. La seguridad y el redise?o geoestrat¨¦gico del ¨¢rea no han podido ocultar otra ambici¨®n "colonial": el aseguramiento de esa fuente primaria de energ¨ªa y el control de su mercado. En este caso el gran vecino es EEUU, quiz¨¢ por esto las viejas instituciones garantes del derecho internacional son consideradas tan molestas como in¨²tiles. Si algo ha llamado la atenci¨®n en este tercer caso es el car¨¢cter subalterno que la primera potencia concede a las NNUU, reserv¨¢ndose el derecho a una intervenci¨®n no ajustada a los procedimientos establecidos internacionalmente.
El unilateralismo que EEUU impone impide una acci¨®n pol¨ªtica coherente de los Estados y de las instituciones garantes del derecho internacional. Con la aceptaci¨®n de su liderazgo, se compartan o no sus "¨²ltimas razones", (las b¨¦licas), y la forma de imponerlas, se corre el peligro de echar por tierra los consensos b¨¢sicos que pusieron en pie aquellas instituciones. Por esto no puede argumentarse desde la seguridad poniendo en marcha procedimientos que, en su impunidad y falta de restricciones, en lugar de revalidarla la disminuyen.
La Comisi¨®n de Vigilancia, verificaci¨®n e Inspecci¨®n de NNUU no ha encontrado pruebas, ellos las ofrecen. Hablan de armas de destrucci¨®n masiva, ocultando qui¨¦nes fueron sus suministradores en otro tiempo. Argumentan la necesidad de l¨ªmites temporales a la labor inspectora para el cumplimento de Resoluciones aprobadas por NNUU cuando no son celosos en fijarlos, ni respetarlos en Oriente Medio ni en el caso del S¨¢hara Occidental.
Aun as¨ª, la guerra preventiva no debe servir para revalidar el papel de NNUU porque la ONU naci¨® para evitarla. El ¨²nico criterio que deber¨ªa prevalecer es el bienestar de los pueblos. Por eso hay que decir "No a la guerra" mientras se sigue trabajando por el derecho, la paz y la justicia.
Joan Sifre Mart¨ªnez es secretari general CS CCOO PV.
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