No amordace se?or Aznar
Las im¨¢genes nos muestran c¨®mo, en el mitin que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se despach¨® en Arganda, un joven grita un rotundo: ? No a la guerra! De inmediato, uno de los asistentes lo tumba y lo sujeta con su brazo por el cuello, mientras una mujer, posiblemente piadosa y muy formal, aprovecha para endilgarle algunos golpes. En su estrado, Aznar compone un gesto desde?oso, con el que parece disimular todo su cabreo. La secuencia contin¨²a y nos revela la acci¨®n m¨¢s emblem¨¢tica y execrable: un individuo de los servicios de seguridad, cubre f¨¦rreamente con su mano la boca del joven y le impide articular palabra, mientras lo sacan a rastras del recinto. Cuando Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar reanuda sus dicterios, suelta dos c¨ªnicos comentarios: "Aqu¨ª, cualquiera puede decir lo que se le antoje", pulverizado por la imagen, ya de dominio p¨²blico, de un estudiante amordazado por un secuaz; y "Sadam Husein, lo hubiera asesinado", presunci¨®n que encierra una gozosa e impl¨ªcita conclusi¨®n: Aznar es un perdonavidas. El episodio, que no es menor, se inscribe en la galer¨ªa de falacias perpetradas por el presidente, en tanto chapotea en su desmesurada soberbia.
En pocos meses, Aznar y su gobierno han batido un r¨¦cord de sinrazones: tras las "invisibles" manifestaciones de los trabajadores, se envainaron a toda prisa el aberrante decretazo; lo del Prestige y la tremenda cat¨¢strofe medioambiental que no cesa, los dej¨® en pa?os menores, ante propios y extra?os; y por ¨²ltimo, la sumisi¨®n a Bush, los coloca en el trace, si es que a¨²n pretenden mantener cierta coherencia, de enrolarse solitos en los marines, y de furrieles, porque para m¨¢s tampoco dan. No se entiende ese ardor b¨¦lico que quiz¨¢ disimule su condici¨®n de subordinados. Entre tanto, m¨¢s del 80% de la ciudadan¨ªa, gentes del cine, de los museos, de las universidades, de las f¨¢bricas, de las oficinas, de la cultura, dicen: "No a la guerra", como ese joven bachiller de Arganda. El s¨¢bado habr¨¢ que poner en la calle, lo que ahora solo es un porcentaje. Pero que no vengan con mordazas. Que se anden con ojo.
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