No se dejan tapar la boca
Hace unos d¨ªas un joven le grit¨® desde una grada "no a la guerra, se?or Aznar" al presidente del Gobierno interrumpiendo su discurso. El joven fue insultado, agarrado, sacudido y agredido por el p¨²blico de ancianos que lo rodeaban y ocupaban la grada, finalmente un concejal del PP del mismo municipio, Arganda del Rey, consigui¨® taparle la boca y con la ayuda de otros concurrentes lo arrastr¨® del lugar. Cuando ello hubo ocurrido, el presidente complacido pudo continuar su mon¨®logo ante aquel p¨²blico un¨¢nime y fervoroso.
Realmente ese joven ciudadano solitario y la obscena reacci¨®n que desencaden¨® en ese entorno son una estampa ejemplar del momento que vivimos en que lo m¨¢s rancio reinante se ve desafiado a cuerpo gentil por un aire nuevo. Hay una Espa?a que permanece en una c¨¢rcel cultural, toda una vida vivida dentro del franquismo, donde aprendi¨® a reverenciar y obedecer, donde no hab¨ªa ciudadan¨ªa sino servilismo. Y donde la manifestaci¨®n del poder era el miedo.
El autoritarismo de este Gobierno ha provocado el nacimiento de estos nuevos ciudadanos exigentes y libres
Para esa clase de espa?oles parece gobernar el presidente Aznar, a ellos dirige ce?udo sus mon¨®logos paternalistas y malhumorados, ri?¨¦ndoles, advirti¨¦ndolos, amenazando e insultando a esos "que se portan mal". El lenguaje verbal y corporal de Aznar le es familiar a cualquiera que haya vivido dentro de alguna instituci¨®n franquista, sea el servicio militar, un internado, un colegio nacionalcat¨®lico..., somos muchos ciudadanos los que reconocemos ese modo de dirigirse desde su p¨²lpito o estrado, sabemos lo que nos recuerda, de d¨®nde viene y a d¨®nde nos remite. Y hay una parte de los espa?oles, especialmente gente de edad, que lo a?ora, que extra?a esa figura paterna malhumorada, grosera, amenazadora que nos quiere obligar a "andar rectos", a obedecerle servilmente sin m¨¢s explicaciones. Una parte de la sociedad espa?ola conserva la vieja cultura cuartelera de la dictadura.
Pero la vida corre que da gusto y, junto a ese n¨²cleo compacto y bastante homog¨¦neo de personas, han ido form¨¢ndose generaciones que no han pasado por todos esos miserables ritos de iniciaci¨®n a la sumisi¨®n, de castraciones colectivas. Personas j¨®venes que no tienen una ideolog¨ªa pol¨ªtica cl¨¢sica, ni seguramente muy clara, pero han adquirido un sentido de la dignidad, un orgullo personal que se siente ofendido ante gobernantes que los desprecian. Y es que se puede argumentar mucho el discurso, pero el tono y la actitud resultan evidentes, si alguien te habla pomposamente y con desprecio, es que es un pedante y se siente superior a ti. Si te habla con desprecio o amenazante es que, diga lo que diga, te desprecia y te odia. Y no hay m¨¢s. Ya no digamos si adem¨¢s te difama y te insulta. Son dos culturas pol¨ªticas muy distintas y enfrentadas las que est¨¢n chocando, el autoritarismo basado en el miedo servil contra la ciudadan¨ªa.
Todo lo que est¨¢ ocurriendo, la disidencia masiva de muchos ciudadanos de Galicia, las disidencias de personas de las artes que saltan ubicuas como francotiradores de la paz, toda esa desautorizaci¨®n moral de un Gobierno que mira a la sociedad aviesamente y con hostilidad y que ve en la libertad de los ciudadanos un complot contra ¨¦l, todo ese renacer de la dignidad personal y de la sociedad... Todo eso es lo que dejamos aplazado cuando pactamos hace a?os una democracia con todo tipo de cautelas y concesiones, una democracia tutelada para ciudadanos que a¨²n ven¨ªamos de la aculturaci¨®n franquista y el encogimiento temeroso.
Esas personas que piden informaci¨®n, respeto, ser escuchados, di¨¢logo, comisiones informativas, asumir responsabilidades, paz y no guerra..., no son los mismos viejos conspiradores judeomas¨®nicos emboscados, ni conspiradores leninistas que invocan las libertades como coartada. Son algo nuevo y valios¨ªsimo, ciudadanos con dignidad y sin miedo. Y no piden libertad de expresi¨®n porque no se dejan tapar la boca y la practican ya sin pedirle permiso al Gobierno. Aunque florezca ahora espont¨¢neamente son los continuadores de las generaciones que han luchado por la libertad desde posiciones ideol¨®gicas r¨ªgidas, han heredado su firmeza pero traen una alegr¨ªa y una naturalidad que es simplemente maravillosa. Traen una nueva cultura ciudadana a un pa¨ªs que algunos a¨²n imaginan como un patio de cuartel.
Y si la cultura c¨ªvica est¨¢ por fin dando su flor de un modo precipitado es precisamente porque el autoritarismo de este Gobierno ha provocado el nacimiento de estos nuevos ciudadanos exigentes y libres. Y son ellos los que est¨¢n haciendo que la democracia verdaderamente exista, son el verdadero fruto de la democracia. Y a esos ciudadanos est¨¢ obligado el Gobierno a dirigirse con respeto. Mientras siga despreci¨¢ndolos y dirigiendo soliloquios malhumorados a esa Espa?a inc¨ªvica y rancia que cada d¨ªa es m¨¢s fantasmal s¨®lo estar¨¢ ignorando la realidad social y mir¨¢ndose en un viejo espejo. El ¨²nico complot es de una mayor¨ªa de ciudadanos que se ven reflejados en estos disidentes, cada d¨ªa menos solitarios.
Suso de Toro es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.