Un tribunal de EE UU ordena que se cure a un preso para ejecutarle
El reo, condenado por asesinato, recibir¨¢ medicaci¨®n contra su psicosis
Locura o muerte. Charles Laverne Singleton lleva 23 a?os en el corredor de la muerte. Sus episodios psic¨®ticos le hab¨ªan salvado hasta ahora de la pena capital porque el Tribunal Supremo de Estados Unidos proh¨ªbe ejecutar a personas cuya enfermedad les impida comprender la pena de muerte. Un tribunal federal de apelaciones de St. Louis (Misuri) ha decidido que no es raz¨®n suficiente y ha ordenado a los responsables penitenciarios de Arkansas administrarle por fuerza una medicaci¨®n que le devuelva cordura suficiente para ser ejecutado.
La decisi¨®n fue aprobada por cinco votos en contra y seis a favor. Los jueces deb¨ªan optar entre "una medicaci¨®n forzada seguida de una ejecuci¨®n, o ninguna medicaci¨®n seguida de psicosis y c¨¢rcel", resumi¨® el magistrado Roger Wollman en nombre de la mayor¨ªa que prefiri¨® imponer la pena capital. Wollman estim¨® que la mejor opci¨®n era la primera, porque el tratamiento "beneficia al prisionero", independientemente de lo que pueda ocurrir luego. "Ser elegible para una ejecuci¨®n es la ¨²nica consecuencia indeseada de la medicaci¨®n".
El juez Gerald Heaney, en nombre de sus otros cuatro colegas que se opusieron al dictamen, declar¨® que "ejecutar a un hombre severamente incapacitado sin tratamiento, y bastante incompetente cuando est¨¢ sometido a medicaci¨®n, es el ejemplo m¨¢ximo (...) de aplicar una venganza sin sentido".
"Este tipo de casos son muy poco frecuentes, pero muy simb¨®licos", comenta Richard Dieter, director del Centro de Informaci¨®n sobre la Pena de Muerte, una asociaci¨®n independiente contra la pena capital.
Alucinaciones en la celda
Charles Laverne Singleton, un afroamericano de 43 a?os, fue condenado a muerte en 1979 por asesinar a una mujer cuando robaba una tienda de comestibles en Hamburg (Arkansas). Poco antes de morir, la v¨ªctima, una vecina, identific¨® a Singleton, que argument¨® entonces que "estaba enfermo" cuando cometi¨® el crimen. Los primeros s¨ªntomas de psicosis fueron detectados en prisi¨®n en 1987. Singleton empez¨® a quejarse de alucinaciones. Cre¨ªa que su celda estaba pose¨ªda por demonios y que los m¨¦dicos le hab¨ªan implantado un artefacto en la cabeza. Desde entonces, cada 30 d¨ªas recibe obligatoriamente una inyecci¨®n de Prolixin para tratar su esquizofrenia.
Aun as¨ª, el gobernador de Arkansas, Mike Huckabee, orden¨® que Singleton fuera ejecutado el 11 de marzo de 1998 argumentando que el preso, pese a sus episodios psic¨®ticos, era lo bastante cuerdo como para entender su sentencia. De recurso en recurso, cinco a?os despu¨¦s se ha llegado a la corte de apelaciones.
La decisi¨®n abre un complejo debate ¨¦tico. "?Hasta qu¨¦ punto puede un Gobierno tomar decisiones que invaden tanto la vida de un individuo utilizando personal m¨¦dico que tiene la obligaci¨®n de curar y tratar, sobre todo cuando el resultado no es salvar la vida del paciente, sino ejecutarlo?", se preguntaba en las p¨¢ginas de The New York Times Jeffrey Marx Rosenzweig, el abogado de Singleton, que piensa presentar el caso ante el Tribunal Supremo.
El veredicto pone "a los m¨¦dicos que tratan a condenados psic¨®ticos en una situaci¨®n insostenible: tratarlos puede darles un breve alivio que resulte en una ejecuci¨®n; dejarles sin tratamiento les condena al mundo en el que vive Singleton, lleno de alucinaciones", subray¨® el juez Heaney. "Ha habido casos de m¨¦dicos en Arizona que se han negado a tratar por la fuerza a prisioneros enfermos mentales. La respuesta de las autoridades penitenciarias ha sido normalmente recurrir a m¨¦dicos de otros Estados", explica Richard Dieter.
Desde principios de a?o se ha ejecutado a 10 presos en Estados Unidos.
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