Celebraci¨®n del cuerpo
Enjaulado en una residencia, un hombre maduro e inv¨¢lido, de nombre Jo?o, le escribe una larga, hermosa e imaginaria ep¨ªstola de amor a M¨®nica, su esposa muerta, torrencial y veraz como no lo son las que el lus¨®filo Tabucchi agavilla en Se est¨¢ haciendo cada vez m¨¢s tarde siguiendo a Ferreira. La intensidad del ejercicio de la memoria y el alcance de la introspecci¨®n del yo que escribe convierten enseguida la carta en un mon¨®logo interior jalonado de ap¨®strofes, en el desag¨¹e verbal por el que fluye y se escapa la conciencia.
Si en un principio pudiera el lector entender la carta como el reencuentro a trav¨¦s de la memoria con un pasado que el narrador vive como presente ("estoy contigo. No existe el tiempo") -y en tal caso como suerte de reconstrucci¨®n autobiogr¨¢fica- pronto descubre la verdadera naturaleza del texto: un ensayo fragmentario y fenomenol¨®gico acerca del cuerpo y de su po¨¦tica, acerca de su descomposici¨®n por virtud del tiempo, el deslumbrante y obsesivo homenaje que se le hace en tanto met¨¢fora de la vida humana articulada en opuestos, lo voluptuoso y lo mis¨¦rrimo, la belleza y el horror, la muerte y la vida. Esto es, una celebraci¨®n del cuerpo con el feliz pretexto de la carta. Desde la invernal "carcasa de hom¨ªnido" del tullido y anciano Jo?o hasta el cuerpo primaveral, plet¨®rico, de M¨®nica en los tiempos en que surgi¨® el amor ("tengo en las manos la memoria de tu cuerpo"), en un juego a la vez perverso y exquisito con las edades del hombre al que contribuy¨® en pintura una tradici¨®n aleg¨®rica que parte de Tiziano o Hans Grien y alcanza a Munch o a Klimt. Entendida la carta como subterfugio para una autobiograf¨ªa emocional o como mero atolladero ficcional para la meditaci¨®n sobre el hombre, conviene advertir que Jo?o se vale para su discurso de un teatro de la memoria artificial formado por un Cristo, mutilado como ¨¦l, un grabado de Durero, obsesionado como ¨¦l por la recreaci¨®n del cuerpo y los estragos del tiempo -el dibujo representa la muerte a caballo-, una ilustraci¨®n coloreada de un fresco de Pompeya representando la diosa Flora, imagen de la lozan¨ªa del cuerpo, objetos simb¨®licos de su habitaci¨®n que forman el tr¨ªptico pagano ante el que Jo?o invoca el recuerdo, y un concierto de Mozart para un oboe que a la fuerza identificamos con M¨®nica.
EN NOMBRE DE LA TIERRA
Verg¨ªlio Ferreira. Traducci¨®n de Isabel Soler y Neus Baltrons El Acantilado. Barcelona, 2003 282 p¨¢ginas. 18 euros
EN NOM DE LA TERRA
Verg¨ªlio Ferreira. Traducci¨®n de Isabel Soler y Neus Baltrons Quaders Crema. Barcelona, 2003 272 p¨¢ginas. 18 euros
En nombre de la Tierra tiene un precedente en Manh? Submersa (1954), tejida tambi¨¦n con el recuerdo como mecanismo de construcci¨®n narrativa, memoria en este caso de la adolescencia transcurrida en otro espacio cerrado, el de un seminario. Su experiencia de la construcci¨®n del sujeto, del yo narrador form¨¢ndose en di¨¢logo con el otro -Jo?o nace al fin y al cabo a la ficci¨®n contempl¨¢ndose en el espejo de M¨®nica-, remite en cambio a Aparici¨®n (1959), sustent¨¢ndose la idea de la escritura como ejercicio expiatorio contra el desvalimiento engendrado por el amor en las intuiciones de una novela suya anterior, Para sempre (1983), que la perfecci¨®n de la que nos ocupa ha eclipsado m¨¢s de la cuenta.
Soterrada bajo la reconstrucci¨®n de su biograf¨ªa y las reflexiones en torno al paso del tiempo, y al modo en que se refleja ¨¦ste en el cuerpo, fluye una axiolog¨ªa de altos vuelos, expresada vali¨¦ndose de adagios ("la historia del hombre es la de la relaci¨®n con su cuerpo", "el hombre tiene siempre en s¨ª un doble y s¨®lo en un loco coinciden los dos", "los grandes actos de la vida nunca deben tener p¨²blico", o "el destino soy yo", reflejo de su devoci¨®n existencialista), de ah¨ª que el relato adquiera enseguida un aire afor¨ªstico que, junto a un extremo lirismo, conforma su absorbente personalidad.
La cuidada traducci¨®n facilita que el lector disfrute viendo c¨®mo Ferreira se exhibe en su dominio t¨¦cnico con un estilo construido con polis¨ªndeton, fusi¨®n de discursos, epifan¨ªas ("escribo para volver visible el misterio de las cosas", Pensar, 1992), reiteraciones propias del habla oral, transcodificaciones y recurrencias que golpean el texto como un ataque musical en un estilo emocional ("y dije, y dije, yo te bautizo en nombre de la Tierra, de los astros y de la perfecci¨®n"). Escribe llevado por la embriaguez del recuerdo, que le hace ser delicado en una frase y brutal en la siguiente, "voy a ser sublime y retrasado mental. Un cuerpo", y su fuerza l¨ªrica supera el artificio de su forma -la ep¨ªstola, en extremo frecuente en la obra de Ferreira, el empleo virtuoso de la segunda persona- conduciendo al lector a una gratificante comuni¨®n an¨ªmica que, admit¨¢moslo, s¨®lo la gran literatura proporciona.
Del neorrealismo a la meditaci¨®n
AL JOVEN Verg¨ªlio Ferreira (1916-1996), que entonces le¨ªa sin descanso a Hemingway o Steinbeck, le arrastr¨® la poderosa corriente de la resistencia antisalazarista, que le har¨ªa contribuir a la novela social y al neorrealismo con novelas como Onde tudo foi morrendo (1944) o Vag?o J (1946). Despu¨¦s, los existencialistas se apoderaron de su inquietud intelectual, y sus lecturas de Sartre y Malraux dieron un golpe de tim¨®n a su obra, que se encamin¨® para siempre hacia la meditaci¨®n acerca del hombre, de sus valores y su conciencia. Escribi¨® entonces, distingui¨¦ndose cada vez m¨¢s por su voluntad de diluir el discurso de la ficci¨®n en el del ensayo, novelas de filiaci¨®n existencialista como Aparici¨®n (1959; C¨¢tedra, 1984) y otras novelas de verdadero calado filos¨®fico, en las que, como en Alegria Breve (1965), se advierte la huella de Jaspers o Heidegger, y en las que su inicial preocupaci¨®n por el colectivo se transforma en irrenunciable introspecci¨®n y en un subjetivismo de car¨¢cter metaf¨ªsico que, en sus ¨²ltimas obras, se vale, como en Signo Sinal (1979), Para Sempre (1983) o En nombre de la Tierra (1990), tanto de la fuerza y la belleza de la l¨ªrica cuanto de una atm¨®sfera de soledad y enajenaci¨®n en la que tienen cabida el desenga?o y el sarcasmo. Ferreira, formado en la filolog¨ªa cl¨¢sica, obtuvo los mayores premios literarios de su pa¨ªs. En 1978, L¨¢zaro Carreter lo avala de un modo oficial como candidato al Nobel, y el Pen Club de Portugal ratifica su reiterada candidatura al premio en 1984, consagrado ya como uno de los novelistas y diaristas imprescindibles de la literatura en lengua portuguesa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.