Una opini¨®n disidente
Observa el autor un exceso de simplismo en algunas posiciones cr¨ªticas a la pol¨ªtica estadounidense respecto a Irak.
Yo tambi¨¦n estoy contra esta guerra, sea dicho de antemano. Y, sin embargo, me siento muy lejano de los argumentos que escucho en mi derredor para oponerse a ella. No me reconozco en absoluto en esta bulliciosa opini¨®n p¨²blica, espa?ola y europea, que clama su oposici¨®n a la pol¨ªtica estadounidense y su rechazo visceral a la guerra. Me resulta asombroso que el progresismo europeo caiga de nuevo en la trampa de utilizar el utopismo como m¨¦todo pol¨ªtico, aunque ahora ese utopismo se disfrace de ang¨¦lico altruismo pacifista, en lugar del ya desacreditado ropaje de la revoluci¨®n social.
Los creadores de opini¨®n recurren a varios esquemas para explicar la pol¨ªtica actual de Washington. Uno es el sociopsicol¨®gico: el matonismo prepotente y aldeano (no ilustrado) de los actuales dirigentes de un pa¨ªs cuyo ciudadano medio es incapaz de comprender la realidad mundial y, sobre todo, de entender los problemas de la injusticia planetaria. Otro es el economicista (cherchez l'argent que dir¨ªa el vulgo marxista): es el petr¨®leo el bastardo inter¨¦s subyacente, los Estados Unidos no buscan sino adue?arse de esta fuente de energ¨ªa. Y a estos esquemas tan simples unen el infalible toque moralista: la excitaci¨®n de nuestro altruismo, ¨¦se que se duele ante las im¨¢genes de guerra, el que hace que se encrespe en nosotros una marea de indignaci¨®n moral ante la idea de la muerte anunciada de seres humanos.
En todo esto late un escas¨ªsimo esfuerzo de comprensi¨®n. De comprender a los Estados Unidos, en primer lugar; entender la situaci¨®n de un poder hegem¨®nico que se siente agredido y desafiado. Pero de comprender tambi¨¦n nuestra propia realidad europea, la que subyace a nuestra toma de posici¨®n. Es muy f¨¢cil y c¨®modo el viejo truco intelectual de explicar la actuaci¨®n del otro por sus intereses contingentes e invocar en sost¨¦n de la nuestra los puros principios morales. Desgraciadamente, nuestra reacci¨®n como europeos incurre demasiado en este truco. No parece sino que nos creemos de verdad que hemos llegado a un estadio superior de desarrollo moral, por encima del de esos toscos y primitivos norteamericanos, y que es desde esa moralidad superior desde la que les criticamos. No nos apercibimos de hasta qu¨¦ punto nuestra opini¨®n p¨²blica viene determinada por un concreto trasfondo social, el de unas sociedades c¨®modamente instaladas en su mediocridad esc¨¦ptica, incapaces de asumir el coste pol¨ªtico y econ¨®mico que conlleva el ejercicio del liderazgo. Pretendemos que Europa sea escuchada como actor privilegiado en el mundo, al tiempo que ofrecemos la imagen de un gallinero alborotado y desunido.
Si hay un campo en que el realismo es exigencia intelectual inescapable, so pena de incurrir en una total deformaci¨®n cognoscitiva, tal campo es el de la pol¨ªtica internacional. Pues esta pol¨ªtica act¨²a en una sociedad literalmente prehobbesiana, en la que el contrato social y la creaci¨®n de una autoridad capaz de imponer y sancionar las reglas de la interacci¨®n estatal no ha tenido todav¨ªa lugar. El poder es todav¨ªa una realidad desnuda, no dome?ada por Leviatan alguno, menos a¨²n por unas reglas consensuadas, por mucho que la opini¨®n p¨²blica, la interrelaci¨®n econ¨®mica globalizadora y las organizaciones internacionales tiendan a su control.
En este ¨¢mbito, una potencia hegem¨®nica (no imperial, como con demasiada imprecisi¨®n se dice) ha sido agredida por vez primera en su propio territorio por actores externos. Que reaccionar¨ªa en t¨¦rminos de afirmaci¨®n de su propia potencia era algo tan inevitable como obvio. No puede permitir que se ponga en tela de juicio su poder, so pena de perderlo. Pues el poder no se tiene si no se ejerce, como cuenta Tuc¨ªdides que ense?aba Pericles a sus conciudadanos atenienses remisos a la guerra: "El imperio no es algo de lo que os sea dable desprenderos, o no ejercerlo en aras de un noble pacifismo, sino que lo pose¨¦is como una carga gravosa que parece injusto detentar, pero que es peligroso perder".
Que el r¨¦gimen de Irak no haya tenido relaci¨®n con la agresi¨®n sufrida es casi intrascendente en este marco. En todo caso, es un poder que reta a la hegemon¨ªa estadounidense en un momento que ¨¦sta percibe como crucial para su supervivencia, y eso es lo que le perder¨¢. Su reciente historia de agresividad, unida a su car¨¢cter opresivo sobre su propio pueblo, no hacen sino a?adir razones para esa perdici¨®n, que objetivamente beneficiar¨¢ incluso al mismo pueblo de Irak.
?Estamos entonces reducidos a contemplar el dominio de la realpolitik con su desnuda l¨®gica de poder? Obviamente no, la civilizaci¨®n es el intento inacabado e inacabable de intentar domar esa l¨®gica y substituirla por la de la cooperaci¨®n transnacional. Pero ese intento no avanza nada, m¨¢s bien retrocede muchos pasos, cuando se exacerba en la opini¨®n p¨²blica el altruismo ingenuo y el pacifismo acr¨ªtico y se los dirige contra una naci¨®n que, aunque ciertamente hegem¨®nica y por ello prepotente, es tambi¨¦n democr¨¢tica y liberal.
Este uso pol¨ªtico de nuestra indignaci¨®n moral termina inexorablemente en la frustraci¨®n ciudadana y en la deslegitimaci¨®n global del sistema existente, incluso en lo que tiene de positivo y progresista. En una democracia, la pol¨ªtica no consiste en reclamar la utop¨ªa impugnando lo existente, sino en trabajar prosaicamente para la superaci¨®n de las situaciones internacionales de subdesarrollo e injusticia. Lo cual se conseguir¨¢ probablemente a trav¨¦s de la actuaci¨®n del inter¨¦s propio consciente de sus l¨ªmites (el ego¨ªsmo ilustrado) y, en concreto de las interrelaciones econ¨®micas y las organizaciones estrat¨¦gicas militares (lo que Ferr¨¢n Requejo llama la solidaridad por conveniencia com¨²n).
Oponer al gobierno estadounidense una marea de principios altruistas vociferantes no sirve probablemente mucho para alcanzar el objetivo de evitar la guerra. Disfrazar el propio inter¨¦s nacional, la propia pol¨ªtica de poder, con tales principios, como algunos gobiernos europeos sienten la tentaci¨®n de hacer, ayuda menos a¨²n (?si por lo menos Europa fuera un¨¢nime?). Es posible que ayudase mucho m¨¢s el comprender los motivos que mueven a la potencia hegem¨®nica (que nos mover¨ªan similarmente a nosotros en su situaci¨®n) y desde esa empat¨ªa acompa?arle en su reacci¨®n, en forma a la vez solidaria y cr¨ªtica.
Jos¨¦ M? Ruiz Soroa es abogado.
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