La comendadora Consuelo Ciscar

A propuesta del Consejo de Ministros, el Rey ha concedido la Encomienda de N¨²mero de la Orden de Isabel la Cat¨®lica a Consuelo Ciscar, subsecretaria de Promoci¨®n Cultural de la Generalitat. La condecoraci¨®n, que premia siete a?os de trabajo al servicio de la difusi¨®n de la cultura y el arte del pa¨ªs en el mundo entero, le fue impuesta el jueves pasado en la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, en Madrid, a manos del ex molt honorable y ministro de Trabajo, Eduardo Zaplana, ante una nutrida representaci¨®n del gremio art¨ªstico y creativo del Pa¨ªs Valenciano, que no acudi¨® a la capital en autob¨²s ni con vi¨¢tico oficial.

Ayunos como estamos en erudici¨®n her¨¢ldica y distinciones regias, no sabr¨ªamos aquilatar la encomienda que glosamos, pero por el patronazgo de la iniciativa y la alta instancia que la otorga, sin mentar el protocolo de la entrega, colegimos que se trata de un reconocimiento extraordinario que se administra con fundamentos probados y valiosos. Prueba de ello es que, en lo atinente al Pa¨ªs Valenciano, no nos consta ning¨²n precedente y, de modo especial, ninguno que concierna al censo de los pol¨ªticos y gestores de la cosa p¨²blica desde el advenimiento de la democracia. O sea, que estamos ante un episodio singular y como tal habr¨ªa que juzgarlo incluso desde el m¨¢s obstinado republicanismo, si es que todav¨ªa queda memoria o profesi¨®n de tan entra?able ideario.

Tengo para m¨ª que en un clima pol¨ªtico m¨¢s sosegado y menos banderizo, y en el seno de una sociedad m¨¢s cohesionada -que no es sin¨®nimo de uniforme-, esta medalla hubiera suscitado los comentarios pertinentes a los m¨¦ritos que la avalan y a la personalidad de la comendadora. En cambio, atrincherados como estamos en man¨ªas y fobias partidarias, el dicho favor regio se nos antoja por lo general ajeno, lejano y poco menos que trivial. Un d¨¦ficit de civismo y un plus de descortes¨ªa que con el tiempo se ir¨¢ enmendando, o en eso confiamos. Pero, por el momento todav¨ªa, constituye un bald¨®n para la comunidad que somos y una injusticia -como es el caso- para determinadas personas, como la que nos ocupa.

Porque es el caso, insistimos, que Consuelo Ciscar, con o sin regia encomienda, ha realizado -y sigue en ello- una gesti¨®n ins¨®lita y poco menos que irrepetible al frente y en el frente de la cultura valenciana a lo largo de un septenio, que se nos antoja mucho m¨¢s de lo que cualquier dirigente podr¨ªa aguantar sin socarrarse. Dicho esto, es asimismo obvio que en tan prolongada ejecutoria hay no pocas sombras, decantadas de errores y falsos criterios, aunque m¨¢s a menudo de la escasez de recursos econ¨®micos para gratificar a la innumerable muchedumbre que con la vitola de artistas y asimilados aspiran a ser amamantados por los dineros p¨²blicos o el favor oficial. No habiendo subsidios para todos prospera el desamor o el reconcomio.

Sin embargo, a pesar de las penurias inevitables -pues nunca habr¨¢ bastante prodigalidad para la cultura-, la galardonada ha conseguido en estos a?os que la pl¨¢stica valenciana, de consuno con otras expresiones creativas, se proyectase internacionalmente mediante no menos de 300 exposiciones y fastos parejos; que Valencia apostase por una Bienal a pesar del escepticismo ambiental; que esta ciudad cogiese asimismo el Encuentro Mundial de las Artes y que figuras mundiales de la cultura, as¨ª como pol¨ªticos y canciller¨ªas remotas nos observasen como un referente ins¨®lito en punto a promoci¨®n y creatividad. En el Palacio de la Santa Cruz no han estado ciegos ni sordos a este fen¨®meno por m¨¢s que por estos lares nuestros cunda la indiferencia, cuando no el despecho.

Y unas notas finales, m¨¢s o menos pertinentes. Consuelo Ciscar es la acreedora de la encomienda, pero tengo para m¨ª que alguna porci¨®n le incumbe al ex presidente Eduardo Zaplana que tuvo, en su momento, la temeridad de confiarle esta parcela tan sensible, a pesar de las reservas expresadas por el n¨²cleo duro de la intelectualidad local y hasta de alguna facci¨®n de su partido. Su m¨¦rito tiene el consejero Manuel Taranc¨®n que, contra lo que suele ser habitual, ha dejado trabajar con las m¨ªnimas interferencias o exhibici¨®n de vanidades heridas. Una rareza. Y l¨¢stima que, al agradecer la encomienda, y para decir lo mismo que dijo, Consuelo Ciscar no citase a cualquiera de nuestros poetas.