Blair anuncia en el congreso laborista que los inspectores dispondr¨¢n de m¨¢s tiempo
El primer ministro brit¨¢nico insiste en la necesidad de que Irak colabore con la ONU
En un apasionado discurso ante el congreso de primavera del Partido Laborista, Tony Blair apel¨® ayer a los sentimientos para buscar el apoyo de su partido a la causa de la guerra. Y lo hizo orillando el problema de las armas de destrucci¨®n masiva para dar paso, por encima de todo, a un despiadado retrato de la dictadura de Sadam Husein. Blair confirm¨® que los inspectores dispondr¨¢n de m¨¢s tiempo antes de que empiece la guerra, pero advirti¨® de que ese tiempo no es para buscar armas, sino para comprobar si Sadam Husein colabora o no plenamente con los inspectores.
El primer ministro brit¨¢nico asegur¨® una vez m¨¢s que sigue confiando en que el conflicto se solucione siguiendo la senda de Naciones Unidas, pero volvi¨® a realizar un discurso belicista en el que la amenaza de la guerra, si no la guerra misma, parece la ¨²nica v¨ªa para lograr el desarme. Confirm¨® que "habr¨¢ m¨¢s tiempo para las inspecciones", que cifr¨® en dos semanas, pero de inmediato asoci¨® esa alternativa con las "t¨¢cticas evasivas de Sadam".
Y advirti¨®: "El tiempo que se necesita no es el tiempo que le llevar¨¢ a los inspectores descubrir las armas. No son una agencia de detectives. Ya hemos jugado a ese juego en los a?os noventa". "El tiempo es el tiempo necesario para poder juzgar si Sadam est¨¢ preparado para cooperar plenamente o no", explic¨®. "Si lo est¨¢, entonces los inspectores tendr¨¢n tanto tiempo como les haga falta. Si no lo est¨¢ y esto es una repetici¨®n de los a?os noventa -y creo que as¨ª es-, entonces no tengamos duda de lo que est¨¢ en juego".
Blair no hizo menci¨®n ni a las tensiones que su apoyo a Estados Unidos est¨¢ provocando en el seno de la Uni¨®n Europea ni a los problemas de Washington y Londres para imponer su visi¨®n del conflicto en el Consejo de Seguridad.
Lo que hizo fue asociar ret¨®ricamente su posici¨®n con la democracia y la de los enemigos de la guerra con el terrorismo. Y lo hizo en un intento de tocar la fibra de la audiencia, compuesta por militantes laboristas, y de advertir a los pacifistas que en esos momentos empezaban a desfilar por las calles de Londres de que, por buenas que fueran sus intenciones, la consecuencia de la "no guerra" ser¨¢ m¨¢s inestabilidad y m¨¢s terrorismo. Seguramente lo contrario de lo que pensaban los manifestantes: cuanta menos guerra, menos motivos para atacar a Occidente.
"Para ser honestos, tengo que decir que hay otra raz¨®n por la que creo tan firmemente en esta cuesti¨®n. Es una raz¨®n que tiene que ver menos con el hecho de ser primer ministro que con ser miembro del Partido Laborista, que tiene que ver con la pol¨ªtica progresista en la que creo", dijo. "La causa moral contra la guerra tiene una respuesta moral: es la causa moral de echar a Husein".
"No es ¨¦sa la raz¨®n por la que actuamos", puntualiz¨® de inmediato. "Tenemos que actuar de acuerdo con el mandato de Naciones Unidas sobre las armas de destrucci¨®n masiva. Pero, francamente, es la raz¨®n por la que tenemos que hacer algo, por la que deber¨ªamos hacer esto con toda conciencia".
A partir de entonces, el primer ministro profundiz¨® en la t¨¢ctica seguida por Washington y Londres en las ¨²ltimas semanas: asociar cada vez m¨¢s la figura de Sadam Husein con terrorismo, identificar a Irak con Al Qaeda y, cada vez m¨¢s abiertamente, con el 11 de septiembre. Blair evoc¨® los cr¨ªmenes horrendos de Sadam desde que lleg¨® al poder en 1978, "cuando Irak era un pa¨ªs proporcionalmente m¨¢s rico que Malaisia o Portugal". Pero no record¨® que entonces era un fiel aliado de Occidente, armado por la CIA para debilitar al que entonces era el gran enemigo de EE UU: Ir¨¢n.
Ley¨® emotivos p¨¢rrafos de las cartas que le han enviado dos refugiados iraqu¨ªes en el Reino Unido, en los que le invitan a no ceder en su apoyo a Estados Unidos para que desaparezca el r¨¦gimen de Sadam. Record¨® tambi¨¦n lo duro pero lo conveniente que fue lanzarse a la guerra en Kosovo o en Afganist¨¢n. Y no falt¨®, porque nunca falta, la gen¨¦rica alusi¨®n a que alg¨²n d¨ªa habr¨¢ que arreglar el problema de Oriente Pr¨®ximo.
Quiz¨¢ la agenda de Blair, el orden de sus prioridades geoestrat¨¦gicas, o m¨¢s bien las del presidente estadounidense George W. Bush, es lo que m¨¢s separa hoy al primer ministro y a su opini¨®n p¨²blica y de sus te¨®ricos votantes.
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