'Band wagon'
Con el fin de la guerra fr¨ªa tambi¨¦n concluy¨® la era de equilibrio multipolar que desde la Paz de Westfalia articulaba el sistema europeo de Estados soberanos. Y el nuevo modelo unipolar que emerge, con EE UU como ¨²nico monopolizador de la soberan¨ªa a escala global, est¨¢ comenzando a producir efectos en cascada (guerras de Irak y Kosovo, 11-S, guerra de Afganist¨¢n, pr¨®xima guerra de Irak), entre los que cabe incluir la incipiente divisi¨®n del pacto atl¨¢ntico que se manten¨ªa en pie desde la II Guerra Mundial.
La cismog¨¦nesis emergente opone al eje Par¨ªs-Berl¨ªn que articula el continente de derecho romano (civil law) frente al eje anglosaj¨®n (common law) hoy liderado por Washington, a cuyo carro ganador (band wagon) se suben los Gobiernos m¨¢s oportunistas (Berlusconi, Aznar, etc¨¦tera). Ahora bien, ambos bandos aplican el mismo principio de racionalidad weberiana que justifica el orden cristiano occidental. S¨®lo que mientras los continentales se acogen al kantiano imperativo de la raz¨®n formal (procedimentalismo y principio de legalidad), los anglosajones se escudan en la primac¨ªa de la racionalidad material (pragmatismo y criterio de eficacia), pues para los utilitaristas el fin siempre justifica los medios. O como sostienen ahora: es la misi¨®n la que impone la coalici¨®n, y no a la inversa.
Pero puestos a ser pragm¨¢ticos, ?por qu¨¦ habr¨ªa de ser m¨¢s eficaz atacar e invadir Irak ahora mismo que cualquiera otra de las alternativas que siguen abiertas? ?C¨®mo se puede despreciar tan ol¨ªmpicamente el seguro coste en vidas iraqu¨ªes que tendr¨¢ el derribo por la fuerza del r¨¦gimen de Sadam Husein? ?Qu¨¦ clase de guerra es ¨¦sta a la que juegan los anglosajones como deporte de caballeros que cultivan la ¨¦tica del fair play? ?Acaso es juego limpio propio de gentlemen el abusar de un poder infinitamente superior para descargarlo sobre un pueblo sojuzgado, vencido e inerme, como ya sucedi¨® en Hiroshima y Nagasaki hace 58 a?os? ?Qu¨¦ sentido b¨¦lico tiene una masacre fr¨ªamente ejecutada con absoluta impunidad? ?No implica esto la extensi¨®n planetaria de la pena de muerte a escala global, friendo en la silla electr¨®nica a todo un pueblo inocente?
Esta carnicer¨ªa no tendr¨¢ sentido pragm¨¢tico alguno. A no ser que su destinatario no sea tanto el r¨¦gimen iraqu¨ª como los Gobiernos y los pueblos europeos, a los que se desea intimidar para que consientan someterse al monopolio global de la soberan¨ªa estadounidense. Como a los anglosajones les costar¨ªa mucho vencer por la fuerza a los europeos, se prefiere convencerlos mediante un mensaje de aviso, ejecutando gratuitamente a miles de iraqu¨ªes por televisi¨®n.
De ah¨ª la necesidad de montar una guerra-espect¨¢culo como puro acontecimiento medi¨¢tico -igual que si fuese una snuff movie o un genocida reality show-, que transmite la historia en directo escenificada como una ejemplar cat¨¢strofe anunciada. Por eso se recurre a t¨¦cnicas de suspense -con profusi¨®n de efectos especiales que mantienen durante semanas la incertidumbre sobre si al final habr¨¢ o dejar¨¢ de haber ataque e invasi¨®n-, que propagan por todo el globo una urgente expectaci¨®n -la esencia de todo buen espect¨¢culo- por conocer un desenlace que se adivina ominoso pero que s¨®lo depende del arbitrio de quien detenta el monopolio global del poder.
Es verdad que las ejecuciones previamente anunciadas pueden volverse contra los designios de sus promotores -tal como le sucedi¨® a ETA con el sacrificio a plazo fijo de Miguel ?ngel Blanco-, pues un chantaje tan c¨ªnicamente calculado puede despertar la indignaci¨®n c¨ªvica de la opini¨®n p¨²blica, tal como est¨¢ ocurriendo por toda Europa -lo que no sucede cuando el ataque agresor se produce por sorpresa y sin anunciar-. Pero tambi¨¦n es posible que cunda el pragmatismo de gente como Aznar, sin escr¨²pulos para subirse al band wagon o carro del ganador, como hacen los especuladores burs¨¢tiles que descuentan las sorpresas mucho antes de que se produzcan.
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