Reaparici¨®n
La verdad es que, f¨ªsicamente, Jos¨¦ Luis Mauri est¨¢ igual que hace muchos a?os, y en su trato contin¨²a siendo serio, discreto, generoso con su tiempo y con su magisterio -por algo ha sido tantos a?os catedr¨¢tico de dibujo muy estimado en la Escuela de Bellas Artes-, cari?oso y entusiasta. Adem¨¢s no ha cambiado de residencia, siempre ha vivido y trabajado en Sevilla. Si califico de reaparici¨®n el hecho de que haya presentado una bell¨ªsima exposici¨®n en la galer¨ªa La Caja China es porque, a pesar de su extens¨ªsimo trabajo que tantos conocemos y admiramos, ahora, a sus 71 a?os, aparece con unos cuadros claramente identificables como suyos pero como con una nueva juventud.
Despu¨¦s de muchos a?os ha vuelto a la playa de Conil y ha querido mirarla como si la viera por primera vez, y pintarla, dentro de lo posible, como si fuera la primera vez que cog¨ªa un pincel, limit¨¢ndose a poner sobre el lienzo la emoci¨®n que recib¨ªa del natural, sin prejuicios ni dependencias. As¨ª aparece radiante la torpeza que busca, una fresca ingenuidad aunque con la maestr¨ªa de 60 a?os de experiencia, como se nota en el empaste fresco sobre el que vuelve a pintar sin ensuciarlo, que eso es como un milagro, en c¨®mo rasca la pintura con rayas de esp¨¢tula para matizar el color, y en c¨®mo el resultado es siempre exquisitamente limpio. La estructura de algunos cuadros es de una abstracci¨®n muy simple, aunque al acercarse se perciben delicados motivos que excitan la curiosidad y que acaban siendo dos rayas si es una persona y dos puntos si es un sombrero. Delante de una casa hay una franja verde lisa que dif¨ªcilmente se reconoce como una de esas rejas de pl¨¢stico horrorosas; todo lo que ocurre est¨¢ presente y parece pintado r¨¢pido y f¨¢cil, como sus vertiginosas ondas en la frondosidad de los ¨¢rboles.
Mauri no pierde ocasi¨®n de transmitir al espectador la emoci¨®n que sinti¨® en Conil, ya sea en el color del mar que se desborda en un primer plano o en los dif¨ªciles verdes pasteles cuando se aleja en el horizonte; en un peque?o faro solitario y gris en medio de toda una playa; en una raya azul cobalto en la curva de una carretera; en una diminuta pareja observando las barcas de la procesi¨®n de la Virgen del Carmen; en las tres piedras de Conil y en mil cosas m¨¢s, todas ellas tan estupendas como j¨®venes.
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