Los 'sin papeles' con pasaporte de la UE
El Ayuntamiento de Almonte estudia eliminar los campamentos en los que viven centenares de braceros portugueses
Los pinares que cubren de verde las arenas entre El Roc¨ªo y Almonte albergan estos d¨ªas a decenas de familias portuguesas de etnia gitana. Estamos hablando de centenares de personas, entre ellos un alt¨ªsimo n¨²mero de menores que corretean con las caras sucias entre las candelas de los campamentos de pl¨¢stico levantados por sus mayores. La semana pasada se desmantelaron varios de estos campamentos en Lepe y Cartaya. Hoy la Junta de Seguridad del Ayuntamiento de Almonte estudia si hace lo mismo en los de su municipio.
Pero la llegada de estas personas semanas antes de la primavera no es nada nuevo ni, por lo tanto, ning¨²n imprevisto para autoridad alguna. Aurora, una joven de impactantes ojos azules y pelo dorado asegura que su familia ha venido a la zona desde hace m¨¢s de siete a?os. ?ste falta una de sus hermanas, por la que lleva luto riguroso. Mientras mece a su hijo recuerda como les es tradicional cada febrero empacar lo que tienen y trasladarse a alg¨²n espacio abierto de la provincia de Huelva durante tres o cuatro meses. La raz¨®n no puede ser otra que el dinero. O mejor dicho, la perspectiva de hacerse con un pu?ado.
El trabajo es m¨¢s que abundante durante esa temporada en la zona. La recogida de la fresa, puede verse seguida de otras cosechas y los adultos de estos campamentos tienen ingresos asegurados durante un considerable periodo de tiempo. Ninguno de los ocupantes de los tres campamentos situados al borde de la carretera entre El Roc¨ªo y Almonte tiene un contrato de trabajo que pueda ense?ar. Algunos no se f¨ªan del visitante e incluso aseguran que est¨¢n all¨ª de "acampada". As¨ª lo asegura un hombre de mediana edad al que el recelo le lleva a decir que se llama Antonio aunque previamente le presentaron como Jos¨¦.
?ste pelaba erizos, hinchados tras pasar una rato sobre las brasas, al tiempo que bajo su poblado mostacho negro brotaban maldiciones contra la polic¨ªa. Y es que ya les han comunicado que tienen que levantar el campamento. "Lo pondremos un poco m¨¢s all¨¢", sentenciaba desafiante un joven de tez oscura y ojos estrechos como cuchilladas.
Y es que la situaci¨®n no es sencilla. Estas personas son ciudadanos de la Uni¨®n Europea y no se les puede restringir sus movimientos sin motivo. Si fuera verdad que tienen contratos de trabajo en el campo, la vivienda deber¨ªa de venir de la parte del patr¨®n, las autoridades tendr¨ªan que procurar la escolarizaci¨®n de los menores, etc¨¦tera, etc¨¦tera. Pero eso ser¨ªa en un mundo ideal. En las zonas agr¨ªcolas andaluzas a¨²n persisten actitudes que se resisten a gastar un duro m¨¢s de lo necesario. Frases como "a ellos lo que les gusta es estar en el campo" son frecuentes pero tan s¨®lo son una excusa para ahorrarse el pago del alojamiento.
Estas familias llegan a la zona fresera desde hace a?os. Su disponibilidad para el trabajo y el que no hagan ascos al dinero ajeno a la contabilidad les convierte en ¨²tiles para algunos agricultores. Pero ninguna autoridad puede decir que se tata de un imprevisto o que es ¨²nicamente un problema de seguridad.
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