Cuesti¨®n de confianza
Todo ejercicio de interpretaci¨®n sociol¨®gica de una manifestaci¨®n es una temeridad, y m¨¢s cuando se trata de un p¨²blico tan diverso, que respond¨ªa a razones, sensaciones y motivaciones muy variadas. M¨¢s all¨¢ del sentimiento generalizado de rechazo a la guerra -que es el argumento que utiliza el Gobierno del PP para perdonar la vida a los manifestantes: "Nadie est¨¢ a favor de las guerras"-, me parece que se aprecia, como denominador bastante com¨²n, la crisis de confianza. La gente tiene la sensaci¨®n de que se le toma el pelo: que las razones reales de la guerra no tienen nada que ver con el cuento que se explica, y que este cuento es el preludio de un nuevo relato del mundo o doctrina de obligada observancia.
Unos creer¨¢n que la verdad oculta es el petr¨®leo, y en parte tienen raz¨®n; otros que es la voluntad de Estados Unidos de tallarse un orden mundial a su medida, lo que no es incompatible con el primer argumento; algunos ver¨¢n en el fundamentalismo cristiano de Bush y su equipo el motor de la causa, y seguro que tambi¨¦n cuenta; y cada vez crece m¨¢s la opini¨®n de que un prop¨®sito fundamental de la Administraci¨®n norteamericana -con la incondicional complicidad de nuestro presidente- es debilitar a Europa, cosa que ya est¨¢n consiguiendo; incluso algunos lo leen en clave de la cruzada de Sharon contra los palestinos, que tambi¨¦n existe.
Dado que de ninguna de estas cosas se habla abiertamente, la desconfianza crece y crece, y las paranoias del gobernante aumentan, con lo cual su reacci¨®n no hace sino agravar la fractura. Es lamentable que los argumentos de un Gobierno que no ha sabido explicar su posici¨®n sean que los manifestantes estaban manipulados por los socialistas, que la buena gente ha sido sorprendida en su buena fe y que contra la guerra estamos todos. Rato dijo que Espa?a "no ten¨ªa ning¨²n inter¨¦s en esta guerra". Flaco servicio le hizo a Aznar: si Espa?a no tiene ning¨²n inter¨¦s, ?por qu¨¦ se hace esta guerra? ?Por inter¨¦s del presidente?
Otros gobernantes menos r¨ªgidos -o con mayor autonom¨ªa- se han dado cuenta de la magnitud del aviso que la ciudadan¨ªa ha dado. Tony Blair ha dado un giro tan brusco que un poco m¨¢s se sale de la calzada. Incluso la Administraci¨®n norteamericana est¨¢ resignada a abrir nuevos plazos. Y el New York Times ha puesto en circulaci¨®n un mensaje: hay un nuevo poder en la calle que es la otra superpotencia. El problema de esta superpotencia es que necesita que su ensayo sea transformado pol¨ªticamente. En esto Felipe Gonz¨¢lez y Jordi Pujol llevan raz¨®n: si no hay transformaci¨®n pol¨ªtica puede haber una gran frustraci¨®n. Y quien puede redondear el ensayo es Europa si est¨¢ dispuesta a desempe?ar el ¨²nico papel que le dar¨¢ presencia decisiva en el mundo: el de potencia de equilibrio.
Existe una posici¨®n europea. Chris Patten lo ha dicho: "La de una opini¨®n p¨²blica que mayoritariamente a lo largo y ancho del continente se muestra contraria a la guerra". ?Por qu¨¦ no la defienden la mayor¨ªa de sus gobernantes? ?Ser¨ªa sostenible un desacuerdo total entre la opini¨®n ciudadana y los gobernantes europeos? Probablemente s¨®lo servir¨ªa para agudizar la crisis de la democracia representativa.
Los gobernantes van viendo pasar los signos de desafecto quit¨¢ndoles importancia: ni los sensibles aumentos de la abstenci¨®n, ni el desprestigio de la pol¨ªtica, ni los signos de rechazo, ni la indiferencia respecto a la cosa p¨²blica parecen preocuparles. En realidad, piensan que nada es m¨¢s c¨®modo que gobernar una sociedad desmovilizada, y no se dan cuenta de que la democracia tambi¨¦n puede morir por inanici¨®n. Sin ciudadan¨ªa, no hay democracia. Cuando la gente rompe la aparente indiferencia -que en realidad es desconfianza- se agradecen -y se ridiculizan- sus buenos sentimientos y se sigue como si no hubiera pasado nada. Esta vez el sobresalto ha sido grande, porque nunca hab¨ªa salido a la calle tanta gente a la vez en tantos lugares distintos por una guerra que, de acontecer, lo har¨ªa en territorios muy lejanos de la mayor¨ªa de los manifestantes. Los nuevos medios de comunicaci¨®n han hecho que la gente comprendiera que nada de lo que ocurre en el mundo nos es ajeno.
La gente tiene fundadas sospechas de por qu¨¦ las resoluciones incumplidas de Sadam merecen una respuesta tan dura y las de Israel, Turqu¨ªa o Marruecos, pongamos por caso, no. La gente ve que el Gobierno de Irak, un pa¨ªs destrozado por la pol¨ªtica de Sadam, por la guerra anterior y el embargo no puede ser un peligro para nadie m¨¢s que para sus propios habitantes. Y la gente no entiende por qu¨¦, si las nuevas tecnolog¨ªas son tan eficientes como nos dicen, no se puede desarmar y desalojar a Sadam sin necesidad de hacer una guerra. En fin, la gente ve personas destrozadas donde los v¨ªdeos oficiales s¨®lo nos muestran lucecitas, como si un bombardeo fuese un entretenido castillo de fuegos artificiales. Los gobernantes no nos explican ninguna de estas sospechas y ni siquiera son capaces de transmitir la gravedad de una decisi¨®n tan importante como declarar una guerra.
As¨ª la desconfianza sigue acrecent¨¢ndose. Desconfianza en los gobernantes e incluso desconfianza en los l¨ªderes pol¨ªticos, que esta vez se han hecho portavoces de la opini¨®n contraria a la guerra, que en cierto modo est¨¢n a prueba porque la experiencia de otras frustraciones lo hace aconsejable. Los ciudadanos quieren ver hasta d¨®nde est¨¢n dispuestos a aguantar. Sin embargo, es importante que la respuesta ciudadana tenga presencia parlamentaria, porque algo serio estar¨ªa fallando si hubiera un desajuste tan grande entre ciudadan¨ªa y representaci¨®n pol¨ªtica que el Parlamento fuera un¨¢nime con la guerra.
Todo orden mundial tiene que ver con las relaciones de fuerza. Pero un orden mundial democr¨¢tico s¨®lo puede basarse en la confianza: en una m¨ªnima lealtad de los gobernantes con los ciudadanos. Es cierto que la legalidad es en este momento la mejor arma de que disponen los que no tienen la fuerza, pero es cierto tambi¨¦n que el origen del derecho est¨¢ en la fuerza y que, por tanto, s¨®lo desde un orden multipolar se puede establecer una legalidad internacional que no incline el mundo de un solo lado. Para eso Europa es imprescindible, y la recuperaci¨®n de la confianza entre gobernantes y gobernados en el Viejo Continente, indispensable. De ah¨ª la grave responsabilidad de quienes han antepuesto la alianza con Estados Unidos a los intereses de la Uni¨®n Europea y a la opini¨®n de sus ciudadanos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Felipe Gonz¨¢lez M¨¢rquez
- Rodrigo Rato
- Christopher Patten
- Diplomacia
- Pol¨ªtica nacional
- Opini¨®n
- Pacifismo
- Irak
- Orden p¨²blico
- Preparativos b¨¦licos
- Jordi Pujol
- Guerra Golfo
- Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar
- Manifestaciones
- Seguridad ciudadana
- Protestas sociales
- Movimientos sociales
- Relaciones internacionales
- Estados Unidos
- Malestar social
- Catalu?a
- Oriente pr¨®ximo
- Asia
- Gobierno
- Guerra