El burdel y la calle
En el seno de las grandes casas de post¨ªn siguen existiendo lujosos burdeles, semejantes a aquellos en los que, como hemos visto en las pel¨ªculas de postguerra, se solazaban los hombres de poder. Es posible que la decoraci¨®n suntuosa de la cretona y el terciopelo, el alfombr¨®n y la l¨¢mpara de l¨¢grimas, haya sido sustituida ahora por modernos estores, l¨¢mparas de dise?o y sof¨¢s de severa blancura de retor, m¨¢s alguna figura de Lladr¨® en estanter¨ªa de metacrilato que sustituya a los adornos kitsch que enriquec¨ªan las vitrinas de las barrocas putas de anta?o. Y los nuevos ejecutivos y los ejemplares padres de familia, que no rondan las oscuras alamedas madrile?as en busca de meretrices baratas, sin garant¨ªa de discreci¨®n ni higiene, seguir¨¢n acudiendo como sus mayores a los salones donde las profesionales de la lujuria se les ofrecen con sello de calidad.
No dudo de que adem¨¢s, al igual que ocurr¨ªa en el pasado con esas generaciones iniciadas a la sexualidad en los prost¨ªbulos, a los que mucho van a aliviarse, alguna vez, de tanto ir el c¨¢ntaro a la fuente se les siga rompiendo el c¨¢ntaro del amor en los pechos de una pelandusca que se convierte al final en amante o querida al viejo modo. Las historias familiares de muchos pol¨ªticos y dirigentes sociales y econ¨®micos est¨¢n llenas de culebrones secretos fraguados en esos lupanares y que dieron lugar a que las frecuentadas en secreto dieran a luz criaturas con rostros muy parecidos a los suyos.
En la historia sentimental no confesada de muchas familias espa?olas hay una puta que, como en la copla, fue "la otra, la otra, que a nada tiene derecho, porque no llev¨® un anillo con una fecha por dentro". Se me dir¨¢ que en el mundo del lujo todo ha cambiado mucho y que, ahora, la querida vive en la casa de su marido o recibe en la que le pone el cliente. Pero har¨¢ dos a?os apareci¨® asesinada una prostituta extranjera en Valencia y fue detenido e interrogado como sospechoso un distinguido caballero de la mejor clase y prestigio profesional que hab¨ªa sido el ¨²ltimo en visitarla en la tarde del domingo en que muri¨® la infortunada. Nada m¨¢s he sabido despu¨¦s, y hasta es posible que haya sido declarado inocente el imputado, pero la cr¨®nica de sucesos me confirm¨® que las viejas manceb¨ªas con sus variantes siguen estando situadas en medio de las viviendas de las mod¨¦licas familias acomodadas. Y supe algo m¨¢s: que a sus nuevos clientes se les sigue rompiendo el c¨¢ntaro del amor y de la pasi¨®n hasta llegar en alg¨²n caso al extremo del crimen si son rechazados por la elegida.
Tal vez las nuevas profesionales de la cosa con posibles se instalen por libre y no trabajen para terceros o terceras, de modo tal que la antigua matrona que dirig¨ªa la orquesta del puter¨ªo y mandaba las ni?as "al sal¨®n" no correr¨¢ ahora el riesgo de ser sometida a "las acciones m¨¢s represivas" contra los explotadores de mujeres que anuncia Ruiz-Gallard¨®n si gana la alcald¨ªa. Bien es verdad que a la puta bien situada, propietaria ella de su chiringuito vicioso, no s¨®lo le trae sin cuidado la regulaci¨®n de su oficio sino que, a efectos tributarios, lo prefiere sometido a la econom¨ªa sumergida. Queda claro, pues, que el problema no es que seas puta, sino que seas puta y pobre. Igual que pasa con el extranjero: el racismo no afecta a la nacionalidad y al color sino a la pobreza. Y eso, all¨¢ por 1999, era un problema para el presidente de la Comunidad de Madrid: "Ante esa realidad, a m¨ª me parece", dijo, "que lo m¨¢s torpe es practicar pol¨ªticas de avestruz; pol¨ªticas de desconocer el problema y de no regularlo". Pero es evidente que la situaci¨®n ha cambiado y en consecuencia su opini¨®n. Una cosa es la meretriz recogida en su lupanar y otra, la arriesgada mercachifle del sexo barato del mercadillo p¨²blico. No se puede exponer Ruiz-Gallard¨®n a que su concejal de Asuntos Sociales tenga que afrontar semejante panorama en la Casa de Campo y reunirse con las rameras pobres para hablar de indecencias. Y yo no s¨¦ hasta qu¨¦ punto la prostituci¨®n ha de ser legalizada o no, pero veo que Ruiz-Gallard¨®n no est¨¢ en contra. Lo que dice es: "Un Estado no puede garantizar la prostituci¨®n sin antes establecer un plan social que ofrezca a las prostitutas que quieran salir de ella poder hacerlo". Pues empiece por ah¨ª, se?or Ruiz-Gallard¨®n, por el Estado, por ese plan social que no han hecho y que puede resolver en dos d¨ªas Zaplana con unos cuantos anuncios por medio. Hay que facilitarle la labor a la concejala Botella y, de paso, a las pobres explotadas.
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