Un tipo peligroso
La lectura de dos valientes libros actuales acerca de la verdadera red Odessa, las revelaciones sobre la visita de Himmler a Montserrat (n¨²mero 3 de la estupenda revista S¨¤piens) y la confidencia de una amiga de que su abuelo fue un importante oficial de las SS en los pa¨ªses b¨¢lticos, han despertado al cazador de nazis que vive en m¨ª. Perseguir nazis, como certifica Simon Wiesenthal en sus memorias (Justicia, no venganza, Ediciones B), adem¨¢s de dif¨ªcil es muy arriesgado, as¨ª que, desgraciadamente, me he visto obligado a descartar el acoso de uno vivo, aunque sea viejecito. De forma que he elegido para mi pesquisa un nazi muerto; pero no uno cualquiera, sino todo un coronel de las Waffen SS considerado en su d¨ªa por los norteamericanos "el hombre m¨¢s peligroso de Europa" y con el que me unen ciertos lazos. Hablo, por supuesto, de Otto Skorzeny (Viena, 1908-Madrid, 1975), el l¨ªder del temerario rescate de Mussolini en el Gran Sasso, el secuestrador del hijo de Horthy en Budapest y el tipo que trajo de cabeza a los Aliados en la batalla de las Ardenas al infiltrar a sus hombres en la retaguardia con uniforme del enemigo. Puesto manos a la obra, cit¨¦ en un bar a la ¨²nica fuente directa que conozco sobre el personaje y, sin m¨¢s pre¨¢mbulo, le lanc¨¦ una pregunta directa: "?C¨®mo conociste a Skorzeny, pap¨¢?".
Dos libros nuevos y un testimonio in¨¦dito ponen de actualidad al coronel Otto Skorzeny, rescatador de Mussolini en el Gran Sasso
Que tu padre se haya relacionado con un oficial de las Waffen SS condecorad¨ªsimo por Hitler no parecer¨¢ a algunos motivo de alarde, pero para m¨ª durante mucho tiempo el v¨ªnculo fue causa de oscuro orgullo, como poder presumir del aut¨®grafo de Darth Vader.
La legendaria relaci¨®n de la familia con Skorzeny -que hasta ahora mi padre nunca me hab¨ªa detallado- me llev¨® a interesarme por ¨¦l desde ni?o. No ten¨ªa m¨¢s de 11 a?os cuando le¨ª sus memorias de guerra -Misiones secretas- en una ajada edici¨®n de Destino de 1950 que a¨²n conservo y gracias a la cual aprend¨ª lo que era un panzerfaust (un bazuca alem¨¢n) antes de que me cambiara la voz.
En el curso de mi investigaci¨®n he vuelto a leer el libro, y he encontrado que el autor hizo bien en dedicarse a las operaciones especiales y no a la literatura. Tambi¨¦n he confirmado aspectos inquietantes de su personalidad, algo por lo dem¨¢s l¨®gico en un nacionalsocialista entusiasta que se apunt¨® en 1939 voluntario al Leibstandarte, la guardia de Hitler, que fue oficial en la divisi¨®n SS de ¨¦lite Das Reich al inicio de la guerra y que luego, en 1943, result¨® elegido para dirigir las tropas de comandos nazis bajo la ¨¦gida del siniestro jefe de Inteligencia de las SS Walter Schellenberg -condenado en el proceso de Nuremberg-, al que Skorzeny califica en su libro de "amable joven".
Nuestro hombre, que tom¨® como motto el precepto nietzschiano "vive peligrosamente", realiz¨® audaces operaciones especiales, y el sensacional car¨¢cter aventurero de las mismas fue seguramente lo que me ocult¨® durante a?os el fanatismo hitleriano de su personalidad. No me era dif¨ªcil sentir afinidad con el osado jefe de comandos de 1,95 metros, con la cara cruzada por cicatrices de sable (las schmisse, las heridas rituales de las hermandades de esgrima universitarias germ¨¢nicas), que hab¨ªa le¨ªdo a Conrad y que confesaba ser incapaz de aprender a hablar bien ingl¨¦s.
Hoy, al releer el relato de su primer encuentro con Hitler ("un instante inolvidable: la aparici¨®n del maestro al que sigo fielmente desde hace a?os y en quien tengo una confianza absoluta") comprendo que deb¨ª dedicar menos tiempo a Otto Skorzeny y m¨¢s a Walter Scott.
Cuanto m¨¢s descubro sobre el individuo, m¨¢s me preocupa la fascinaci¨®n que ejerci¨® sobre m¨ª: particip¨® en la brutal represi¨®n tras el atentado contra Hitler del 20 de julio de 1944, planific¨® el uso de armas suicidas, intim¨® con el brutal general de las SS Bach-Zelewski y, sobre todo, como detalla Uki Go?i en La aut¨¦ntica Odessa, la fuga nazi a la Argentina de Per¨®n (Paid¨®s), fue amigo de los despreciables L¨¦on Degrelle y Adolf Eichmann, al que ayud¨® a escapar tras la guerra y protegi¨®. Lo de que se meti¨® en la cama con Evita, en cambio, no s¨¦ c¨®mo evaluarlo.
En La lista negra, los esp¨ªas nazis protegidos por Franco y la Iglesia (Aguilar), Jos¨¦ Mar¨ªa Irujo revela que Skorzeny, que tras su fuga de Alemania tuvo una segunda vida en Espa?a y Argentina como empresario e intermediario de intereses alemanes -actividad que compagin¨® con la frecuentaci¨®n y ayuda de los viejos camaradas y, se rumorea, ciertos planes secretos dignos de Los ni?os del Brasil-, celebraba todos los a?os con champ¨¢n la fecha del cumplea?os de Hitler. Charles Whiting, bi¨®grafo de Skorzeny, explica c¨®mo este, al regresar clandestinamente en 1970 a Alemania para operarse de un tumor en la espina dorsal (que fue lo que al final le mat¨®), se rode¨® de una guardia compuesta por recios ex SS de sus fuerzas especiales, que lo veneraban.
Se comprender¨¢ que yo esperaba el testimonio de mi padre con aprensi¨®n. "Vi a Skorzeny una sola vez, en 1946", comenz¨®. En Madrid, en casa de Clarita Stauffer, que era como de la familia; en esa ¨¦poca yo sal¨ªa con una de sus sobrinas, las Mahou, muy guapas". Call¨¦ que la refinada Stauffer fue, seg¨²n Irujo, agente alemana y una de las principales responsables de la organizaci¨®n Hilfeverin, que proporcionaba v¨ªas de escape para nazis en apuros, y segu¨ª escuchando. "Al presentarnos, Skorzeny me cogi¨® con una sola mano por la cintura y con el brazo extendido, sin aparentar esfuerzo (yo era alto y corpulento), me levant¨® en el aire. Era un coloso, con un aspecto impresionante. Una cabeza cil¨ªndrica y una cara enorme. Estuvimos un rato hablando, de aviaci¨®n, como de la avioneta Cig¨¹e?a en la que se llev¨® a Mussolini, pero no en especial de la guerra, aunque yo sab¨ªa de sus haza?as. No me pareci¨® en absoluto un personaje siniestro. No, no me ense?¨® el grupo sangu¨ªneo tatuado bajo la axila, la t¨ªpica marca de los SS, ?de d¨®nde lo has sacado?".
Me tranquiliz¨® que eso fuera todo, porque ya se sabe que estas confidencias de familia empiezan en tono menor y acaba resultando que eres ahijado de Bormann. Me invadi¨® sin embargo una opresiva tristeza al pensar de qu¨¦ forma una l¨ªnea, todo lo tenue que se quiera, te puede unir a algunos de los m¨¢s grandes criminales de la historia.
Dicen que Otto Skorzeny yace en una tumba del D?blinger Friedhof en Viena. Pero yo voy a seguir muy alerta. Pues hay sombras muy peligrosas y escurridizas, como la del viejo jefe de comandos de Hitler, con su tremendo perfil de gladiador, su negro esp¨ªritu nazi y sus grandes manos de duelista.
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