Nacionalismo y patria
No ser¨¦ yo, dijo el escritor, quien confunda al nacionalismo democr¨¢tico con ¨¦se otro que asesina. Pero, continu¨®, en el fondo hay algo en el nacionalismo que lo hace intolerante y germen de totalitarismos. Participaba, el escritor, en ciertas jornadas en el Kursaal (gran edificio de Moneo para San Sebasti¨¢n -y aqu¨ª me corrijo-, capaz de recomponer el pastel de esa ciudad-playa y de contener un coraz¨®n rojo con paraguas-de-la-Calle, memoria del humanismo m¨¢s crudo y aut¨¦ntico. Un edificio vivo y con coraz¨®n). Eso dijo el escritor, lo del "germen" del totalitarismo, en el Kursaal, sin saber bien lo que se dec¨ªa.
La palabra no debe ser in¨²til, no debe plantear problemas inexistentes. Necesitamos una gram¨¢tica aut¨¦ntica -apelo de nuevo a Maite Pagazaurtundua-, que hable de las cosas verdaderas, de los problemas reales, del "coraz¨®n de hielo" de algunos pol¨ªticos, del "desprecio que la familia" siente ante ellos, "pla?ideras tras las pancartas", etc¨¦tera. Eso es gram¨¢tica que entendemos todos, palabras verdaderas que hablan de las cosas y de los sentimientos. Lo otro son palabras vac¨ªas.
El escritor era Vargas Llosa. Y las jornadas, las celebradas en el Kursaal por ?Basta Ya! Me gusta m¨¢s, a qu¨¦ negarlo, esa idea de "totalitarismo difuso" que padecemos, y que parte de cierto baile de espectros; totalitarismo de los muertos contra los vivos de la que habl¨® Bernard Henry-Levi. El aliento de los muertos, dec¨ªa el escritor Jos¨¦ Jim¨¦nez Lozano estos d¨ªas, puede ayudarnos o puede infectarnos. En este caso, nos infecta. Lo otro es bla-bla-bla; palabras huecas en tierras infieles en las que a uno no le toca lidiar d¨ªa a d¨ªa.
?Es el nacionalismo, "en el fondo", fuente de totalitarismos? Pudiera. Pero no m¨¢s que el socialismo. ?Acaso Stalin no es hijo de cierto socialismo leninista? No, no hagamos esas lecturas l¨®gico-filos¨®ficas. Hablemos de la vida, por Dios. El socialismo aspiraba a redimir al trabajador (terminara como terminara). Y el nacionalismo, con sus variantes, aspiraba a redimir al ciudadano (pongamos que es el caso de Francia).
El primer acto contempor¨¢neo aut¨¦nticamente nacionalista se realiz¨® en nombre de la Grecia cl¨¢sica y con el apoyo del Romanticismo europeo (lord Byron). Consisti¨® en pasar a cuchillo a la mitad de los cuarenta mil habitantes del Peloponeso (1821). Y, tras obtener o conquistar Navarino, asesinar a 3.000 de sus moradores. Los turcos, no les anduvieron a la zaga: con la entrada de los barcos turcos en Estambul, racimos de prisioneros griegos eran arrojados al mar. Todo muy terrible.
Pero no ser¨¦ yo ahora quien les hable del terror de Stalin y de su ra¨ªz, en el fondo, marxista y totalitaria. Lo fue. Y no me valen argucias filos¨®fico-oportunistas. (Vargas Llosa reneg¨® en su d¨ªa del castrismo por autoritario). Todo eso son palabras de madera que hacen da?o. (Lo siento por ?Basta Ya! y Fernando Savater, a quien admiro y respeto.) En una tierra en la que la mitad tiene unos sentimientos, y la otra, otros (olvid¨¢ndose, es cierto, de que hay quienes somos especialmente amantes del jazz, del trash-metal, del alpinismo o del baloncesto), decir que el nacionalismo es sospechoso es pura provocaci¨®n. ?Es sospecho alguien que sea vasc¨®filo, euskaltzale, vasco-vasco, simplemente por serlo? A uno le caen fatal los chunda-chunda, amigos de la m¨²sica disco. Pero no por eso los condena al ostracismo.
Que alguien en tierras bravas sea nacionalista o socialista no debe ser motivo de condena gen¨¦rica. Bienvenidos ellos. Estoy con quienes condenan al Capit¨¢n Trueno-Arzalluz (Javier Mina), a Charles Dictatorship Aznar o a Spok Ibarretxe. Ellos s¨ª son los responsables. Gente pagada de s¨ª, irresponsable, infantil. Ellos son los culpables de que todo vaya tan mal en mi tierra, en mi patria, s¨ª; y lo digo yo, que no soy nacionalista.
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