De 'tour' por Quebec
Primero nos viene el amigo americano -por cierto, especialmente amigo de los condenados a muerte- y convierte a Aznar en presidente de la Rep¨²blica. ?Ah, qu¨¦ fant¨¢stica gozada darle al Rey en el trasero, ¨¦l que, como buen ex falangista, nunca ha sido demasiado mon¨¢rquico! Adem¨¢s, para el mal de altura, ?qu¨¦ mejor que subir pelda?os en el escalaf¨®n de la gloria? Pero como los orgasmos, en estos tiempos de prisa, duran lo que duran, ni Aznar consigui¨® mantener su ¨ªnsula Barataria m¨¢s tiempo del que permite el rid¨ªculo, y as¨ª estamos, sin rep¨²blica, con Aznar y con amigo americano... Malos tiempos para la l¨ªrica... Y si el amigo americano no falla, menos fallan los amigos de Quebec, esa tierra hermana que tanta referencia m¨ªtica alimenta en la metaf¨ªsica catalana. Artur Mas, por obra y gracia de las tierras de Quebec, se ha convertido en Molt Honorable y ha recibido el trato de "primer ministro de la Generalitat". ?Esto s¨ª que es orgasmo! No s¨®lo ha pasado directamente de candidato a cargo, sino que encima lo suyo es casi como una jefatura de Estado. Ya lo dice el dicho: hay que viajar para abrir horizontes.
Hablemos de Quebec y de nuestro rey Artur, h¨¦roe de la resistencia catalana a la invasi¨®n espa?ola, digno ¨¦mulo del "gran drag¨®n de Britania" que tiempos ha fue l¨ªder de la mesa redonda. ?Estoy en contra de la referencia quebequiana en la pol¨ªtica catalana? Claro que no. Pueblos y l¨ªderes buscan siempre referencias ajenas para comparar, confirmar y consolidar posiciones. Forma parte de la l¨®gica estrat¨¦gica. Y, si las referencias ajenas son recurrentes, no s¨®lo no es extra?o, sino que es positivo que Catalu?a se referencie con un peque?o, pr¨®spero y civilizado pa¨ªs, cuyas aspiraciones soberanas siempre se han planteado en t¨¦rminos de pacto. Mi queja no viene dada, pues, por el referente escogido, sino por el reiterado abuso que se ha hecho de su uso. Me explicar¨¦. Si Catalu?a tiene 1.000 a?os, algunos discursos ya exist¨ªan. ?Es posible que 1.023 a?os despu¨¦s, la formulaci¨®n del nacionalismo catal¨¢n contin¨²e plante¨¢ndose en los mismos t¨¦rminos exactos de la llegada de Pujol al poder? Esa pol¨ªtica de doble personalidad que ha permitido las promiscuidades m¨¢s pecaminosas de la liturgia catalanista -como ser alegre pareja de hecho del PP- y, a la vez, las m¨¢s altas ret¨®ricas rom¨¢nticas, parece que nunca deje de dar dividendos. Sin embargo, es lo m¨¢s est¨¦ril que nos ha ocurrido en democracia. Hoy por hoy, y despu¨¦s del largo reinado del Molt Honorable aut¨¦ntico, nadie sabe a¨²n de qu¨¦ habla Convergencia cuando dice que habla de Catalu?a. ?Qu¨¦ es Catalu?a para el nacionalismo oficial? De entrada, una idea ¨¦pica, casi religiosa en sus planteamientos sentimentales. Formulada en t¨¦rminos nebulosos, como toda metaf¨ªsica, nunca ha sido, sin embargo, un discurso f¨ªsico, y ah¨ª radica la inteligencia y, a la vez, la perversi¨®n de la estrategia. Una perversi¨®n que da un ampl¨ªsimo margen de maniobra y, sobre todo, una m¨¢s amplia justificaci¨®n. F¨ªjense ustedes en el cuerpo argumental: apropiaci¨®n del pasado ¨¦pico, como si Converg¨¨ncia fuera a la vez la encarnaci¨®n de Camb¨®, Maci¨¤, Prat de la Riba y hasta el desperta ferro almog¨¢var; uso sentimental de ese pasado, sin ninguna impregnaci¨®n, sin embargo, en la pol¨ªtica real, mucho m¨¢s ligada a intereses econ¨®micos que a gram¨¢ticas sentimentales; indefinici¨®n absoluta del modelo de presente y una ambig¨¹edad capciosa del modelo de futuro, capaz de pasar desde el espa?olismo regeneracionista hasta el independentismo m¨¢s irredento. Todo cabe en el saco de un discurso sin otra sem¨¢ntica que el uso reiterado del equ¨ªvoco. Y es el equ¨ªvoco el que todo lo justifica: la derechona m¨¢s rancia le perdona las exaltaciones ret¨®ricas y los viajes a Quebec -"v¨ªas de escape para la est¨¦tica"-, porque lo pol¨ªticamente real es una pol¨ªtica que defiende sus intereses, y el nacionalismo m¨¢s nuestro, m¨¢s sentimental y m¨¢s ingenuo se pasa la vida perdonando su pol¨ªtica, felizmente alimentadas sus ganas ¨¦picas con buena est¨¦tica. ?C¨®mo nos conoc¨ªa Ortega!... Lo de ahora es paradigm¨¢tico: con un solo viajecito a Quebec, algunas amenazas de reforma estatutaria, unos cuantos exabruptos a los malos de los socialistas, y un curso acelerado de Segadors bien entonados, Artur Mas se garantiza la impunidad. Situado en el trono de la ret¨®rica nacionalista, podr¨¢ hacer como su antecesor, mentor y casi padre: lo que le d¨¦ la gana. Este pa¨ªs tan simple en sus exigencias, s¨®lo exige un d¨ªa al a?o de coherencia.
Quiz¨¢ es esto lo que me alarma: el bajo tono muscular de un pa¨ªs dispuesto a mantener la seducci¨®n por lo aparente, enganchado a los discursos trileros con la misma apetencia que un turista ingenuo. Le venden Catalu?a en paquete cerrado, y lejos de abrirle las entra?as para desgranar la complejidad, convierte el paquete en un icono religioso. ?Lo peor de la trampa? Lo peor es que, como buen intangible, dentro del paquete s¨®lo hay aire.
No s¨¦. Una esperar¨ªa un reinvento del discurso catal¨¢n, un reajuste de cuentas con la imaginaci¨®n, una ITV de las viejas estrategias del nacionalismo. No solo porque ya no sirve la foto fija de la transici¨®n, sino porque no es moral mantenerla. Pero Artur Mas no est¨¢ para disquisiciones ¨¦ticas, sabiendo como sabe que el equ¨ªvoco es un aliado eficaz: mata al pensamiento cr¨ªtico, evita el g¨¦nero de la interrogaci¨®n y, sobre todo, crea expectativas a largo plazo extraordinariamente c¨®modas para el corto plazo sin espectativas. Gasolina para la impunidad. Que de est¨¦tica a¨²n viven los buenos catalanes.
.rahola@navegalia.com
Pilar Rahola es periodista y escritora
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