El Papa y el c¨¦sar
La guerra "no es un medio como cualquier otro al que se pueda recurrir para solucionar disputas entre naciones", han dicho los obispos espa?oles en un pronunciamiento nada banal, bien razonado y revelador de que en ciertos temas la Conferencia Episcopal cuenta con asesoramientos solventes. Su pronunciamiento enlaza con las objeciones de otros episcopados, incluyendo el norteamericano, a la nueva doctrina de defensa de la Administraci¨®n de Bush, y con la ofensiva diplom¨¢tica del Vaticano por impedir el ataque a Irak.
Los obispos no descartan que pueda haber situaciones en las que sea necesario recurrir a la guerra, pero s¨®lo cuando haya fundamento para suponer que no producir¨¢n "males mayores que los que se desea evitar". La raz¨®n m¨¢s poderosa contra el ataque a Irak consiste en la desproporci¨®n entre los fines posibles y la certeza de los males que ocasionar¨¢, empezando por los cientos de miles de muertos. La postura de la Iglesia tiene, por tanto, s¨®lidas razones morales. Muchos pol¨ªticos las comparten, pero es l¨®gico que traten de tamizarlas con la conveniencia de mantener el consenso internacional y de evitar quedar aislados en las instituciones supranacionales. Por eso es conveniente que una instancia como la Iglesia, menos condicionada en ese sentido, exprese con claridad los criterios morales que pone a prueba una guerra.
Se da la paradoja, sin embargo, de que tambi¨¦n el sector belicista que rodea a Bush apela a conceptos religiosos, desde un fundamentalismo neocristiano que se atribuye la misi¨®n de regenerar Oriente Pr¨®ximo (como Alemania y Jap¨®n en la posguerra), y tambi¨¦n a la propia sociedad norteamericana, ablandada por el liberalismo. Tampoco la posici¨®n de la Iglesia cat¨®lica est¨¢ libre de contradicciones. Su invocaci¨®n a valores humanitarios encaja mal con su rigidez en relaci¨®n a dramas de la vida real como, estos d¨ªas, el de la ni?a nicarag¨¹ense embarazada tras una violaci¨®n, as¨ª como con su oposici¨®n a la fecundaci¨®n artificial, las parejas de hecho o la clonaci¨®n con fines tearap¨¦uticos.
La fuerte ofensiva diplom¨¢tica de la Santa Sede -que ha convertido en interlocutores del Papa a personajes tan diferentes como Joschka Fischer, Kofi Annan y Tarik Aziz- puede verse favorecida tambi¨¦n por razones internas, como la preocupaci¨®n por las comunidades cat¨®licas de Oriente (una de ellas es la caldea, a la que pertenece Aziz), pero enlaza con inquietudes m¨¢s generales expresadas por Juan Pablo II en relaci¨®n a la necesidad de evitar reacciones antioccidentales (anticristianas) del mundo ¨¢rabe. Lo que parece innecesario, y en el fondo incomprensdible, es que el enviado papal a Bagdad, cardenal Etchegaray, declare tras entrevistarse con el dictador que "Sadam es un hombre de paz, que desea la paz".
Una ¨²ltima paradoja de la situaci¨®n es que entre los m¨¢s belicistas del momento, que consideran la opini¨®n papal leg¨ªtima pero desenfocada, figuren algunos de los que acogieron con m¨¢s entusiasmo el documento sobre el "compromiso de los cat¨®licos en la vida pol¨ªtica", en el que se criticaba la falta de valor de algunos gobernantes a la hora de plasmar su fe en decisiones pol¨ªticas.
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