La Corte Penal Internacional rompe el molde
El pr¨®ximo 11 marzo, 18 jueces juran sus cargos al frente de la nueva Corte Penal Internacional (CPI) en La Haya. El presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, ha calificado su puesta en marcha de "punto de inflexi¨®n en la historia universal", y el secretario general de la ONU, Kofi Annan, de "la mejor defensa contra la impunidad". La CPI, el esperado legado del Tribunal de N¨²remberg, es una revoluci¨®n en la historia del derecho y, fiel a ese car¨¢cter, nace con rasgos de modernidad: por primera vez, las togas de los magistrados no ser¨¢n exclusivamente masculinas: de los 18 jueces elegidos, siete (el 44,4%) son mujeres.
La juez del Tribunal Constitucional de Letonia, Anita Usacka, el ¨²nico magistrado electo en representaci¨®n de los pa¨ªses del este de Europa en la CPI, sabe muy bien cu¨¢l es el papel de las mujeres en tribunales multinacionales precedentes. En el actual Tribunal Internacional de La Haya (que s¨®lo dirime conflictos entre Estados, no juzga cr¨ªmenes particulares) hay una juez de un total de 15. Es la misma proporci¨®n establecida en el Tribunal Europeo de Justicia, con sede en Luxemburgo. En el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo hay ocho de un total de 44. En el tribunal ad hoc instituido para juzgar los cr¨ªmenes en la antigua Yugoslavia hay dos de 11. Y finalmente, en el de Ruanda, tres de 16, una de ellas, Navanethem Pillay, con rango de presidente.
"Las mujeres solemos estar m¨¢s atentas a este tipo de tragedias, la violencia sexual, para las que antes s¨®lo te recetaban un poco de calma", dice la juez Usacka
Jurista costarricense
?Qu¨¦ es lo que ha hecho posible este salto tan espectacular de siete sobre 18 de la CPI? Elisabeth Odio Benito es parte de la respuesta. Esta jurista costarricense, que ha formado parte del Gobierno de su pa¨ªs en varias ocasiones, fue juez del tribunal de la ex Yugoslavia y es una de las magistradas electas de la CPI. "El tribunal de Yugoslavia, puesto en marcha en 1993, al que se uni¨® despu¨¦s el de Ruanda, permiti¨® poner de nuevo en la agenda la creaci¨®n de la CPI, que se ven¨ªa debatiendo desde el nacimiento de las Naciones Unidas", dice Odio Benito.
"El tribunal de Yugoslavia nos evidenci¨® el hecho de que la mayor parte de los cr¨ªmenes cometidos en los Balcanes fueran cr¨ªmenes sexuales contra las mujeres, mientras que los que los que juzgaban eran casi todos hombres", agrega Elisabeth Odio. "De ah¨ª que, cuando empezamos a debatir sobre el estatuto de la CPI, desde el principio los grupos de mujeres empezamos a plantear la necesidad de establecer un claro equilibrio de g¨¦nero". "Introducir en la agenda de un tribunal internacional el equilibrio de g¨¦nero ha sido un avance mayor", ratifica la presidenta del Tribunal Internacional de Ruanda, la surafricana Navanethem Pillay, tambi¨¦n elegida para la CPI.
Los pa¨ªses de la Europa del Este aceptaron la propuesta mejor que los del Oeste, parad¨®jicamente, seg¨²n Elisabeth Odio, y ?frica plante¨® problemas alegando ausencia de candidatas suficientes. "El perfil profesional es alto", explica Irune Aguirreabal, coordinadora europea de la Coalici¨®n de ONG para el Establecimiento de la CPI. "Los candidatos deb¨ªan tener un curr¨ªculo importante, con experiencia en derecho penal internacional, y adem¨¢s tener un buen nivel de ingl¨¦s y franc¨¦s, que son los idiomas oficiales de trabajo".
Finalmente se estableci¨® un complicado sistema de cuotas para que en la composici¨®n del nuevo tribunal estuvieran equilibradamente representadas las distintas zonas del planeta, las dos competencias fundamentales (derecho penal y derecho internacional) y los dos g¨¦neros: finalmente, se estableci¨® que deb¨ªa haber un m¨ªnimo de seis jueces de cada g¨¦nero. El resultado: 11 hombres y 7 mujeres.
En la pr¨¢ctica, el establecimiento de la CPI ha tenido que aplicar el principio de la discriminaci¨®n positiva porque s¨®lo hubo 10 candidaturas femeninas frente a 33 masculinas, a pesar de haber establecido aquella base para que los pa¨ªses se animaran a proponer nombres de mujer. El sistema establecido perjudic¨® a los hombres europeos. Los problemas habidos en el complicado sistema de elecci¨®n, que requiri¨® hasta 33 rondas electorales, motiv¨® la retirada de varias candidaturas, entre ellas la del diplom¨¢tico espa?ol Juan Antonio Y¨¢?ez.
"Es una pena que Y¨¢?ez, gran amigo m¨ªo, no haya podido estar", dice la juez Sylvia Helena de Figueiredo Steiner, miembro de la CPI. "Pero tenemos claro que hay que estimular las diferencias de tratamiento para que el resultado refleje la b¨²squeda de la igualdad. Los desiguales tienen que ser tratados de forma desigual para buscar la igualdad".
?Es tan importante la proporci¨®n femenina para impartir justicia internacional? "No, no es importante, es fundamental", argumenta Elisabeth Odio. "Porque la perspectiva de g¨¦nero que aportamos en materias tan importantes como los cr¨ªmenes de violencia sexual en los conflictos armados hace la diferencia. Por eso nos hemos empe?ado en este equilibrio, adem¨¢s de las razones b¨¢sicas de justicia y equidad en sociedades democr¨¢ticas, porque no puede haber una verdadera sociedad democr¨¢tica sin este equilibrio".
Violencia sexual
Los tribunales de la ex Yugoslavia y de Ruanda demostraron que una gran parte de los cr¨ªmenes de guerra son cr¨ªmenes de violencia sexual, y que las mujeres son v¨ªctimas y testigos de una gran parte de las atrocidades, adem¨¢s de los ni?os. "Por eso los tribunales internacionales tienen que contar con expertos en este terreno", explica la juez Anita Usacka. "Las mujeres solemos estar m¨¢s atentas a este tipo de tragedias para las que antiguamente s¨®lo te recetaban un poco de calma. Tragedias dif¨ªciles de entender por parte de muchos y que, sin embargo, constituyen cr¨ªmenes muy graves".
"La experiencia nos ha demostrado que el impacto de un conflicto armado en las mujeres es enorme", coincide la magistrada Navanethem Pillay. "Los cr¨ªmenes sexuales se usan como arma de guerra".
Cuando Elisabeh Odio aterriz¨® en el tribunal ad hoc para los cr¨ªmenes de la antigua Yugoslavia, ni siquiera estaba tipificada la violencia sexual contra las mujeres como un crimen de guerra. "Fue uno de los grandes aportes de ese tribunal", cuenta. "No fue f¨¢cil, pero los propios casos tratados y la jurisprudencia fueron imponiendo la idea".
La magistrada Pillay, presidenta del tribunal para juzgar los cr¨ªmenes de Ruanda, asegura que el concepto de tribunal internacional persiste en las sociedades humanas desde hace 2.000 a?os y que s¨®lo se ha hecho realidad en la ¨²ltima d¨¦cada con las diversas cortes puestas en marcha, y sobre todo con la CPI que ahora echa a andar, con la revoluci¨®n a?adida de un equilibrio de g¨¦nero sin precedentes. Los 18 jueces electos ya est¨¢n haciendo las maletas para volar a La Haya y saben que de su trabajo va a depender en gran medida la futura credibilidad de un ¨®rgano internacional de estas caracter¨ªsticas. "Es un desaf¨ªo", dice Pillay, "y al mismo tiempo una misi¨®n dolorosa porque eres testigo de muchos sufrimientos y debes juzgar y dictar sentencia. Ayer mismo condenamos a un pastor protestante a 10 a?os de c¨¢rcel, y a su hijo m¨¦dico, a 25 a?os de prisi¨®n. Son decisiones muy penosas".
Bajo la amenaza de una nueva guerra
EL NACIMIENTO de la Corte Penal Internacional (CPI) ha estado plagado de dificultades. Grandes potencias como Estados Unidos, India y China no han ratificado el estatuto, y el resto se ha tenido que plegar, por ejemplo, a la demanda de inmunidad para los militares destacados en el extranjero por el Pent¨¢gono. Pero la ausencia de esos grandes pa¨ªses y sus reservas no siempre se perciben como el peor escollo. Tanto Sylvia Steiner como Navanethem Pillay creen que estos pa¨ªses acabar¨¢n aceptando las reglas y sum¨¢ndose a la CPI a medio plazo, cuando comprueben que ¨¦sta funciona con independencia e imparcialidad. Para ello, los 18 magistrados de esta primera composici¨®n del tribunal deber¨¢n ser capaces de emitir un n¨ªtido mensaje sobre su capacidad, que obtenga toda la legitimidad y la credibilidad necesaria en un mundo desunido sobre su propia existencia.
Para llegar a ello quedan a¨²n algunas dificultades que sortear. La Asamblea de los Estados Parte, formada por los 89 pa¨ªses que han ratificado el estatuto (el ¨²ltimo en adherirse ha sido Afganist¨¢n), ha tenido que posponer hasta abril la elecci¨®n del fiscal por falta de acuerdo. Su perfil es a¨²n m¨¢s complicado que el de un juez, dado que ser¨¢ un fiscal jefe para todos los asuntos.
Tambi¨¦n es una preocupaci¨®n inminente, seg¨²n Steiner, para todos los magistrados elegidos la amenaza de una guerra contra Irak. "Son momentos muy dif¨ªciles los que estamos viviendo justo cuando estamos intentando establecer una instituci¨®n s¨®lida", lamenta Steiner, que sabe lo que un conflicto armado supone para un tribunal internacional.
Pillay a?ade otro nivel de preocupaci¨®n: el ¨¦xito de la CPI va a depender directamente del nivel de cooperaci¨®n de los Estados parte porque s¨®lo un alto nivel de cooperaci¨®n permitir¨¢ que el nuevo tribunal funcione correctamente. "?nicamente los pa¨ªses", dice la presidenta del Tribunal Internacional para Ruanda, "son los que pueden permitir, por ejemplo, que el fiscal investigue a fondo los casos y s¨®lo con su ayuda se podr¨¢ transferir ante el tribunal a testigos y acusados".
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